viernes, 5 de abril de 2019

¡QUÉ MARAVILLA, ALBERTO CORTEZ!




Cuánta emoción y desnudez en el brillo de tus ojos sentidos al interpretar tus canciones eternas, Alberto. Sentías. Eras un apasionado con el diez a la espalda de la emoción elocuente y significada. Me parecías hasta exagerado, hasta que logré entender tu música. Eras un poeta y yo no lo sabía. Y los poetas son sabios, heterodoxos, mágicos y hasta extraños.
Hace poco leí que decías que no habías sacado el rendimiento económico que hubieras debido extraer si hubieses sido más economista y menos bohemio. Es igual. El genio vive en las dificultades, y el sofá es para los planos y los ceroceristas de la inmovilidad.
Eras argentino de raza,y español y ciudadano del mundo. Eras una persona de otro tiempo que decías cosas que sirven para siempre. Solo te conozco por tus canciones. Obras de arte a tutiplén. Verdaderas maravillas. Yo no puedo ni sé escoger. Todas o casi todas tus canciones me han llegado al corazón. Lo dabas todo. No te guardabas absolutamente ni un gramo cuando te lanzabas a interpretar tus canciones. Por eso te ha pasado como a Carlos Cano. Exponíais tanto el corazón a la intemperie de la emocionalidad, que luego pasaba factura física.
Castillos en el aire. Perseguir a Manuela para ver las estrellas. Verdaderos himnos de vida. Me quedo con esa frase mágica: ser feliz es mi color de identidad, del gran Facundo ...
Te veniste a Europa porque eres muy grande y el mundo hay que ocuparlo y cantarlo en plenitud. Parecías grande y grandilocuente, y nuevamente profundo, y denso, e inacabable, y vividor en el buen sentido de la vida y de sus formas.
A veces dabas el do de pecho y hablabas de los niños y de la familia: "Qué maravilla, Goyo, qué maravilla!" Ahí rozabas el cielo con tus manos de cantor y me secuestrabas llevándome al universo encendido del sueño.
Alberto Cortez. Un maestro. De los que cada vez quedan menos. De cuando la música era Facundo Cabral, o Sabina, o Serrat, o Aznavour o la Piaff. De cuando el romanticismo y el amor. De cuando la mujer hermosa. De cuando se interpretaba y al lado de la voz había un gesto interior que se expelía con desgarro hacia la verdad del público.
Cortez es un clásico. Es titular del mejor equipo de fútbol de cantantes, compositores y músicos. Un seductor cuando sacaba su desgarradora verdad y cuando aquella mueca entre risa y desgracia traspasaba mil tabúes y llegaba nítido el sentimiento a quien tuviese una poca de sensibilidad.
Elegante y clásico. Hoy aún puede llevarse tu música, Alberto. La versionarán y le harán trampas, acentos nuevos o arabescos actuales. Pero tú pensabas la música viviéndola con el apasionamiento de un animal brillantísimo de escenario, y disfrutabas como pocos con tu magia expresada.
Cuando un amigo se va. El poeta es sabio. Pero la vida, también. Y hay que vivirla como tú querías. A mordiscos. Imparablemente. Y de hecho tenías previsto reaparecer con nuevos conciertos anunciados.
A seguidores o admiradores de tí como yo, lógicamente me queda el vacío. Y me pongo de nuevo tus éxitos y contraéxitos por si sales de nuevo en carne romántica. Es igual. Sale tu voz, y tu cara casi extraña diciéndolo todo.
¡GRACIAS, MAESTRO!

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