jueves, 30 de abril de 2020

- EL PENOSO MUNDO DE LOURIE -




La mente humana es apasionante. Y el que crea que es tema menor, debería conocer el mundo de Lourie. Porque en su mente caótica y ajena al coronavirus, existen otras prioridades mucho más importantes. O, así afirma ella ...
A Lourie, la conocí hará varios años en una reunión de gente que quería hacer un grupo de amigos. Y me impresionó su corto cabello, sus bellos ojos verdes, su obesidad, su extraño silencio y su potente orgullo.
Fracasaba Lourie. Sí. Y fracasaba, porque ella no buscaba amigos y por una razón fundamental. Porque no cree en ellas y en ellos. Solo iba a las citas a lamentarse de su situación, una y otra vez. Y claro, como la gente busca estos encuentros generalmente para evadirse  y marcarse unas risas, al verla con esa actitud silente, casi ausente y tremendamente extraña y negativa, pues como que pasaban de ella. Y si insistía, no andaban con rodeos, y directa o sutilmente la mandaban a hacer gárgaras huyendo de ella y estableciendo alianzas y estrategias para alejarse.
Un día, decidimos telefónicamente quedar en un sitio. Y tras decirme que todos los del grupo eran más que malos, aceptó dicha quedada. Y, ante mi sorpresa, no se presentó.
De modo, que decidí pasar de ella porque no quiero bromas. Pero al día siguiente me llamó y me dijo que lo sentía de verdad, y que se había quedado dormida, y quizás mil excusas. Y no quiso fijar ninguna otra cita más. Hasta que pasaron unos meses, yo confieso que la había borrado de mi agenda de contactos, hasta que un día me llegó un watsaap suyo. Allí me ponía si me acordaba de ella, y que quería hablar urgentemente conmigo. Por teléfono. Lourie quería hablar solo por teléfono. Y a mí me supo mal decirla que no, y acepté. Intuí que tenía muchos problemas, y pensé que yo podría ayudar.
El mundo de Lourie es vulnerable y caótico. Al principio pensé que se trataba de una mujer atrapada por un pasado mejor, pero poco a poco me di cuenta que su discurso apuntaba a algo más que a la rigurosidad de lo que me refería.
Lourie me dice,-sin dejarme meter baza y hasta perdiendo la noción del tiempo-, que ella era una inocente, y que se casó con un psicópata que nunca la quiso. Y que decidió adoptar una niña china, que su madre es una hija de puta, que su marido quiere robarle a su niña, y que hasta la policía y su abogada la persiguen, se introducen en su móvil, y ella se siente como un guiñapo a merced de los demás.
La voz de Lourie es lo de menos. Lo de más es que habla muy fuerte, como si le faltara el oxígeno, y su hablar se torna hegemónico y perturbador. Y además, no tiene horas. Puede estar devorando el tiempo de los dos, sin caer en la cuenta.
- "¡Lourie! ¡Pero tú sabes que ahora no puedes hacer esas gestiones porque estamos confinados y hay que esperar a que ceda todo ésto! ..."
- "¡A mí lo del virus no me importa! Para mí, ¡no existe! ¡Tengo cosas más importantes que resolver! Y ..."
Imposible. Hace tiempo que me di cuenta de que con Lourie es imposible cualquier tipo razonable de conversación. Y decido seguirle la corriente, porque me apasionan los mundos imposibles. Y su mundo enfermo de percepción y de impulsividad, me es en el fondo apasionante.
Lourie, cree que la persiguen. Sí. Debe padecer algo así como manía persecutoria. Y está obsesionada con el móvil, con el ordenador, y con mil elementos que no necesita. Porque lo que necesitaría sería poder intentar conocerse a sí misma. Pero me temo que eso ya no es posible.
Lourie está peleada con el mundo, y encima no se cuida. Y es capaz de dormir a deshoras, de no tomarse las pastillas que su psiquiatra le prescribe, de decirme mentiras o pretenderlo, de seguir en otros mundos paralelos a la realidad, y de seguir en su pozo sin fondo.
Lourie, llegó a vivir en el lujo tras casarse con su marido, que al parecer tenía un buen trabajo y que procedía de un staff económico potente. Sí. Toda esa zona de la Valencia lujosa en exceso de la Avenida de Francia, fue su hogar de nivelazo y oropel. Y me cuenta que viajó por todos los lugares del mundo con un marido canalla que siempre pasó de ella. Y que su madre la dejó tirada y se alió con su maldito ya ex marido. Y que tanto la jueza como la abogada que llevan la custodia de su chinita, actúan siempre para perjudicarla por la presión de quien fue su hombre.
Y como cree que le han hackeado los suyos su teléfono, Lourie está haciendo en estos días experimentos a la suya, a ver si logra otra línea distinta, y así logra zafarse de sus constantes perseguidores.
- "Lourie, ¿tú sabes que si bajas a la farmacia con tu tarjeta sanitaria te dan gratis tres marcarillas? ..."
- "¡Es que no me comprendes! Lo que yo necesito es que alguien me ayude con el nuevo móvil de mi nueva compañía y ..."
- "Pero, ¿tú eso de la farmacia lo sabes, Lourie? ..."
- "No lo sabía. Gracias. Luego bajaré. Pero a mí lo que me interesa es configurar bien esta nueva línea de teléfono y saber si el watsaap te sale o no. ¿Puedes mirarlo? ..."
- "¡Pero, Lourie! ..."
- "Bien. Vale. Déjalo. Adiós ..."
¡No se irá! Siente tanto sufrimiento emocional, que volverá a llamar. Sabe que no puedo ayudarla en estas cosas de los teléfonos y de internet porque mis conocimientos son más que limitados.
Sí. Lourie seguirá llamando. Porque su mente le dice que sí. Y que por fin tiene un aliado que le da carrete y le sigue el juego. Y no es que me esté replanteando el ayudarla, pero no voy a implicarme tanto y reduciré mi tiempo de conversación con ella.
No respeta, la pobre Lourie. Su mente no está para respetar a nadie. Es todo superior a su voluntad. Ahora voy comprendiendo el porqué de sus tantos imaginados enemigos que parecen ponerse en su contra. Hace ya tiempo que me percaté de ello ...
Desconozco cómo concluirá esta historia. Intuyo que los suyos saben de su patología mental y temen que acabe haciéndole mal a alguien aparte de a sí misma. ¿Y si me lo hace también a mí? ... No lo creo. Pero, tomaré hábiles estrategias por si acaso.
Sí. La mente humana en una mujer bella y físicamente un portento. La mente puede ser creatividad y lógica, pero a veces tiene un anverso realmente negativo y misterioso. Parece casi mágico y hasta aprehendido lo que Lourie me refiere. Y cuando yo la digo que no se descuide, que luche por ella misma y que tenga confianza en el futuro, se enerva todavía más. Lourie debe andar en la autodestrucción, y evidentemente en la falta de alguien de compañía y tutelaje para las cosas de su mundo peculiar. Y en esa autodestrucción infantiloide que se plantea, también está la violencia inconsciente. Lourie ha construído y sin saberlo, un mundo paralelo al real. Y en ese mundo espadachín e imposible, dejado y absurdo, se siente por lo menos, alguien.
Y entonces reflexiono sobre la salud mental y los estigmas, y que les vemos mal, que nos molestan mucho y todo, que les miramos a los enfermos de reojo, y que solo salen en las noticias cuando hacen daño. Y que nunca salen en ninguna parte cuando no le hacen nada a nadie. No parecen existir y no queremos aguantarlos.
-POR ESO YO LE COJO EL TELÉFONO-

martes, 28 de abril de 2020

- ADIÓS A M. ROBINSON, TODO UN CABALLERO. -




Nació en Leicester, fue campeón de Europa con el Liverpool, jugó en el Osasuna y acabó enamorándose de España, un país desconocido por el joven futbolista Michael Robinson.
El cáncer se ha llevado prematuramente a un personaje humilde, cachondo y singular. Nunca logró hablar correctamente el castellano, pero eso no le impidió conectar perfectamente con nuestra idiosincrasia, sin perder en ningún momento su contención anglófona.
Decía Robinson que no conocía a los españoles. Que, no sabía ni en dónde estaba al principio de llegar aquí. Y jamás perdió ese fino sentido del humor que te hacía descojonarte sin perder él nunca la compostura acompañándote con su sonrisa. Fue alguien contenido, vividor y amante de la armonía. Un apasionado del fútbol y un gran amigo.
Todavía le recuerdo jugando con el Osasuna. Era delantero toscote y poco técnico, luchador y de área, valiente, rematador e incisivo. Pero, nada más, que no es poco. Para el fútbol, también se necesitan tipos potentes de área que rompan los espacios.
Pero el modo de jugar del amigo "Robin", iba a ser la antítesis de su personalidad, cuando apareció en el inolvidable "El día después" junto a Nacho Lewin y "Lobito" Carrasco. Absolutamente nada que ver.
Robinson era un guiri atractivo y echado para adelante, educado y siempre con ganas de aprender más. Michael Robinson se hizo popular y se graduó en la tele, y su modo de hablar pasó de imposible de entenderse bien a amigablemente imprescindible. Es extraño que un inglés se enamore de España. Quizás todo resida en la sangre irlandesa de su madre. Los irlandeses son siempre otra cosa. Bulliciosos, apasionados, excesivos y diferentes. Con sal y vida.
Humano. Es la definición más aproximada a la personalidad del comunicador. Gozó con el sabor de Anfield, y luego a disfrutar también del café de nuestra tierra y de nuestros diferentes campos de fútbol. Y amó su curiosidad el periodismo, y sus silencios eran expectantes porque Robinson sabía escuchar.
Y tenía los pies en el suelo, y España le adoraba. Yo no recuerdo en mi vida haber visto a Robinson enfadado con nadie. Quizás era su flema británica o su inteligencia sin fronteras. Robinson fue uno de los nuestros. Y como reza el himno del Liverpool: "You will never Walk alone ..."
Era cercano y le gustaban los personajes peculiares. Nos entendió muy bien a los españoles, y su mejor virtud fueron sus golpes inesperados de humor. Que Robinson se callara, no significaba que no se hubiera enterado y el primero, de las cosas. Se callaba, porque era seguramente lo mejor, y porque Robinson fue mucho más grande y necesario cuando dejó el fútbol y se incorporó a nuestra radio y a nuestra tele.
Guiri de catón, pero peculiar. Robinson siempre marcó una diferencia, y fue crítico con una sonrisa en los labios y con un gesto educado. Era la mejor forma para él de penetrar realmente en sus personajes admirados y descubiertos. Muchas veces, hasta anónimos.
Nos temíamos lo peor. No lograba del todo superar el cáncer. Julio Maldonado, "Maldini", nos puso en situación hace unos días. Temíamos lo peor. Pero conociendo a Michael, no le hubiera gustado que echáramos lágrimas por él. Nos diría que hay que aceptar las cosas como vienen, y que estas putadas pasan, pero que la vida sigue.
El periodismo y el fútbol están de luto estos días de coronavirus y pánicos, y va y encima se muere de cáncer un hombre tranquilo como Robinson.
Y yo prefiero recordar ese espíritu tranquilo y sereno del amigo "Robin". Su aceptación de la realidad, y que no le vinieran con cuentos raros. Ahora el fútbol seguirá sin Robinson, y él nos diría que estas cosas de la muerte pueden pasarnos a todos. Y remataría con una apostilla de humor.
En su programa "Informe Robinson", el finado Michael nos hablaba de la superación de la gente con problemas y de lo que somos capaces de hacer a pesar de que las cosas puedan ponerse muy adversas. Y contar valores e historias, con la excusa del deporte. 
-Y TODO, CON EL RIGOR DE UN HOMBRE TRANQUILO-

domingo, 26 de abril de 2020

- LA NUEVA "CRIS". -




Aquella catalana Cris del chat de Barcelona, parecía demasiado ilusionada cuando se asomaba a dicho punto de encuentro. Cris se volcaba sobre el chat y daba muchísimo de ella. Sí. Y yo la veía a toda hora en dicho chat, y se mostraba volcada sobre todas nosotras y nosotros. Recuerdo que cuando iba a entrar el año, se me ocurrió escribirla Cris2020 o algo así, y ella me respondió maravillada como cuando a una Miss le ponen su banda de ganadora en un concurso de belleza.
Cris, parecía un encanto. Yo le mandaba privados y le hablaba en nuestra lengua troncal. Y cuando lo hacía, a Cris le venía la emoción, y deseaba que le escribieras y le dijeses cosas. Un día le pregunté acerca de su edad, y apenas había traspasado la frontera de los 40 años. No me sorprendió. Era inteligente y extremadamente romántica. Y a pesar de que le conté que entre mil cosas nos separaba la distancia geográfica, ella sentía tal necesidad de comunicación chateril que nada le importaba. Y se sentía feliz y bien. Y educada, abierta y tierna. Y casi todos los coincidentes fieles al chat, opinaban de la misma manera. Tenía buen fondo, buen espíritu; daba buena y clara cosa el departir con ella.
A Cris se conoce que le pasaba algo que no detectaba. Y necesitaba compensarlo lanzándose a todo corazón a su chat habitual. Si le hurgabas y la decías piropos y carrete, empezaba a contarte sus cosas, y si te pasabas algún pueblo en adulaciones ella se reía, y siempre perdonaba y seguía riendo y riendo. Y podía contarte mil cosas privadas de su vida. Precisaba comunicarse, porque en su vida real debió tener vacíos.
Un día, Cris dejó de entrar al chat. Primero, espaciaba, y luego apenas se dejaba ver. Y yo cuando coincidía con ella, Cris se mostraba como entre extraña o deudora de muchas más concreciones que las meras palabras virtuales.
Y, siempre respetaba. Y siempre fue deliciosa e impecable. Hasta que un día le pregunté acerca de sus ausencias. Y aunque se seguía riendo y era impecable, yo notaba que no era la misma Cris.
Finalmente, me confesó el porqué de sus ausencias aparentes. Estaba enganchada al medio virtual, y para más inri se movía entre decepciones y mil factores que estaban obligándola a percibir que estar en el chat podría no ser tan sabroso y estimulante como antes.
- "¿Sabes? Estoy enganchada a ésto. Pero me sabe mal, porque aquí sóis mucha gente, y tú muy majo y tal y ..."
- "¿Y entonces, Cris? ..."
- "No te lo sé decir muy bien. ¡Sinceramente! Y ahora, si me permites voy a hacer unas cosas y debo salir del chat. Pasa un buen día, y ¡petonets! ..."
Pasaban las semanas y Cris no entraba al chat. Yo preguntaba a los habituales y nadie me aclaraba nada. Pero descubrí algo por mí mismo. Cuando entraba, si bien me saludaba, hacía oído sordo o vista gorda a mis privados, y seguía chateando en el general. Y luego desaparecía nuevamente.
El confinamiento ha sacado el misterio de Cris. El otro día estaba en el chat, y yo he intentado comprenderla y con todo éxito. Me ha dicho que era una ilusa y una romántica absurda, y que el chat ya no le llena y que su actitud se ha modificado de modo evidente y palpable.
Porque ahora la vida de Cris es más real. Y aquellos vacíos han dejado paso a terrenos más seguros y claros. Noto a Cris más madura e igual de educada, y ha dejado sus cuentos ilusos a un lado, y ahora sabe ser mejor ella misma y va por donde debe ir. Es otra Cris.
Y como es otra Cris, no he dejado de darle la enhorabuena. Ella, no me lo ha agradecido tan efusivamente. Porque ya lo sabe. Y no ha querido esta vez explayarse demasiado en el privado. Ya sabe y sin que nadie se lo diga, separar lo auténtico de lo virtual.
-Y ME HE ALEGRADO-

viernes, 24 de abril de 2020

- MARÍA JESÚS MONTERO, PORTAVOCÍA Y ANDALUCÍA. -




Es la cara femenina del Gobierno en las ruedas de prensa del maldito coronavirus. María Jesús Montero, Sevilla, Triana, el sur ...
En la biografía de esta mujer, pone que es médica. Y, lo es. Y cirujana y todo. Pero en estos momentos de dureza y miedo por el virus, la Ministra Portavoz parece mostrar facetas mucho más cercanas. Es la vitalidad alegre, la animosidad, la parlanchina mujer que trata de suavizar las cosas y que se afana con su estilo no solo a calmar todas las aguas, sino que además le mete salero, obediencia, gracia andaluza, y hasta cortesía tan excesiva como atractiva.
Montero ha tomado las riendas, se ha arremangado y se ha puesto el delantal. Y parece una tanqueta inasequible al desaliento. Cuando todos los preocupados y jodidos españoles la escuchamos, es bastante imposible saber qué nos está diciendo a ciencia cierta, pero tenemos la sensación de que alguien nos acompaña y está con nosotros. Como si fuera nuestra tía, o nuestra hermana mayor, o una persona que nos mira y nos ve. Como si nos tirara la manta salvadora de la despreocupación y la psicología de las palabras.
No puede negar María Jesús que es hembra andaluza, sevillana y trianera. La delata su acento casi musical y cañí. Desbarata a su manera los entuertos con sus golpes de melena, con su rostro madurito y bello, y con la humanidad actoral que acusa en su verbo protector.
Entre tanto ministro serio y trascendente, entre tanto político correctote y seriote y hasta religiosista, en medio del pánico al pasado y al futuro pasando por el presente, de repente la carismática portavoz sale ahí al ruedo y se enfrenta profesionalmente a todas las dudas en forma de morlacos.
Y muestra arrojo y valentía, y cuando se arma un lío no se nota, y es lista, y sabe estar, y nos comprende bien, y hasta suelta un día que los niños pueden salir un rato al supermercado, y luego dice que sabe escuchar. Y no hace mucho caso a las ironías que le tiran. Porque la mediática y sevillana María Jesús, no va a consentir que se le rompan las medias de la elegancia o que un inoportuno tacón travieso le haga un esguince como le pasó a su compa Adriana Lastra.
La Montero es racial y bien española. Y Sevilla da para mucho. Su vocación médica le da alas de solidaridad y comulga con Pablo Iglesias en talante, y afirmando que este Gobierno no va a dejar a nadie atrás. Ojalá nadie se quede atrás. Lo que pasa es que esta crisis hará que la gente que antes del virus ya estaba atrás, cuando acabe ésto, siga estando atrás. Y bastante más...
Pero lo que ha de importarle a María Jesús, es el ahora y el hacer. Y el dar la cara y no arrugarse jamás, ni torcer el morro, y ponerse fría sin que se note, y a continuación levanta sus ojos con gafas y se viene arriba. Esto es España, todos debemos ser obedientes y remar a la vez, nos acaricia diciendo que las noticias son mejores y que hay que ser tan reales como confiados y optimistas, y un poco más de blablablá, como hace su jefe Sánchez.
La Montero sevillana no ha cogido nada de virus ni se espera, y se pone la metafórica bata de cola y la conveniencia, y suelta el alma de la Sevilla española adaptándose a su discurso rápido y a su ritmo trepidante y agotador.
María Jesús Montero está haciendo un máster en currar, y ha debutado mediáticamente por la puerta grande con los peores toros que podía jamás imaginar ni ella ni nadie, y le ha tirado el coraje y el empaque que parece ensombrecer a Susana Díaz.
Montero está haciendo una faena aseada y de aliño, y a veces le falla un natural fácil, pero no descompone la figura. Ni gesticula en negativo. Y nos dice mucho de su valor y cuna. Y de su tremendo voluntarismo, que a unos convencerá más y a otros nada dirá. Pero la mujer se lo está currando. 
Y aguanta el caballo y la carreta como nadie, y no se arranca por sevillanas porque estamos en luto y es lo último que hay que hacer ahora. Y, oye, en el fondo se agradece ver su enorme energía. Nos mueve y nos seda la convicción con su acento humanista.
-SE AGRADECE, MINISTRA. -

jueves, 23 de abril de 2020

- FÚTBOL DE ÉLITE EN EL CONFINAMIENTO -




En estos aburridos y claustrofóbicos días del confinamiento, los millones de oro del fútbol español de élite, también están en pánico. Y desde que en España se produce el descenso de muertos y contagiados por el virus, el deporte rey empieza a experimentar sonidos y sensaciones.
Porque, de la misma manera que la salida de los niños este domingo 26 de Abril será un gran deseo realizado, el fútbol es una gran canción y un hilo musical general e imprescindible.
Se polemiza y con razón acerca de los tests a realizar a los futbolistas de élite, y se fijan hipotéticas fechas de vuelta a los entrenamientos. Se va a experimentar con riesgos e incertidumbres.
Y reflexiono acerca del papel importantísimo que el fútbol profesional ocupa en el escalafón social y en nuestra vidas emocionales. Y, todo lo que le rodea al fenómeno futbolístico.
El Gobierno dice que los tests de coronavirus son para los enfermos y contagiados, y de repente el fútbol comienza a emerger y a desmarcarse en driblings dinéricos del aserto institucional. Tiene su lógica y su debate.
A España le falta la música y la vitamina expectante del gran fútbol, y eso le da pernada y privilegio. Hay mucha chicha ahí. El fútbol puede entretener a la nueva realidad que aparecerá cuando la pesadilla del virus con su pánico, dé paso a otras incertidumbres inéditas.
Si en casa estás aburrido, el fútbol y todo lo que le rodea puede ser un buen antídoto a este tiempo muerto sanitario e ineludible. Sí. Serán entrenamientos, y quizás luego partidos de fútbol sin público. A puerta cerrada. El futbolista será protagonista del gran escape y del gran desahogo.
Si no hay incidencias patológicas, el fútbol irá arrancando. Se evitará que los futbolistas se concentren, se limitarán a entrenar, y después a jugar. ¿Contagio entre ellos? Nada es descartable. Tienen todo el apogeo de su juventud, serán controlados sus hipotéticos síntomas y fiebres, serán testados en privilegio para intentarse seguridades, y ya se verá.
Mucha sociedad española y mundial gira en torno al fútbol. Es un sonido cotidiano. Los jugadores podrían hacerlo en campos vacíos y pequeños, con buen césped, y pensando en que millones de personas les estarán viendo jugar a través de los onerosos dineros de los derechos televisivos. Se tratará de que el money corra, y que la ilógica religiosamente potente del deporte futbolístico y mayoritario, vuelva nuevamente a nuestras vidas.
Y, después, cuando el árbitro indiqué el final de los partidos, los comentaristas radiofónicos y televisivos cogerán el relevo de la gran orquesta del fútbol y la volverán extensa y envolvente. O, así son los proyectos ...
¿Pasión futbolística durante el tiempo de contención y confinamiento? Se puede hacer, pero ... No sé. Habrá un gran peso emocional, como cuando se está en las heridas de una gran hecatombe sanitaria como la actual.
Los obituarios, serán moneda frecuente. Se han muertos muchos ex futbolistas y hombres del fútbol, la pandemia ha hecho una escabechina entre la gente mayor y delicada, y yo me pregunto si Manolo Lama gritará con fuerza un gol de Karim Benzema o de Messi, ajeno aparentemente a la gran realidad del shock. Ver a Messi entre la pandemia cruda, será un estímulo simpático y hasta importante. Amor y pasión en los tiempos del coronavirus y secuelas.
Habrá que hacer de tripas, corazón. Y ahí los periodistas deportivos españoles deberán administrar las alegrías como reto profesional. No deberá notarse que esto del fútbol no será por ahora como antes, porque eso es imposible. Y deberán dejar que pase ésto. Que pasen unas semanas, que se reanuden los trabajos, que se abran las tiendas, que aparezcan contenidos complementarios; que se asuma al fútbol como parte de lo esencial en nuestras vidas aunque pueda parecer un sarcasmo inicial o aunque nunca ya pueda ser inicialmente lo mismo que antes. ¡Bendito antes! ...
Cuesta y costará arrancar tras una enorme catástrofe social. Da pereza tomarse en serio al fútbol y a su potencia y elocuencia; a su exceso. Jode que haya fútbol en un estado así de las cosas, no estarán muchos de nuestros mayores, pero hemos de respirar por alguna parte mientras se nos indique el necesario "castigo" de la distancia social de dos metros y lo de las mascarillas. Quizás sea eso mismo. Que el ruído reanudado de los conciertos a puerta cerrada de fútbol, pueda acercarnos aunque no físicamente a través de novedades y de actualización de los debates dejando paulatinamente atrás las tremendas heridas del duelo del dolor.
-HABRÁ QUE INTENTARLO-

miércoles, 22 de abril de 2020

- D.E.P. JOSÉ MARÍA CALLEJA. -




Demasiado joven y demasiado inesperado. Como el coronavirus. Y uno tiende a pensar que a veces todo es una mierda absurda, donde gana lo efímero y cronológico y que todos somos una mera anécdota temporal.
Ha fallecido el profesor y periodista, José María Calleja. Otro jarro de agua fría que nos propone el canalla Covid-19. El infortunio presidió su vida intensa y agitada.
A Calleja le pasó de todo. "Menos bonito", que seguro que apostillaría él. Porque al donostiarra, le gustaba apostillar. Era directo y claro, de una voz persuasiva y rápida, inteligente, sufrido, presionado, pero siempre extraordinariamente libre e irreductible.
Calleja tuvo la virtud de no callarse una. Apasionado y convencido, defendió sus ideas con fuerza férrea. Y si alguien soltaba una trola, entonces no podía estarse quieto, y saltaba. Siempre genio y figura.
Lo mejor de Calleja era el estilete y cuando se encendía. Entonces, ahí, el vasco sacaba su artillería intelectual cargada de humor e ironía, y pronto se podía liar. Era más que valiente, y honró bien a la raza del periodismo, siendo crítico y hasta agudo enfant terrible.
En su vida particular, le pasó de todo. Estuvo acosado por todos los fuegos. Le encarceló Franco, y luego le plantó cara a la ETA en tiempos en los que una palabra de más podía significar la muerte inmediata por tiro en la sien o por bomba lapa debajo del coche.
Pero el dolor no le amilanó. A veces chocaban su talento y su temperamento, y debía de luchar interiormente como un titán. La fama y la notoriedad le llegaron con las tertulias de actualidad política, televisivas y radiofónicas, en las que fue un imprescidible espadachín valeroso.
Calleja fue un extraordinario tocahuevos. Y muy astuto. Porque logró conectar con un estrato social de centro e independiente, que supo valorarlo. Él se sintió de izquierdas, pero prefería ver un partido en la Anoeta de su Real Sociedad, o un pase de Laudrup, una virguería de Butragueño, o un código histórico de Messi.
No era ultra para la política y siempre trató de ser neutral y cercano. Dotado de una enorme agilidad y de una personalidad potente, José Mari Calleja se atrevió con todos los enormes morlacos que le esperaban en su peripecia vital.
Insisto. No se calló ni una. A veces se le notaba superado por la tremenda presión que sufría en aquellos años de plomo de su Euzkadi, pero en los últimos años yo le vi menos nerviosote y con más curtido. No merecía tanto darlo todo entre esta gente imposible en esa televisión que solo busca la riña, el share, el money, y a ver quién la tiene más grande y da la nota.
Nada asustó a Calleja. O, lo pareció. Porque siempre estuvo en la vanguardia de la actualidad y marchó hacia adelante jugándosela. El periodista y polemista del pelo ensortijado y gafas profesionales, no era de esos de aguantar el partido y de echarse atrás esperando el contraataque para aguardar el desorden de sus rivales. No. Calleja jugó al ataque. Y le gustaba la orla y el periodismo de acción pero con contenido argumental.
No fue un tipo fácil. Ni le dio la gana serlo. Pero tras su estilete verbal yo siempre le intuí la normalidad de un tipo que lo que desea es ser libre y que le dejen en paz y de cuentos con su sentido del humor y con sus cosas de hurgar.
Víctima como fue del terrorismo etarra, no se dejó llevar y defendió su posición. No calló en la tentación del victimismo interesado y solo lloró lo justo. Por eso se encorajinaba cuando los especialistas en aprovecharse de los ríos revueltos,le pedían que fuese pescador tramposo con ellos. Y, lo consiguió y fue víctima y no victimista. José María Calleja logró siempre su dignidad dentro del dolor. Y yo le doy la enhorabuena aunque haya finalizado su tiempo vital.
- D. E. P. -

martes, 21 de abril de 2020

- MASCARILLA, MASCARILLA, MASCARILLA ... -




Máscara, mascarilla, mascarosa, masca el polvo, protégeme por lo que más quieras porque esta vida es una y hay que vivirla hasta el final.
Tras el término virus, es la segunda palabra más usada en mi España. Luego también se oye mucho: guantes, distancia, EPI, cifras, test, asintomáticos, confinamiento y protección.
La mascarilla ha sido una cosa de sectores determinados. De exagerados en la contaminación atmosférica, de Michael Jakson, de orientales, de cirujanos en el quirófano, de desinfectantes de lugares por abandono, o de carnavales venecianos o andaluces. Cosa puntual y determinada. Fuera de esos ámbitos, la mascarilla no tenía relevancia.
Todo ha cambiado ahora en varios días. Porque está todo revuelto y acojonado. Aparecen contínuamente terribles cifras de finados y de contagiados, y la tele se ha llenado de ruedas de prensa en donde al lado del Gobierno reaparecen militares, guardias civiles y policías. Es por el bien de todos. Es un sermón sanitario y son las órdenes.
El gran parte inesperado. Fernando Simón avanza la batuta psicológica y cronificada, y habla como solo lo hacen los expertos y tranquilos en cosas extrañas y peligrosas. Y luego sale a veces Pedro Sánchez, y empieza a hacer discursos nacionales y aglutinadores, en donde todos a una debemos remar y darnos las gracias como hace el Presidente. Más que Presidente, se torna tan institucional y patriarca, que seguro que si se pone una sotana y una fe, nadie percibe el cambio a cura. Y nos sigue dando las gracias, y entonces amenaza los imbatibles récords mundiales e imparablemente interminables discursos del cubano caudillo carismático Castro.
Sí. Las mascarillas eran y son para el oxígeno y por si las moscas. Como los astronautas o los buzos de mar. O, algo así. Y de repente, como un rayo, la mascarilla se convierte en una obsesión, un arma o un icono. El icono de la defensa.
La mascarilla siempre será una prótesis y un añadido antiestético porque se come la cara y la gestualidad. La mascarilla siempre será excepcional y siniestra. Como lo es el velo. Taparse la cara por sanidad es fetén, pero te llena de dilemas éticos y morales.
Ahora mismo, el pánico al contagio y a morir, hace que la demanda de este producto feo, se multiplique.
"Oiga, deme veintiséis. Sí. ¡No hay! ¿Qué precio? Pues a mí, deme treinta. ¿Son muy caras? ¿Entro dentro del grupo de riesgo que dicen que las dan gratis, señora farmacéutica? Las quiero buenas, y seguro que las caras me garantizan esa seguridad. ¿Cómo se lavan?, ¿para cuántos usos son?, ¿ir sin máscara es el suicidio seguro?, ¿estamos con una duda, con séis mil, o con casi ninguna? Nos hemos vuelto al bricolage desde los tutoriales y el boca a boca, y con maña nos hacemos nuestros apaños en medio de la selva insegura de asfalto. ¿Va ésto para largo? ¡Será por dinero! ¡Cuarenta y séis mascarillas para mí y los míos! ¡Pero si mi pensión es una miseria! Pero si este virus nos va a llevar al otro barrio, ¡algo habrá que hacer! Yo sé hasta ganchillo. Costuras. De modo que eso de la mercería y de las cosas caseras me gustan y se me dan mejor que bien. He ido a la farmacia y ya no habían. Cualquiera se espera. ¡Los cojones! Lo buscaré en internet, ¿al mejor postor o impostor. Igual en el mercado persa B, tienen. Que, seguro que tendrán. Y, ¿qué será de mí?, ¿esto se acaba?, ¿llegaremos al verano?, ¿no podremos abrazarnos y solo estar un rato con cara de mascarilla, a dos metros, con guantes y sin vernos la cara bien?... ¿Y si ponen fútbol aunque sea a puerta cerrada y así al menos vemos jugar a Messi y entonces el confinamiento será más llevadero? Seguro que Messi regateaba a siete sin la mascarilla puesta y los otros siete con ella. ¡Si no me da una mascarilla, le denuncio y lo llevo a los tribunales! ... ¡De perdidos, al río!... "
El mercado persa del miedo. El zoco. Los malos pescadores hacen el agosto en Abril y se comen la poesía de la primavera firme. La mascarilla logra en estos días superar a la presión del móvil o de la videollamada. Sin mascarilla, no soy nada. Sin mascarilla soy una presa fácil para el virus coronado y encima les mando desamor contagioso a los míos tod@s. Son tiempos inevitables de mascarillas. Tiempos inéditos. Y el lunes 27, los niños españoles podrán finalmente salir de la jaula de su casa y entonces se creerán que van a jugar. Yo, me alegro por los niños porque son mágicos e imprescindibles. Son el futuro y hay que protegerlos. Están insoportables los inocentes benditos y merecen unos días de Reyes.
-HASTA QUE ASIMILEN ÉSTO-

lunes, 20 de abril de 2020

- LOS HOMBRES DE LAS CUEVAS -




Existen decenas de teorías y dichos acerca de un pueblo y,- mayoritariamente de raza negra,-que aseguran vive desde hace un centenar de años aislado en el interior de unas enormes y estratégicas cuevas ubicadas en lo más profundo de la selva amazónica brasileña. Otros, empero, niegan con rotundidad dicho hecho, y lo atribuyen a la desordenada imaginación, y al deseo de creer en otras realidades y sin ningún rigor.
Quienes afirman que todo es auténtico y cierto, cuentan que los pobladores de las cuevas vivían antaño al aire libre, completamente desnudos, y que se alimentaban exclusivamente de hierbas. De todo tipo de hierbas, dada la increíble variedad botánica del lugar.
Y prosiguen, narrando una historia que toma sus orígenes en el hecho del fuego. Sí. Cuando estaban viviendo en el exterior, les sorprendió una enorme lengua ígnea procedente de un descomunal incendio nunca esperado. Y desde aquel día, decidieron esconderse rápidamente en sus salvadoras cuevas, y crearon una suerte de religión en cuyo dogma figura en sus primeros códigos que odiarán a muerte a los otros seres humanos, dado que ellos y solo ellos estuvieron a punto de generar el total genocidio de los suyos al no respetar  la selva amazónica, les volvieron completamente la espalda, y su fuego casi impidió su pervivencia.
Los negros y hercúleos hombres de las cuevas, lograron salvar el pellejo. Una vez refugiados en el interior de sus salvadoras oquedades naturales, decidieron no quedarse en las zonas más altas, y estructuraron toda una red de trabajos, construyendo más galerías y galerías subterráneas ayudándose con todo tipo de utensilios perforadores que les ayudaron a conseguir diseños enormes de espacios interiores.
No fue en vano. A veces no medían bien las perforaciones, y bastantes de ellos perecían mientras la tierra les tragaba bajo sus pies. Luego, se hallaban los cadáveres y eran debidamente honrados en ceremonias fúnebres, dado que son un pueblo extremadamente familiar y cercano entre sí. Y es una de las claves por las que siguen vivos.
Los hombres negros de la tribu de las cuevas, necesitan salir a menudo a cazar. Pero su organización es bien potente y está excelentemente distribuída. Tienen hasta un idioma propio y diferenciado de su inicial portugués, las mujeres están instaladas y dispuestas para los trabajos de cocina, cuidados y niños, y cada año un nuevo varón alcanza en una especial ceremonia el título de jefe supremo y gobernador general. Y todo el mundo le venera so pena de fuertes castigos.
Sí. Muchos afirman que los hombres de las cuevas salen contínuamente al exterior, y que son cazadores, y que no se te ocurra cruzarte con ellos en la abrupta selva porque eres muerto seguro y carroña posterior de las fieras.
Los hombres de las cuevas, saben descansar, y son cazadores a los relevos. Cuidan esmeradamente a sus soldados heróicos de la caza, actúan en pequeños grupos para no ser descubiertos por nadie, se apropian de sacos de hierbas, y las bajan al interior de sus lares interiores. Son más que expertos botánicos.
Se afirma, que tuvieron mucha suerte. Porque en realidad la clave más relevante de su supervivencia tiene lugar en que lindan con un ramal del río Amazonas, el cual les proporciona lo que precisan para no extinguirse, como es el agua virgen y pura de la vida.
Por eso pronto encauzaron el ramal del agua salvadora, ingeniaron su acequia y canalización, y lo cuidan con vital esmero. Desde afuera de las cuevas, no es posible divisar dicho agua y aparece todo algo engañoso y reseco. Y no hay que dejarse llevar jamás por esas iniciales deducciones ...
El misterio del agua, lo guardan bien y a golpe de juramento. Y controlan férreamente a los suyos los hombres de las cuevas en espíritu decidido de supervivencia. Si alguien decide escapar para contarlo todo, fracasa plenamente en su intento, los centinelas jamás descansan, y muere lapidado finalmente el fracasado fugitivo y llevado finalmente al interior, y mostrado a los niños y jibarizado. Se trata de mostrar qué puede suceder si se cede a la tentación de la huída y traición.
Aunque son intuitivos los hombres de las cuevas, sus conocimientos científicos son evidentemente limitados. Y desconocen verdades y ciencias más que defensivas e interesantes para ellos. Es su lado débil. Y renuncian anteponiendo otras estrategias al conocimiento que se genera en el exterior. Deben priorizar.
No saben de la letalidad del virus de hoy. Algunas leyendas favorables a su existencia suelen referir que estos seres tan fuertes, son capaces de crear inmunidad propia y defenderse así de las pandemias. No les hagáis demasiado caso. Todo ser humano puede contraer el Covid-19.
El jefe supremo de la tribu escondida, anda preocupado estos días y por varias razones. No solo porque los cazadores apenas traen presas de subsistencia, sino porque llegan en muy malas condiciones. Y por mucho que descansen, ¡no logran recuperarse! Ya han fallecido tres varones de treinta años y de una fuerza y vitalidad incomparables.
Con denominador común: sus toses secas, sus dificultades para respirar y sus potentísimas fiebres. Por eso en estos días los botánicos trabajan a destajo combinando hierbas medicinales que traten de parar la enfermedad. Sin sospechar que, o bien logran algo efectivo rápidamente, o fallecerán por contagio absolutamente todos, incluído el gran jefe supremo que les dirige.
Pero, sea como fuere el final de su historia y de su leyenda, los hombres de las cuevas jamás saldrán afuera solicitando ayuda a ningún otro pueblo vecino o cercano. Que los hay y muchos, se afirma en petit comité aunque sean procedencias de fuentes sin rigor.
Morirán. Sí. Morirán todos. Y entonces el interior de la cueva será un enorme cementerio sin vida. Y el virus podrá jugar y mutar, y en cuanto desee, haga viento, o cualquier meteoro, el Covid-19 saldrá y no tendrá piedad no solo con los pueblos próximos, sino absolutamente con nadie. Pero también es posible que perezca con las cada vez más colosales y devastadoras lenguas de fuego procedentes de los colosales incendios que colman las defensas de uno de los pulmones más impresionantes del Planeta para los seres humanos como es el bosque amazónico.
-QUE CADA UNO PIENSE LIBREMENTE-

viernes, 17 de abril de 2020

- A VECES PASA ESTO -




Ahora es el mejor de los momentos. Cuando ese canalla duerme. Ni siquiera se mueve. Está relajado y desnudo. Dice que tiene calor y que por eso está así. Pero es una pose. Todo en él es una demostración de impunidad, hegemonía y poderío.
Fue astuto este cerdo. Nunca me explicaré por qué vivíamos juntos. Y me siento la mujer más burra y estúpida del mundo. Culpable a tope. Con la cantidad de hombres que hay, tuve que enamorarme de este tío. La cagué bien ...
Fue un chico maravilloso y deslumbrante para mis ojos. Fue distinto. Me embobaba. Recuerdo con especial cabreo cuando empezó a cortejarme. Era divertido, gracioso, ocurrente, alto y distinto. Logró romper mi indiferencia una noche al salir de la disco, allá sobre las cinco de la madrugada. Bailaba como nadie, a su ritmo, pero eléctrico y con un atractivo imparable.
Séis semanas después nos casamos por el juzgado. Era celoso. Digo era, porque ahora ya casi no es juzgable. Ahora es todo oscuro como el diablo. Y debí haberme comunicado mucho más con él. En la cama era muy bueno. El mejor amante que jamás he conocido. Me anuló de amor. Hasta que un día llegó a casa con el rostro torcido. Decía que no había tenido una buena jornada laboral y que no hiciera caso a su expresión. Hasta que descubrí que me ponía la infidelidad y los cuernos con una mujer que resultó ser su jefa. Y que por cierto, un día le echó a la calle. Y tengo que intuír el porqué.
Sí. Está durmiendo la siesta junto a mí en confinamiento. Me lo tiene prohibido todo. Me maltrató física y psicológicamente. Antes, mucho antes de la pandemia, y ahora.
El hijoputa ríe a carcajadas. Me tiene presa y juega conmigo. Me lo tiene prohibido todo. Yo no dispongo de libertad en este piso interior sin balcón. Soy su esclava. Por eso me cago en mí misma cuando pienso que hubo un tiempo que lo hubiera dado todo por él. Os juro que el virus me importa un carajo al lado de lo que puede pasarle a mi vida.
Él, me ha marcado sus condiciones. Me ha dado una prórroga para que yo conserve la vida. Y sin ninguna garantía de futuro. Me suelta a toda hora que la fecha de mi muerte la marcará el Gobierno. Y que ese día de salir, yo no lo lograré que no sea con los pies por delante.
Yo no sé cómo puedo aguantarle este calvario. Sus órdenes son tajantes hacia mi esclavitud. No se habla alto. Totalmente prohibido. Yo le haré la comida y todo lo de la casa. Tiene en su su poder un puño americano de esos desde el que me golpea como un sádico sobre todo mi cuerpo. Y le ha puesto una cosa que aparentemente amortigua para que no me salgan los moratones propios de las palizas que me da.
Me viola constantemente. Soy su juguete sexual cuando le llegan los calentones. Me hace daño en las penetraciones y aposta. No es que no sea delicado, es que desea hacerme el daño mientras él se lo pasa bien.
Mi teléfono y ordenador los tiene completamente controlados. Y las estrategias, bien blindadas. Me hace ir a comprar siempre con él, y tiene varios cuchillos enormes. Me dice que si intento algo en la calle, ¡se acabó! ...
Lo hace porque no se fía, y teme que aunque cierre él la puerta al salir con la llave y quedarme yo encerrada, pueda llamar a la policía o a alguien que me auxilie. Y también me dice, que si mientras él compra y golpeo la puerta o grito socorro, él al volver mirará una cámara que ha instalado u observará si hay movimiento exterior, y entonces se irá a una segunda casa que tiene cerca de aquí. Que, si llamo a la policía, dice con ojos de loco, que eso sí es mi definitiva sentencia de muerte.
Se pasa mal cuando mi familia me llama para ver cómo estoy de la pandemia, y a todos he de decirles que bien. Él, anda pertrechado con un enorme cuchillo que no captan las cámaras. Y no quiero morir. ¡No! ¡No quiero morir! ...
He pensado matarlo yo . Por ejemplo, ahora cuando duerme. Pero no tengo claro que sea una cosa como legítima defensa. Si le hiero de muerte, la mala seré yo. Iré a la cárcel y ...
Se acaba de despertar, me mira, me llama puta, y me pregunta que en qué pienso. Y me dice que esté muy atenta a la próxima rueda de prensa del Gobierno. Porque ahí puede estar mi fecha final. Mi sentencia definitiva. Pero, a veces, pienso que me defenderé. No siempre, pero lo pienso.
-Y QUE EL QUE MORIRÁ SERÁ ÉL ... -

miércoles, 15 de abril de 2020

- EL NIÑO -




Soy Sergio. Tengo siete años. No voy pero que nada mal en los estudios. No me gusta decir mentiras. Y voy camino de pitagorín porque me van las mates y la informática. Y el inglés se me da bien. Vamos, que lo comprendo casi todo aunque sea un niño.
Pero estos días no estoy alegre. Porque mi gato Chien sabe que es así. Y porque no le llamo como antes ni juego con él. Je,je,je ... Me dice mi madre que es mayor que yo, porque Chien es un gato que ya tiene diez años. Tres más que yo. Y como tengo un hermano de cinco años, Chien podría ser hasta mi hermano mayor, ¿sabéis? Porque Chien es muy inteligente. Y si hubiera sido una persona, seguro que le querría todo el mundo porque el gato nos quiere mucho. Y ahora va y me mira raro. Y a mi hermano Yari, también. Y yo sé por qué Chien nos mira raro. Y es porque yo también miro raro estos días del coronavirus.
Están. Mis padres, están. Pero a quien no veo hace ya veinte días es a mi abuelo Manuel. Yo no sé qué le pasa a Manuel conmigo. Me contaba cuentos, me hacía reír, me cogía en brazos, jugábamos al fútbol juntos, y hasta se ponía de portero en el parque. Soy del Real Madrid. Y entonces yo le chutaba a puerta como hace mi ídolo Cristiano Ronaldo, pero mi abuelo Manuel me las paraba todas. Bueno, todas no. Porque a veces le metía goles. Ah, y un día se resbaló y se cayó al suelo. Y yo recuerdo cómo se reía entonces mi abuelo Manuel. Y protestaba y protestaba, y me llamaba abusón riéndose, y de todo me decía partiéndose de la risa. Pero tenía razón. No sé por qué me dio por meterle varios goles a la portería vacía sin él. 
Ahí esta Chien. Agazapado y callado. Quieto y raro. Y casi que le estoy cogiendo un poco de manía porque parece mi policía y que me esté controlando cómo me muevo y todo eso. El otro día no pude más y me encaré con Chien. Y le dije que muy mal, y que si me seguía mirándome así de raro, le daría los collejas. De hecho, se me escapó un manotazo en la oreja. A ver si va a estar enfadado por eso y resulta que Chien no me perdona lo que le hice...
Mis padres son muy buenos conmigo. Sí. Está claro. Yo no sé quién me quiere más de los dos. Pero yo les gano a quererles. Bueno, a lo mejor estamos empatados a querernos.
Sí. Ya sé que no se puede ir al cole, ni bajar al parque a jugar al fútbol, y que esto es muy raro. La verdad es que eso de las mascarillas es cosa de los japoneses. Y no me importa mucho, porque a mí me gustan los comics de los manga. Mi papá y mi mamá siempre me preguntan que si tengo aún siete años, cómo puede ser que me gusten esos comics que normalmente son para una edad de más mayores. Pero, yo qué sé ... Será un misterio.
A mí la tele no me va. Prefiero la consola y el ordenata. Pero últimamente cuando salen en la tele el Presidente y los Ministros esos tan serios, como veo que mis padres corren a ver qué dicen, yo voy también porque se ve que dicen cosas muy interesantes y necesarias. Porque,¡ah!, que no os lo había dicho. Mis padres son muy inteligentes, yo creo que por eso me gusta el estudio y sacar buenas notas. Me parezco a ellos. Los dos son profesores de instituto, y ahora están todos los días ahí por el confinamiento. Estamos como cuando llegaba el finde que estábamos todos. Y nos íbamos con el coche por ahí ...
Pero no estoy diciendo la verdad. Falta mi abuelo Manuel. Y sé que es fuerte, y lo sé porque le vi jugar al fútbol y hasta correr y todo. Y el otro día les dije a mis padres claramente que si el abuelo se estaba recuperando de la tremenda gripe que cogió, y afortunadamente mis papis me dijeron que estaba bien y que tuviera paciencia.
Chien sabe, que ahora no me atrevo a preguntarles a mis padres por mi abuelo. Porque cuando lo voy a hacer, Chien me mira y se pone a gruñir todo nervioso. Eso debe ser algún misterio sin resolver. Algo pasa con mi abuelo. Debe pasarle algo gordo. ¿Por qué  no me llama por la videocam para darme un beso?, ¿por qué Chien se pone tan nervioso y mis padres muy tristes? ¿Será por eso que no me atrevo a preguntar más? ...
¡QUE ME LO DIGAN YA!

domingo, 12 de abril de 2020

¡ NO SALGA !




Tres de la madrugada. Puede ser muy raro que a esa hora Eugenio se despierte. Pero ha oído una especie de ruido siniestro y amenazador que le ha hecho ponerse en guardia. Y entonces Eugenio abre los ojos, pero cinco o diez minutos más tarde ya se ha dormido de nuevo.
Eugenio vive solo en una casa que tiene más de cien años. Allí mismo vivieron sus padres y su abuelo materno. ¿Dicen que a veces suceden cosas sobrenaturales en casa viejas? A veces, se dice. Que son almas en pena que quieren darse a conocer desde otras dimensiones. "¿Les creemos? No sé qué pensar ...", se pregunta para sí Eugenio.
Cuatro de la madrugada. Eugenio, en sueño REM. Profundamente dormido. Eugenio es físico. Físico nuclear. Mediana edad y mucho prestigio académico. Ha escrito varios libros y con mucho éxito. Y por las noches suele dormir como un bendito. Entonces, ¿por qué se acaba de despertar nuevamente a la hora que inicia este párrafo? Nada científico. No se sabe. Eugenio siente como si alguien le estuviera zarandeando. Sí. Alguien le mueve juguetonamente. Lo malo es que cuando Eugenio despierta, sigue solo. No parece acompañarle ningún otro ser.
El hombre, se observa fastidiado. Dos veces se ha despertado. Muy raramente le pasan estas cosas. Y lo que ha sucedido en dos ocasiones, le resulta realmente extraño; inesperado ...
De modo que Eugenio decide levantarse y deambular por su casa. Y se sienta en un sillón. Lo compró con sus primeros ahorros cuando su primer trabajo se concretó en un sueldo razonable. Sillón estampado, cómodo, azul oscuro y casi ineludible. Su sillón preferido. Mas de repente se oyó una voz horripilante y gritona:
- "¡Vete de aquí! ¡Y ya! ¡¡Y si no lo haces, te atendrás a las consecuencias!! ¡¡Maldito seas!! ¡Esta es mi casa y tu estás de más aquí! ¡¡¡Te mataré!!! ..."
Eugenio, es ciencia. Dicen que frío. No cree en cosas raras. Lleva dos meses confinado ahí por el maldito virus. Y es desordenado, funciona sin mascarilla, apenas se lava las manos, y se muestra bastante escéptico ante la información que recibe. Se limita a ser obediente y a salir únicamente a comprar. En el Instituto en el que da clase, le han dicho que no vaya hace un mes. Y que, seguramente, este año el curso quedará suspendido por la emergencia de salud. Mas por encima de todo, Eugenio está meditando en torno a los tremendos gritos que acaba de oír, intentando detectar esa voz, y elucubrándose a sí mismo tontamente acerca de las casas viejas y encantadas.
- "¿De quién diablos será esa voz? El caso es que se parece a la de mi abuelo ..."
El abuelo de Eugenio fue un tirano y un canalla. Hizo lo que quiso durante su vida. No trabajó jamás, vivió, fue mujeriego a mil, dejó a su mujer tirada como un saco largándose a otra ciudad, y un día sorprendió a todos al aparecer en la prensa franquista como un asesino en serie, el cual acabó suicidándose en el penal del Dueso. Pobre diablo ...
Eugenio se fumó un cigarro, y al terminar volvió a la cama. Todavía quedaban algunas horas de nocturnidad. Era cuestión de poner el transistor y los auriculares y de volverse a dormir relajándose con la vocecilla baja de los locutores de una emisora al azar.
¡Imposible! Un tiempo después, quizás veinte minutos, Eugenio se sintió despertado ... ¿Qué era aquello que tenía delante de sí?, ¿un tipo mal encarado blandiendo un enorme cuchillo y amenazando con rebanarle súbitamente el cuello? ...
Eugenio es de complexión atlética y no cree en otras vidas. ¿Para qué? Con una, ya hay bastante. Y además, no hay otra. Y hasta un niño se daría cuenta de que la supervivencia es la inmediatez veloz en acción. Fuese el fantasma de su abuelo o quien fuera el tipo terrorífico, debía de hacerle frente. Logró zafarse, le empujó y le derribó. Y ante su sorpresa, ahí acabó todo. Porque la figura de su enemigo fatal, se esfumó de su visión. Allí no parecía haber nadie... "Eh, eh, ¿qué era esto? ..."
Ya no pasó nada más aquella noche. Eugenio pensó en aquel cuchillo de enormes dimensiones. ¿Seguiría como siempre en la cocina? Pronto lo comprobó. Estaba en uno de los cajones. Pero, él siempre lo disponía de otro modo. El enorme cuchillo estaba al revés de como él lo situaba habitualmente ... Preocupado, Eugenio esta vez dijo basta. Pensó en su cabeza, en la fuerza de la mente y en su decaimiento cuando se está metido dentro de una casa muchísimos días sin salir y sin ver físicamente a los suyos. Se dijo que nada más hiciera su labor cotidiana de limpieza en la casa, se bajaría de internet toda la literatura que hubiese y que hablara de los deterioros y afecciones mentales en casos claustrofóbicos. Miraría bien. Como científico, era su obligación cuidar su salud mental, y a falta de médicos en esos días, trataría de verse reflejado en las consecuencias de la falta de libertad con el deseo de encontrar similitudes que le explicaran lo que aquella noche le había sucedido.
Al día siguiente se oyeron voces en el exterior. En la calle. Las autoridades avisaban de que la cosa había empeorado, y de que totalmente prohibido salir. ¡Ni a comprar! Eugenio puso las noticias y todo confirmado. Hizo varias llamadas y logró respuestas y soluciones. No debía salir. Ni siquiera con mascarilla. Esa misma tarde, alguien depositaría víveres en la puerta de su casa tras llamarle a la puerta. Una vez escuchase a la persona protectora que le traería lo esencial, debería esperar unos segundos, taparse con un pañuelo el rostro, proveerse de unos guantes, tomar los víveres y cerrar raudo y veloz. Y lavarse las manos de modo obligado cada dos horas. ¡Hasta nueva orden! ...
Cinco de la tarde. Alguien llama a la puerta. Es un ruído seco. Eugenio achaca el golpe inesperado a su ansiedad. Pero vuelven a oírse dos golpes más. Alguien, desde afuera, le indica que abra, y que le trae el kit de supervivencia para unos días:
- "¡Abra esa puerta, hombre!..."
- "Oiga, pero,¿no han informado que no lo hagamos y que solo abramos cuando usted se haya ido, señor? ..", repuso un sorprendido Eugenio Hortés.
- "¡¡Haga el favor de hacer lo que le digo!! ¡O daré parte a mis superiores! ...
- "Bien, bien. ¡Como usted diga! ..."
Detrás de aquella mascarilla, gafas y traje especial, había una mujer. Le dejó los víveres en una bolsa sobre el suelo, se quitó todo su traje de protección, y le pidió a Eugenio:
- "¿Me deja usted pasar a su baño? Sinceramente, ya no puedo más y ..."
- "Sí, claro. Pase usted. Es allá al fondo a la iaquierda ..."
- "¡Gracias! ..."
A Eugenio apenas le dio tiempo a pensar. Porque se negaba a pensar. A veces pensar puede ser letal, pavoroso, estúpido, desaconsejable, absurdo e ineficaz. Y además no le dio demasiado tiempo a valorar si aquella mujer bellísima y fría a un tiempo que se aliviaba en el baño suyo era o no portadora del virus exterior y de una temeridad y burrez más que supina y hasta terrorífica.
Y no le dio tiempo a pensar, porque Eugenio escuchó ahora un grito real y humano; estremecedor ...
- "¡¡Socorro!! ¡¡Dios mío!! ..."
Del baño procedía el grito, y de la garganta de la mujer que le procuraba los víveres de modo tan irresponsable. Y cuando el físico nuclear y docente abrió la puerta del baño, casi todo era sangre. ¡Aquella mujer había sido degollada!... Y con el mismo cuchillo del incidente increíble mientras dormía en la cama la noche anterior. ¡El del que podía ser su abuelo terrible y canalla,procedente de otras realidades! ...
- "¿Qué se hace?", se preguntó Eugenio. "Y ahora, ¿qué hago y a quién llamo? Todo es emergencia. Nos insisten en que no debemos salir nunca ahí afuera y ..."
Y de nuevo, una voz. Parecía proceder de aquel cómodo sillón. Y tras unas risotadas, alguien coqueteaba su vanidad. Alguien sin cuerpo. Solo una voz. Y la misma voz de aquella pasada y maldita noche.
- "Ja,ja,ja,ja,ja, mi nieto!" Y, ¿qué piensas decir ahora a la policía? Acaso que has matado a alguien que ha venido a auxiliarte? Vas a entregarte, y además a salir ahí afuera para contagiarte y contagiar a otros el virus? Je,je,je,je ¿O dirás que ha sido un fantasma, muchacho? Ja,ja,ja,ja,ja ¡Tú decides! ..."
Eugenio, sí pensaba. Lo importante eran los hechos. Él había tocado a la mujer. Sus huellas estaban en su cuerpo femenino. Todo el mundo pensaría que él era el asesino. La clave era decidir si confesaba a pesar de su inocencia e iba a la cárcel, o si decidía esconder el cadáver. Pero, ¿podía hacer esto último con éxito? ...
Lo raro, pensaba Eugenio, era que una mujer auxiliadora en situaciones límite y con órdenes bien estrictas, se hubiera saltado tan a la ligera el protocolo ...
Trató de refugiarse el hombre en el medio de su extrema y desgarradora situación. Afuera, en el exterior, por tierra y aire se mostraban voz en grito las órdenes:
- "¡¡Que nadie ose salir de sus casas hasta nueva orden!! ..."
Poner adecuación en  una cabeza en esa situación, nunca es fácil. Necesitaba Eugenio de la Psicología, del ingenio, de la frialdad y de la fe. ¡Dios! ...
Mientras, desde su sillón, el fantasma de su terrible abuelo seguía riéndose a carcajadas y mofándose de él:
- "Eugenio, ¿volverás aquí que es tu casa cuando salgas, te contagies y te lleven al hospital? ¿Cuando te den el alta, ¿será este el mejor lugar para hacer la cuarentena?, ¿tienes alguna otra cosa en la cabeza, muchacho? ¿A que no? ¡Ja,ja,ja,ja! ..."
La verdad, duele mucho a veces. Aquel tipo o lo que fuera aquello, tenía razón. Él iba a morir igual más pronto que tarde y se cumplió inicialmente el guión. Eugenio salió corriendo a la calle, se contagió, comenzó a toser, le llevaron los soldados a un hospital de campaña, le diganosticaron el virus letal, comprobaron que en su casa había una mujer degollada, y le acusaron de su muerte ...  Y aún así, tuvo cierta suerte...

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Eugenio se pasó veinte años en la cárcel, pero sigue vivo. Lo ha superado todo. O, casi. El mes que viene ya podrá volver a su casa. ¡Nunca lo hará porque allí le espera la figura mortal y siniestra de su abuelo aguardándole a la su caza de más sangre. De modo, que no pondrá a la venta dicho inmueble jamás aunque tenga que dormir en la calle como los sin techo.
Ahora, tiene algo a favor. Hace años que hay vacuna. Muchos. Todo ha cambiado. No morirá. Lo que sucede es que tras tantos años en la cárcel, Eugenio siente que ya no tiene cabeza para regir adecuadamente. Puede volverse finalmente loco.Y no tiene medios para pagar a un profesional que le pueda ayudar a pensar. Y el Damocles enigmático de la violencia de su abuelo espectral y terrible, sigue sin haber quedado resuelto. ¡Y el dilema le persigue siempre!...

-DEMASIADO TRABAJO DE RECONSTRUCCIÓN-

viernes, 10 de abril de 2020

- HACE "CIENTOS DE AÑOS".-




Nos conocemos porque nos presentó un obispo. Sí. Mi amiga conocía al obispo de su zona. Era un hombre delgado, enjuto y con cara de no haber jamás sucumbido a las tentaciones malignas. Don Andrés se llamaba. Ya hace tiempo que falleció. Sí. Lo siento de veras. Fue un gran hombre.
En aquel tiempo, D. Andrés tuvo una ocurrencia. Estaba departiendo con mi Silvia,-una treinteañera por aquel entonces, y el hombre de Dios tuvo la heterodoxia de pararme y hablarme. Y al poco, dicho obispo le dijo a Silvia: -" Mira, ¿ves? Este mozo es apuesto,¿eh? ...
Yo, me quedé un tanto perplejo. Sin reaccionar. Y el obispo volvió a dirigirse a mí con gran desparpajo y me soltó: - "Muchacho, ¿a que es maja esta moza? ..."
- "Sí, señor. ¡Mucho!"
- "Así es. Mira, Silvia, te presento a ..., ¿cómo te llamas tú? ...
- "¿Yo? ... Eduardo.
Y a continuación el obispo partió presto tras despedirse y darnos su bendición, y comenzó a caminar a grandes zancadas.
Silvia y yo nos quedamos solos y sin saber qué decir. Nos entró la risa, y ella acabó aceptando que la invitase a un refresco en un bar cercano.
Es y era médica. De medicina interna, me dijo. Y con el tiempo, conocí tranquilamente la noticia de que era especialista en enfermedades infecciosas. La quiero mucho. Yo soy profesor universitario, y solemos vernos a la noche. Hasta que llegó el fatal coronavirus y aquí estamos los dos confinados.
Al principio de esta pesadilla, yo le preguntaba a Silvia mucho sobre cosas para no contagiarnos ambos. Bueno, no intuiréis que Silvia y yo nos casamos por todo lo alto y por la Iglesia, en la valenciana parroquia de Santa Catalina. Sí. Ya sabéis: manías de ella y aceptación mía.
No hace tanto que somos marido y mujer. Pero ahora parece que todo aquello pasó hace cientos de años. Ahora, aquí, entre estas paredes, el inmediato pasado parece semejar demasiado al Medievo.
- "Silvia. ¿Y entonces qué puedes decirme más sobre las pandemias y las epidemias, que puedan servirnos a los dos? ..."
- "¡Vete a la mierda! Siempre me estás preguntando por lo mismo. ¿Es que no tienes otro tema de conversación, Eduardo? ¡Por Dios! Es que no sé contigo ya, ¿eh? ..."
Si os digo la verdad, mi mujer y yo no hacemos mucho caso de nada. Nos queremos que no veáis. Nos amamos apasionadamente. Y confinados, preferimos hacer a hablar. Y no guardamos ninguna distancia. El amor es cercanía, placer, sedación, sobe, manoseo consentido, y conocernos mucho más que antes.
La conozco tanto, que podría hacer una tesis doctoral acerca de mi subjetiva impresión acerca de su personalidad. Es guapa de cara, tiene largas las piernas como yo pero mucho más bonitas, viste sexy, es rara pero maravillosa, no tenemos perro para airearnos, y ahora echamos a suertes quién va a bajar la basura al contenedor y quién baja al súper a comprar. Casi siempre gana élla.
Sí. Estamos todo el tiempo juntos. Uno de los momentos más eróticos, es cuando oigo el ruidito eléctrico de su aparato de depilarse las piernas. Ella se está gustando, ubicándose en su femenino rol, gustándome a mí, y mostrando higiene y estética a un tiempo ecléctico.
Silvia no tiene por qué maquillarse, pero sé que lo hace por coquetería y por mí. Lo peor es que es médica de investigaciones raras, que todos sus amigas y amigos la llaman a toda hora con cualquier excusa que tiene que ver con la epidemiología, pero yo no soy celoso. Silvia solo es correcta, buena y científica.
Y ahí anda todo el tiempo metida en internet. Buscando entre páginas especializadas de virus y de más virus. Y se lo pasa bomba. Y, cocina y todo.
- "¡Eduardo! ¡A comer! ...
- "¿Ya está éso? ..."
- "¡Sí!"
Y esto no se acaba nunca. Y llega un momento en que ninguno de los dos no aguantamos más. Y ella cierra su ordenador y se tumba en la cama. Yo, me sumerjo en mi cuarto libro que no logró acabar de leer. También la impotencia del aburrimiento puede ser letalidad. Yo he llegado a imaginar que por qué no meternos haciendo un agujero  por las tuberías para poder escapar.
-LO SOÑÉ AYER-