Y cuando en lo más alto del Olimpo está el coronavirus y las gradas defensivamente vacías, los jóvenes atletas se atreven hasta a batir récords mundiales de natación en territorio comanche y oriental.
Estos Juegos huelen a reality y a nostalgia. Ya no está el dios Bolt, Phelps, o el mago Farah, pero otros chicos y otras chicas seguirán su estela. Porque la vida, sigue. En la tele, nos machacan a películas y a documentales, acerca del corte de mangas de Owens a Hitler. Ahora, el avance del fascismo es un hecho cancerígeno que debe combatirse.
Los periodistas se han vuelto gritones forofos. El fulgor de los gladiadores precisa de gritos y llantos sin complejos. El talante universitario de algunos deportes, va llegando con los nuevos tiempos a su fin. Chicas, chicos, de muchas edades. Niñas de pretetas y madres consagradas, nos hacen admirar la capacidad y el cuerpo humano. El hedonismo se exhibe entre tatoos y prestigios. No hay público, pero hay frescura y ganas entre estos jóvenes que se curran y mucho sus retos y su energía.
¿Qué hacen "Nole" o Pedri, o dioses de todo el año, al lado de chicos desconocidos y fugaces? Sueldos variopintos, ilusiones parejas y casi profesionales, sudores, besos, reivindicaciones, novatadas y hasta caricias descalzas o con zapatillas.
Simone Biles da la gran campanada en los morros del tabú de la salud mental. La negrita tiene las cosas claras. Son seres humanos como los demás, aunque destaquen en sus disciplinas. Pero en la esencia son lo mismo y deben salir del armario los problemas emocionales. Con la "Iglesia" ha topado la valiente Bales. Los locos también pueden ser genios y tener los mismos cojones y ovarios que los cuerdos. La locura es una palabra con estigma que tiene raíces individuales y un fondo común. Y hay que reivindicarse desde el Everest de sus vidas cuando en el cielo te sientes una mierda a la deriva. De homos, aún no se habla demasiado. Ni de trans. Pero el mundo del futuro imparable se llama libertad.
En el tartán, los hombres y las mujeres balas, asombran hasta a las cámaras de fotos, y nosotr@s nos sentamos plácidamente en un sillón para loar esos diez segundos. La velocidad corta, es un gran invento en tiempos de cine de acción.
En Tokyo no nos hablan apenas del calor sofocante o de la humedad patológica para los esfuerzos magnos. Los medios pasan de puntillas y se centran en el atletismo y se refrescan alegres en el agua. Debe haber alguna razón oculta por la cual las chicas no nadan en bikini. Y fuera de machismos ...
Carreras de fondo. Los africanos huyen de las guerras y se toman sus vacaciones y excursiones camino de las medallas. Se visten de soldados deportivos, y son capaces de desafiar ritmos y pasar el último kilómetro en escasos 2 minutos. Y al cabo de nada, se envuelven en llamativas banderas y se amarillean y engalanan de magia y glamour. Es la elasticidad y el huir de la pobreza y de la desesperación. Si no ganas, puedes pasarlo mal. El racismo, se nota. La desigualdad es notoria. Y los orientales no logran apenas ser mediáticos. Su altura es gen, haiku y obediencia.
¡HACIA EL EMPERADOR!
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