No se veía algo así en el siempre severo y académico señor atletismo. Todo era rigor de universidad y una suerte de deporte elitista y apasionado que glosaban estudiosos de la fisiología y de la aventura increíble y en acción del cuerpo humano en un pista.
Solo los mitos perduran, y menos en este rey de los deportes en donde el gol o el triple son el récord mundial y a veces ni siquiera la medalla de oro de unos Juegos Olímpicos.
Solo nos acordamos de la magia de Bubka sin fronteras, del dóping de escándalo de Ben Jhonson, de los últimos metros de Carl Lewis en donde todos sus rivales se quedaban aparentemente parados, de aquel cuento amarillo de Beamon en Méjico o de los casi nueve metros de esta disciplina realizados por Mike Powell, del aplauso contagioso e incitador de Willie Banks, de las batallas de la mili en blanco y negro de los soviéticos, o del party del 1.500 en donde retozaban majestuosos Sebastian Coe, Steve Ovett, Cram, González, Abascal, Aouita o El Gerrouj. Y si me apuráis, del marchador Robert Korzeniowski, o de Gebraselasie el fondista de la eterna sonrisa ganadora ...
Todo lo anterior parece magno e increíble. Todo estrellas. Pero la magia estaba por llegar. Venía de la exótica Jamaica de Bob Marley, y pocos le daban carisma de seriedad o crédito. Parecía faltarle un tornillo a aquel chaval. Y en atletismo hay catedráticos que escriben tratados, y guettos cerrados de sabios, y ortodoxia, y la sala de estar que es el básico y oscuro por no divulgado tiempo de entrenamiento durísimo y constante. Metódico.
Lo del show en la seria élite de la credibilidad del atletismo estaba por verse y por pasar las oposiciones de un deporte severo y hasta cruel, y a la vez y con la natación seguramente la disciplina más lógica y básica de practicar, como es el lanzar, el correr o el saltar.
Usain Bolt hizo trizas todos los estigmas y estereotipos. Batió todos los récords mundiales de la velocidad, pero no se contentó con eso que es meramente deportivo.
Bolt fue el Muhammad Alí del Atletismo, y habrá un antes y un después de uno de los iconos más colosales y actuales de todos los tiempos. La gente que no le gustaba el atletismo, ponía la tele, y tras verle ganar asistía a toda la improvisación del show y de la magia de su contagiosa, pícara y potente alegría.
Usain Bolt, el "relámpago", el "hijo del viento", o como mejor se le apode, ha sido el único deportista del planeta capaz de paralizarlo todo por unos segundos y construír un personaje que se te pegaba a la sonrisa y al corazón. Y no solo porque batía unos récords siderales,-que alguno de ellos pasarán décadas para ser abatido-, sino porque era el jefe, el arquero, el chico jamaicano que divertía, que levantaba al público con sus cosas, que tras ganar siempre y bien se iba hacia las gradas y hacía sonreír a todos los Estados y a todos los espectadores del planeta. El icono inolvidable nunca defraudaba. Era un regalo y lo es. Algo inexplicable que Jamaica ofrecía al dios Atletismo y que le daba al circunspecto entendido un anexo de la fértil imaginación y desenfado del más grande atleta de la Historia como ha sido Bolt.
Un genio. Un genio como velocista, un genio como mediático, capaz de leer las preguntas y las certezas de los periodistas, abordable, con un corifeo leal casi brasileiro y universal que le acogía tras sus exitosas carreras como una familia de cariño bestial hacia él, y sobre todo, algo nuevo, sorprendente, relampagueante, inesperado, caribeño, actual, bailarín a su estilo, desenfadado, admirable, inolvidable, vividor y especial.
Ver una carrera de Bolt valía dinero y glamour. En Londres nos acaba de dejar. Se ha retirado. No ha sido el final feliz porque Bolt hacía tiempo que no entrenaba lo suficiente. Pero como mito, se ha convertido en la más grande referencia de este deporte.
- THANK YOU USAIN BOLT -
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