Substituír al Schellinger extraodinario de los sesenta, no parecía ser reto fácil. Pero el relevo, se obtuvo sin el más mínimo de los problemas. Porque Beckenbauer comenzó de bien joven a demostrar que su fútbol podía ser tan completo y versátil como su enorme personalidad y liderazgo. Técnicamente, era buenísimo.
¡Elegancia! Todos quienes glosan su vida futbolística, introducen en sus retratos este calificativo. El fútbol alemán, también podía ser vals. El atleta, no solo sería veloz, duro o goleador, sino igualmente gentelman, sexy o glamouroso.
El atractivo "Káiser" de Bavaria, era agraciado y mandón. El puto amo, pero sin estridencias. Jugando un fútbol delicioso, casi como la zurda de Overath o la magia felina del gran Sepp Maier.
Beckenbauer leía los pases como nadie. Veía el fútbol con naturalidad, suavidad y oportunidad. Con un sentido de la colocación, insuperable. No solo fue el mejor defensa del mundo, sino que cuando llegaba también al otro área, era mejor que empezaras a preocuparte.
Franz, fue el mejor jugador de Alemania y uno de los mejores del mundo de todos los tiempos. Y, siendo defensa. E inventando la dinámica y brillante idea del líbero auxiliador que arrancaba aplausos cuando convertía el riesgo en su área en una mágica reversión de alegría y sonrisas.
Uwe Seeler, los grandes porteros, los goleadores exuberantes, los defensas atléticos y poderosos, Helmut Schoen, Wesweiler, Latek, los centrocampistas fondistas capaces de correr sin parar atravesando prórrogas sin desfallecer ... Todo se decidió cuando el mítico "Emperador" saltó al campo y cambió muchas cosas con un balón en los pies.
Todo lo anterior del blanco y negro quedaba atrás y menor. Beckenbauer fue el mejor pelotero de esa Alemania siempre victoriosa y competitiva. Su juego podía ser hasta "brasileño". Un alemán también podía darte amenidad y entusiasmo de sorpresa, si ese jugador era Franz. Te podías añadir con él, muchas magias más de divertimento. La victoria germana era previsible. Pero la magia de Beckenbauer quedaba expedita solo para los sibaritas estetas que siempre quieren el algo más de las cosas imposibles. Franz, fue posible. Y se ganó el respeto y la admiración de todos. Fue el gran chico guapo e indiscutible de la mejor película del fútbol alemán. Y todos los demás, a obedecerle y a callar. Pero, todo, ¡con elegancia! ...
Beckenbauer, tras retirarse, estuvo ligado a cargos directivos del fútbol de su país. Y entre el Poder, se dijo que no había manejado los dineros en la buena dirección y quedó acusado.
Ahora que ya,-enfermo y decaído-, el Káiser nos ha dejado, yo prefiero centrarme en su excelsitud como futbolista grande entre los grandes. Beckenbauer es un tesoro que se convierte en mito. Como cuando jugó con el brazo en cabestrillo en la prórroga del mejor partido de la Historia, como fue el Italia-Alemania de Méjico 70.
En ese bar de mi barrio que ya no está, había en su interior un usual televisor en blanco y negro. Ahí, descubrí al gran Franz. A los locutores de voces admiradas glosando a un futbolista excepcional. Hablándole con respeto admirado, rindiéndose a su personalidad, y haciendo caso de su capacidad de ser un lince tranquilo del fútbol, adelantado a su tiempo. Pero sin necesidad de hacer alardes ni estrépitos. Con su sacrosanta elegancia y contención. Con su sabiduría especial.
-DESCANSE EN PAZ.-
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