Cuando me pongo mis gafas de sol y me encierro en mi coche, es que algo ha pasado entre él y yo. Soy una señora independiente y madura, y nunca voy a olvidar los tirones de mi biología.
Mi amante animal es mi secreto que me llevaré a la tumba. No hay amor, ni somos pareja, ni estamos casados, oficialmente nunca nos conocemos, no me acuerdo siquiera de en dónde le conocí, pero hay ahí un misterio que está y perdura en el tiempo. Es más joven que yo, pero nunca le pregunto ni él a mí. No nos comunicamos nada que no sea el placer. Un placer único, animal, intensísimo y necesario.
Soy muy guapa cuando quiero y él es un diez físicamente siempre. Yo le veo así. Y nos atamos porque la Naturaleza le dio éso y todo es un regalo para mí.
La primera vez que lo hicimos, ni siquiera yo creía que me lanzaría resuelta en sus brazos y sin inhibiciones ni tabúes. Me sonaba su cara de antes pero no recuerdo más ...
Simplemente, caminábamos en compañía de otros perfectos desconocidos, y de repente se alargó mucho el día y nos quedamos juntos él y yo. Todo fue natural y especial. Y la verdad de ambos nos llevó a un beso rápido y a que yo me lo metiera en mi coche y me lo llevara a mi piso de esa playa que nunca nadie podrá saber.
Nos tomamos de la mano, y entonces el deseo nos llenó nuestras miradas. Yo le decidí la ruta y siempre guardamos un silencio entre gemidos. Logramos llegar a mi lar, y nunca nadie pudo sospechar nada. Y si lo sospechan, como que ya somos mayorcitos para que algo nos pueda condicionar. Y a la par, se decidió que un gran atractivo fuese nuestro secreto. Lo nuestro crece y se desarrolla en la medida que nadie puede saberlo.
Acabo estresada por mi labor en una empresa privada de asuntos de Economía, y hasta ahí puedo escribir. Nunca diré si soy la última mona de la empresa, o si soy la que corta el bacalao. ¿Qué más da? ...
Hay un teléfono que solo puede conocer mi maravilloso animal. Sí. Yo le he bautizado como mi amor animal, y él se ríe sin estrépito pero con agrado y complacencia. Complicidad sellada.
Nuestra cama es nuestra. Y sobre todo,-y no soy halagadora-, de él. Porque mi animal ha explorado mi cuerpo y sabe el sitio que me gusta a regañadientes y para quedar cortesmente bien, y el lugar volcán en donde sabe excitarme, electrizarme, y hasta hacerme soltar lava. Mi fiera es muy bueno ahí. Donde las personas volvemos al eterno del tiempo y en donde todos los tabúes se resquebrajan y acaban cayendo a la basura del absurdo.
Me despeina, me pongo taconazos para él, la lencería es mi regalo, voy al gimnasio en gran parte para mi animal y de paso para conservarme bien, le dejo que haga y haga, y cuanto más hace, mejor.
Mi animal maravilloso apenas habla, y cuando habla no parece tener estudios superiores. Da lo mismo. Porque mi rara avis para mí, es exactamente lo que siempre ha buscado mi relax y mi independencia de señora de hoy. Me importa una higa lo que haga cuando no estoy con él. Paso de su estado civil, o de toda su característica personal que es cosa de él. Ya se apañará con su vida de después cuando termina el último trago de nuestro placer inigualable.
Mientras mi animal no haga algo destacadamente malo o hasta bueno, seguirá teniendo en lo hondo de su agenda el teléfono que a mí más me gusta que tenga y que es el mío personal. Y mis amigas me preguntan envidiosamente cosas con la excusa de que se me ve guapa y hasta radiante. Con las ganas de saber se quedan. Que nadie pregunte pues.
-ES MEJOR ASÍ-
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