Cercanía. El director muestra primeros planos, mucho dolor cercanísimo, mucha gente a la vez intentando asimilar la tragedia que les invade. Miradas a los ojos, cámara sobre las manos, los rictus o las palabras. Nada más humano.
Sobrevivir. ¿Qué coño es eso de sobrevivir cuando se tiene mucho, incluida la sana vida, la juventud, el deporte, la fortaleza y el horizonte vital? ¿Qué puede pasar cuando todo se tambalea, cuando todo está al revés, cuando no hay más bemoles que llorar juntos, que decidir juntos, que urdir juntos, que hacer sociedad, que respetarse el pánico, que poner orden, y todos los etcéteras que tienen lugar en el medio de un espanto? ...
Cuando todo parece que fenece, la razón busca y busca. Y lo considera todo. Se abraza y encomienda al Dios, e incluso piensa en comer ... ¿Comer? ¿Qué comer cuando no hay nada más que vivos, heridos y muertos en medio de las cumbres nevadas con un frío glacial? ...
Impactos. Golpes. Más golpes. Aludes. Más gente atrapada. Jóvenes muchachos de un equipo de rugby aplastados por los aludes de las tormentas y la nieve. Hasta que una locura maravillosa logra hacer que un superviviente se líe a golpes y alcance a abrir un hueco en la trampa de la nieve. ¡Carajo! ¡De nuevo la luz! ...
Viendo este gran documento fílmico, puede entenderse por qué esta película no ha sido finalmente nominada para el Óscar a la mejor película extranjera. Sí. Es, porque nuestro mundo no aguanta mucho la realidad de la angustia, se tapa el ojo, y decide que el cine solo habrán de ser comedias o películas con bastantes sonrisas y las menos angustias posibles. Lo de menos es que la peli esté más que bien hecha. El asunto, es si el espectador estará hecho a la propuesta. En esta sociedad, no será la mayoría.
La muerte, aprieta. Aprieta, hasta que no haya otra que alimentarse de los cuerpos de la gente fallecida. Comer o morir. Nadie va a ir a su encuentro. Les tienen por muertos. No les han visto y han desistido de la idea de rescatarles. No es posible que transcurridos muchísimos días, haya alguien vivo ahí. No han visto los restos de la aeronave, porque son pequeños y están desperdigados y tapados. Un buen trozo, hace a los supervivientes de voluntarioso escudo para el infernal clima exterior que es muerte.
Decisiones. De nuevo la supervivencia. Quedarse quietos sin hacer nada, no es sino un suicidio. La única forma de soñar es el reto físico y dinámico del enorme esfuerzo del largarse de ahí en busca de vida y ayuda. Hacia donde sea. Les ayuda el ser jóvenes y amantes del duro rugby. Atletas. Pero eso no es garantía suficiente.
La única garantía es la decisión y el inconformismo. La protesta corporal. No les da la gana el morir. Y una pequeña expedición, se agota subiendo y bajando la cordillera andina, desorientados por completo y a merced de las tormentas y el dolor.
¡Vamos! ¡¡Vamos!! ... Es la idea salvadora, la idea genial, la idea que puede darle un corte de mangas brutal a la muerte definitiva que parece jugar a burlarse y a relamerse entre los desafortunados.
Pero, ¡sobreviven! ... Mientras caminan y se coordinan, están esquivando la muerte direccionando hacia la diosa Vida. Y casi de repente, los expedicionarios de la avanzadilla perciben que la nieve cede, que aparece la hierba verde, y la roca desnuda. Y parece que poco cambia, que no se sabe por donde avanzar, y que todo sigue idéntico destino.
Mas esta vez, aparece un hombre. Un lugareño subido a un caballo. ¡El encuentro! ¡La muerte ha de joderse! No ha podido con todos. El contraataque humano de su inconformismo ha tenido un espléndido final. Son rescatados de la montaña terrible, los vivos, los heridos y los muertos. Todos.
Se desata la emoción en la sala del cine en donde todos lloramos como humanos todas las últimas escenas del film. La fuerza emocional es imparable. La tragedia que pasó a la Historia, se ha rememorado con todo el acierto.
¡POTENTÍSIMO!
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