domingo, 13 de agosto de 2017

- DON MARIANO Y YO -




Como hoy en día no se suele informar de nada y en el barrio en donde nací, he vivido y vivo están teniendo lugar nada menos que tres actuaciones urbanísticas a la vez, mi lar aparece como rodeado por obreros y preparándose para una nueva cara de futuro. Además y todo ésto, en mi Valencia, en donde ha hecho el verano más caluroso seguramente de toda mi vida. Ha sido y está siendo la gran nota destacada. Y he de abrir en lo posible las puertas y las ventanas, y el estrépito es constante en esta mi barriada abandonada hace décadas a la especulación y en donde los señores del ladrillo han dejado de hacer fincas nuevas para dedicarse ahora a obras de menor entidad en los barrios degradados. Le llegó el turno al mío.
Decidí informarme. Vale la pena y es conveniente. En la zona de las galerías hay belleza y tranquilidad a pesar de los chicos de las terrazas y de sus perros sin adiestrar con las inevitables consecuencias. Por las mañanas puede oírse el canto mágico de los pájaros acallado por un loro o cotorra adquirido por algún vecino insensato.
Es hermosa la iglesia de mi barrio. Tejas azules del siglo XVII y un gran encanto. Y de repente, unos extraños andamios que ...
En la iglesia grande y hermosa de mi barriada, me recibió el coadjutor don Mariano. No le conocía. Ni le conozco. Es un hombre menudo, ya mayor, cortés, educado, sereno, de nervios por adentro, con don de gentes y gentil.
Muy dulce. D. Mariano fue muy dulce y hasta entrañable. Al principio me dijo que conocía la barriada y luego se contradijo y me confesó que él era de Sagunto y que le habían destinado a esta iglesia. Apenas conoce la zona.
Sí. D. Mariano me recuerda a aquellos curas de cuando a mí me bautizaron ahí, la primera comunión, la confirmación, las bodas de mis padres y tíos, o la misa por el fallecimiento de mi madre creyente ...
Yo, fui al grano con el abordable D.Mariano. Hice antes una pequeña cola, porque había gente de Latinoamérica que requerían de sus servicios. A todos cumplimentó con exquisitez, atención y cortesía. Todos se iban muy contentos del lugar.
- "Y, ¿a qué se debe esta ampliación de la iglesia cuando el barrio ha quedado desértico, D. Mariano?" ...
- "¿Cómo te llamas?" ...
- "José Vicente" ...
"No creas. Aquí siempre viene mucha gente, sabes? No diré que el templo se llena siempre, pero aquí esto está afortunadamente muy bien y con mucha más actividad de lo que crees ...", me lanzó bien y directamente el cura.
En el tablón de anuncios podía leerse, "licencia de ampliación" ... Y ante mi tesón dialéctico y mi afán de conocer, y tras decirle al sacerdote que yo había nacido ahí, me contó que era cosa neocatecumenal. En otras palabras, de los seguidores de Kiko Argüello, conocidos popularmente como los "kikos". Y, me advirtió D. Mariano, que esta corriente dentro de la iglesia está teniendo mucho desarrollo y predicamento en la ciudad, así como otras corrientes. Será anexo y con varias alturas el oratorio que se ha decidido proyectar.
Sí. Oído cocina. La Iglesia necesita fieles latinos, o de donde sea. Pero esa bella iglesia no puede estar vacía con lo grande que es, y no les gusta hacer los oratorios en el seno propiamente parroquial o en la espaciosa Sacristía, como yo le sugerí al dulce D. Mariano.
Lo malo es que las actuaciones urbanísticas atraparán al sonido de los pájaros y a la magia matinal, afearán la visión, y todo lo demográfico y de ampliaciones propone nuevas perspectivas. Pero ya está todo decidido.
D. Mariano siguió dulce, se nota que es de pueblo, se puso práctico, y me dijo que saliéramos por favor al templo desde la Sacristía por si la tentación del Maligno hiciese a algún descarriado de Dios entrar a robar o a hacer maldad.
Yo, traté de seguir inquiriendo ya en vano. D. Mariano estuvo poeta y seductor, y llevando las riendas del partido suave y dialéctico. Y, sabiéndose ganador de mi curiosidad, comenzó a mezclar historia y dogma, la riqueza y sabiduría del Altísimo con su estrategia, para no dejarme hablar y para que no le pudiera cortar.
En vano. Yo corto mucho. Pero me di cuenta de que D. Mariano a su edad ya no va a cambiar ni yo tampoco. Me habló un poco mal de los que no profesan su fe religiosa, y yo sonreí por adentro desde mi confeso ateísmo.
-EMPATE TÉCNICO-

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