El hecho de mi situación precaria,-la cual solo me permite llegar justo a fin de mes-, invitaba a probar semana tras semana yendo a la casa de la loterías. Incluso había alguna semana, la cual yo no iba. ¿Para qué? Si no me iba a salir nada, hasta sería absurdo probar...
Hasta que un día, el lotero me dijo que me habían salido cuarenta y nueve euros. Yo, reaccioné así:
- "¡Eh! ¿Cómo dice?, ¿me ha salido todo eso? ¡Ah! Entonces ... Entonces, esta semana ni siquiera tengo que pagar nada y ..."
- "Claro, hombre. Esta semana no pagas. Esta semana, toca cobrar. Je,je,je ..."
La contestación del lotero fue irónica. Normal. Si apenas me gasto semanalmente unos seis o siete euros en las apuestas y me habían salido cuarenta y nueve euros, dicen las matemáticas que no he de pagar ni un solo céntimo de euro.
La verdad, es que el premio, me sorprendió. Porque en ningún momento esperaba aquello. ¿A mí me iban a tocar cuarenta y nueve euros? Llegué a pensar que eso era casi imposible. No sé ... Algún error de la máquina, o cosas así. ¡Cuarenta y nueve euros! ¡Coño! ¡Qué sorpresa! ...
La verdad es que esa cantidad de dinero, no deja de ser un pellizco menor y sin apenas importancia. No es dinero. Solo es una pequeñita cantidad, solo que a mí me sonaba a cientos de euros, a euros sin fronteras, a que había pasado algo extraño, algo no previsto, algo que seguramente nunca más sucedería. Y de hecho llegué a pensar que aquello podía marcar un tope, y que ya nunca más volvería a ser afortunado con esa cantidad ni parecida.
Con el tiempo, descubrí lo que estaba pasando. Lo de menos era mi actitud ante el hecho del azar. Yo no me sentía digno de recepcionar buenas noticias. Como si mis sorpresas positivas se hubiesen extinguido, o formasen ya parte de otros tiempos mejores y más propicios.
Seguí haciendo las loterías semanales, y resultó que no había una semana en la que no me saliera un pellizquito de dinero. Hablo de cantidades muy modestas. Pero, cantidades al fin y al cabo. ¿Cómo sería posible que todas las semanas me tocara algún dinero, aunque fueran modestas devoluciones? Ésto, lógicamente, en tanto que azar, no deja de ser un misterio imposible de resolver ...
El motivo que me lleva a este escrito, tiene que ver con otra cosa. ¡Conmigo! De mí. De mi persona. Del José Vicente ese que escribe. Lo que sucedía realmente, es que yo no podía creer que a mi vida llegasen cosas positivas o favorecedoras. Exactamente me refiero a esto. ¡No! Mi vida ilusionante no había terminado. Todo era una especie de pensar negativo interior. Un símbolo de mi alma. Y llegué a la conclusión de que debía abrirme más a las posibilidades que la vida ofrece. Que cada día podía ser una sorpresa. Que yo no había de dar todo lo bueno por concluido y clausurado.
Porque eso significaba sencillamente, la derrota final y asumida. No se puede vivir en la derrota. Hay que renovarse cada día a través de nuevas experiencias y de nuevos sucederes.
Porque yo aún estaba vivo, y aún debía esperar cosas divertidas y distraídas de la vida. ¿Qué tenía yo que perder? El no, debía dejar paso a la puerta entreabierta de la duda y también de la libertad y el placer.
De aquel momento negativo, logré sacar conclusiones merecidas y reales. Y gané autoestima. Y sigo jugando a la lotería, que también el azar es vida. Pero he comprendido que hay mil cosas tan satisfactorias o más que el pellizco del dinero. Me gustan mil millones de cosas. Siento curiosidad por el mundo que me rodea. Soy consciente de mis situaciones y de mis posibilidades, y sé que aún hay muchísimo camino por recorrer. Y ya no voy a la casa de las loterías con el no como bandera, y no se espacian mucho mis modestos pellizcos de fortuna. Quizá porque la fortuna es otra cosa. Otro sol, otra primavera, otra llamada de teléfono a media tediosa tarde, mi afán y hasta facilidad para pronunciar los distintos sonidos del inglés que estudio con deseo y acierto. Me agradan los sonidos difíciles y poco habituales. Porque tras esos signos hay semillas y magma de crecimiento. ¡Quiero seguir aprendiendo!
Me gusta y practico deportes de mesa. Con la práctica, perfecciono y mejoro mi juego. Y también mi juego vital es madurar, y aceptar el paso del tiempo y cuidarme más que antes. Y estar más sereno, lo cual no significa ni pasivo ni aburrido.
Cuido mucho más mi alimentación. No descuido las visitas al médico. Sigo escribiendo, escribiéndoos y escribiéndome. Nací y moriré escribiendo. Me va la inquietud intelectual, escuchar a quienes aportan argumentos que considero de mi interés y para mi aprendizaje, desnudo y juego con mis sentimientos y con mis emociones, y me apasiona ir conociéndome peldaño a peldaño mejor a mí mismo. ¡Me expreso! ...
Me gusta causar buen rollo a mi alrededor, y aceptar que hay que tener los pies en el suelo. El mundo es ya digital, y yo no pasé de analógico. Pero eso no lo interpreto como un quedarme atrás. Porque yo nunca me quedo atrás. Y seguiré teniendo curiosidad por todo, y valorando siempre y por encima de todo al factor humano.
Siento pasión por los movimientos sociales, por los universos personales, me encanta la sociología y la antropología, y sobre todo me gusta estar receptivo y pensar convencido en que el tedio es tan letal que nunca podrá conmigo. Ya no tengo las piernas de cuando hacía tantos deportes a nivel amateur, pero sigue en mí la llama olímpica de los aconteceres vitales conseguibles y favorables. Como cuando aquel pellizquito de fortuna dinérica, que casi sin querer me hizo reflexionar acerca de mi actitud, y salir de un momento oscuro y terrible.
También soy un boleto de lotería que puedo salir, sin necesidad de que lo digan los bombos de la suerte. Me gusta viajar físicamente a los sitios, a pesar de las dificultades propias de unas rodillas protésicas y de unos bolsillos más que modestos. Pero me rearmo anímicamente, y siempre tras la borrasca sale un sol bien ubicado que alumbra e ilumina realidades. Me pregunto cómo pudo haber en mí tantas negaciones al derecho de mi satisfacción. Pero no le doy demasiadas vueltas.
-LO IMPORTANTE ES EL DÍA A DÍA. -
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