domingo, 26 de junio de 2022

- RUBIA, OJOS MUY VERDES ... -



Delgada y alta, mirada especial. Joven Todavía. Muy joven, a pesar de los peses. Completamente desconocida. La llamaré "Mariposa" ...

Se acercó a la mesa de un bar en el que yo departía con unos amigos. Afuera, en la calle, hacía demasiado calor. Y "Mariposa" nos miró. Se fijó en un anciano que nos acompañaba, y le dijo cosas. El viejo, la miraba cómo solo lo hace un padre o un tío. La sonreía.

"Mariposa" parecía  tenerlo todo para ser feliz. Vestía ropa moderna y veraniega, pero en sus ojos había demasiada demanda de atención. Demasiado guapa para vagar tan sola, "Mariposa" se lanzó a contarnos las miserias de su vida. E impresionaba su crudeza. Sin trabajo, sin ilusión, y con una elegante sonrisa agradecida e impostada.

Tenía un hijo, un ex, la pandemia, y sus dificultades personales, el sentirse apartada, y una salud mental un tanto cuestionable. "Mariposa" nos dijo que había sufrido un aneurisma, y que le habían puesto una cosa desde la ingle a la cabeza. Y no contó mil cosas más, porque se daba cuenta de que debía salir del bar.

Su mirada. Yo, me quedo mucho más con su mirada que con su relato. Porque "Mariposa" buscaba miradas. Buscaba desesperadamente a alguien que le hiciera caso, que la sacara de su pozo, que le diese calor, que la atendiese correcta y dilatadamente. Que la calmara.

¿Buscar la atención entre extraños? A veces la desesperación ser torna demasiado incómoda para quien la sufre. "Mariposa" estaba luchando entre su orgullo y juventud, frente a su vulnerabilidad descarnada. Era como si planteara prostituírse con el primer hombre que la prestase atención, a cambio de paz y de estabilidad personales. 

Yo miré a los ojos a "Mariposa". Fijamente. Y ella clavó los suyos en los míos. Me di cuenta de que necesitaba desahogarse, y por lo tanto ya no me fijé en su fresca y lozana belleza. Puse cara de escucharla muy atentamente, y aún así me atrapaba su dolor.

"Mariposa" estaba llena de dudas. Su comportamiento trataba de ser extremadamente correcto y delicado, pero interiormente era evidente que la mujer presentaba un polvorín de sentimientos desbocados y negativos.

Yo, no podría ayudarla. Un psiquiatra le daba cita para tres meses. "Mariposa" decía que esas pastillas no le permitían ver el mundo, reflexionar o relajarse debajo de una acogedora higuera.

También su peor enemigo era ella misma. Y cuando alguien corregía su discurso intentando sugerirle una solución a sus necesidades, entonces aparecía una "Mariposa" que negaba sin negar la ayuda, pero que era evidente que los consejos le tocaban profundamente las narices.

Porque "Mariposa" quería ser el yin y el yang. O, el alfa y el omega. Creaba dolor, pero ella y solo ella deseaba tener la llave maestra para solucionar sus problemas. Es decir, que estaba perdiendo algo tan importante como es la confianza en los demás.

Ese era y es el gran peligro de "Mariposa". Su decepción y escepticismo ante el mundo conocido, la sensación de ser una mierda olvidada, o que creyesen que ella era tonta.

Y en se doloroso bucle, "Mariposa" salió del bar y se alejó. Quizás ya nunca la veré. Pero sus ojos seguirán siendo duros y atentos. De niña y de super woman a un tiempo. De modo, que espero que el aneurisma, la emocionalidad y su orgullo de chica fuerte, naveguen en una sola y acompasada dirección.

¡SUERTE, "MARIPOSA"!
 

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