Naturalmente que sí. Por si alguien podía tener alguna duda. Yo sigo caminando por mí mismo y en busca de mí. No es una heroicidad a la edad que tengo el retornar a mí mismo, sino una básica necesidad.
Sí. Sigo probándome los trajes de la vida; de esa misma vida que no pude tener ni vivenciar. Sigo marchando ahora desde mí mismo a pesar de todas las sorpresas y adversidades. No me quedo en la casa de la derrota, y visito muchas ópticas. Muchos enfoques nuevos aparecen en mi modo de reflexión.
Lo que me pasa no es tristeza, sino nostalgia. Porque ese esfuerzo propio que hago todos mis días se refugia a veces en un tiempo que ya no existe y que jamás existió. Se rompen unas gafas, pero el camino de la vida ha de seguir imparable. Es cuestión de graduarme con fe mi mayor horizonte de esperanza. De ver mejor y más agudamente lo que lo cotidiano e inevitable me ha de proponer. Da igual el pasado. Y si el pasado me lleva a lastres duros de sobrellevar, entonces me aferro con uñas y sonrisa al presente de indicativo de mi vida actual. Asumo lo nuevo que va llegando, con cautela y tratando de aprender de los errores de antaño. No me es nada fácil no caerme en el desánimo o en el victimismo,-que no sé qué es peor-, y cual fondista inteligente me rehago pronto y no rehuyo mis responsabilidades.
Mi mundo tiende ya a no ser inventado, sino demostrado y auténtico. Desde esa vital perspectiva veo acercarse al otoño inevitable que cierra un verano caluroso y exigente.
Yo soy mis cuatro estaciones. Sin muletas ni referencias erróneas. Toca mirar lo que hay e intentar lo máximo posible en mis decisiones. Y no puedo negar que todo este trayecto agota a veces hasta la extenuación, pero es mi gran precio que pago por ser el único dueño de mi vida y de mi libertad.
Ahora no es mejor el no pensar demasiado y el ir partido a partido con los menos agobios posibles. He conocido a gente nueva, y el que sigan cerca dependerá siempre de mis reacciones y de mis actitudes y respuestas.
A veces me asalta el descorazonamiento y me veo perdiendo la batalla justa de mi ilusión. Pero solo es el cansancio momentáneo y coyuntural. Porque voy aprendiendo cada día, y equivocándome con paciencia y no lanzándome más latigazos sobre mí cuando yerro. Soy comprensivo conmigo hasta cierto punto. Debo exigirme continuidad y fuerza para ganar con seguridad mi orden propio.
Porque en mi vida todavía anidan los rescoldos de los errores de antaño. Todavía los tengo revoloteando. Pero poseo una poderosa convicción de fondo. Voy a ordenar todo esto. Voy a estructurar y organizarme el caos de proyectos que tengo por delante y que me ilusionan a la par que preocupan. Mas es la preocupación lógica de esa incertidumbre de quien no pudo vivir plenamente la libertad.
En los momentos más complicados en donde se me cruzan sentimientos y emociones, siento que todo esto no es más que una escuela formativa. Todo es crecer, y seguir aprendiendo, y tomar decisiones y responsabilidades, y esperar a que los nubarrones negativos den paso a mi sol del sosiego. Ese y no otro ha de ser mi gran objetivo vital. Ser yo de ahora, de ahora en adelante, de presente para futuro, de habituarme a lo nuevo y necesario, de otro acento y consideración, y de nueva lógica y óptica.
Si lo voy a conseguir plenamente podrá decirlo el tiempo y su transcurrir, que esto es difícil es más que lógico y evidente, y que no me voy a rendir lo tengo más claro que que tengo derecho a lograr encontrar nuevos caminos para encontrarme más que mucho mejor.
-Y UN ABRAZO A MIS LECTORES-
0 comentarios:
Publicar un comentario