sábado, 14 de enero de 2012

- "PATXI" -



Patxi Zoltás. Vasco. Cincuenta años. Víctima del terrorismo etarra. Le soltaron un bombazo, y salió milagrosamente ileso. Tiene una mujer y una hija. Su hija, su tesoro juvenil y su regalo. A su mujer, Patxi la adora y es correspondido.
Lo que pasa, es que hoy es un día raro para Patxi Zoltás. Es el primer día desde hace quince años, que no lleva escolta. Se siente desnudo y como si le faltaran muchas cosas. Le han dicho desde el Gobierno Vasco, que la ETA ya no piensa hacerle daño, y que ya podrá circular por Euzkadi sin temor a daños.
Patxi, no se cree nada. Son demasiadas años con escolta. Lo primero que ha hecho al tomar su coche, es mirar debajo de él en busca de una hipotética bomba lapa. Ya se ha agachado en dos ocasiones. No. No parece haber nada. Pero, Patxi no anda ahora convencido de nada. Teme, por si acaso le matan, que su mujer y su hija sufran demasiado ...
Por fin, Patxi Zoltás pone su vehículo en marcha. ¡Que sea lo que Dios quiera! Y, ¿en dónde estará su escolta?, ¿por qué tiene que conducir ahora él solo su vehículo?, ¿es     que   no  comprenden que le pueden matar los asesinos en cualquier momento? ¡Coño! ...
De repente, y ya en la carretera, un conductor le hace una maniobra inadecuada. Patxi saca toda su furia, y le dice de todo menos bonito. ¿Y si es de la ETA? ¡Dios! Debe pensar mucho más en su hija, en su mujer, y en él mismo. Debe cuidarse más.
Y, ¿a dónde va Patxi Zoltás con el coche? En principio, a su trabajo de concejal en un pequeño pueblo de Guipúzcoa. Joder, hoy no desea Patxi ir al trabajo. No se siente seguro. Lo que  se siente, es bastante mal.
Le apetece detener su vehículo, y lo detiene. Desciende sigilosamente, mira en    todas    las  direcciones, y ve que hay cerca un frondoso parque. Se sienta en uno de los bancos de dicho parque, saca su móvil, llama al Ayuntamiento en donde trabaja, y les dice que hoy por favor no le esperen. Aceptan sus disculpas, y le dicen que no se preocupe.
Su mujer, es ahora quien le llama al teléfono. Está tan preocupado como él, o más. Pero Patxi Zoltás le suelta unas risas y logra levemente tranquilizarla: -"No pasa nada, cariño. Además, hoy voy a ir a casa a comer. No te preocupes, ¿vale?"...
Patxi vuelve a su auto y da unos paseos recorriendo caminos al azar. Siente miedo. Siente vértigo y peligro. Finalmente, se detiene en un pueblo al azar, y de mayoría abertzale. Le echa valor. ¿Le harán algo? ...
¡Ahí les ve! Ahí están. Los amigos y simpatizantes de ETA. Algunos le han reconocido,  e  incluso alguien le tira una sonrisa maliciosa y desafiante. Pero Patxi no quiere líos. Pasa de ellas y de ellos, que es lo mejor. Cabeza fría.
Lo que va a hacer ahora, es dirigirse a casa de un buen amigo. Necesita relajarse y contarle muchos temores y problemas propios. Quiere abrazarle y que le abracen. Quizás llorar ...
Sí. Se siente Patxi, un perdedor. No acepta ni aceptará jamás la libertad que siente que no tiene, y no digamos el bombazo que le arrearon sus putos enemigos. Nunca les perdonará. Y la palabra pacificación, le suena a hipocresía. No va con él la historia del nuevo tiempo y de la sinceridad esa. Si algún día asume que las cosas han cambiado en su tierra, será el primero en admitirlo. Pero, por ahora, sus heridas están demasiado abiertas y descarnadas.
- ¡ÁNIMOS, PATXI! -

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