Juan Lobón, estaba desesperado. Todo lo que hacía en su vida, equivalía a fracaso o decepción. Lo había perdido todo a causa de sus errores. Su trabajo, su mujer, el afecto de los suyos y de todos sus amigos. Lobón estaba perdido, sin dinero y sin horizonte.
Así es, que tomó la última y límite decisión. Caminó en dirección a las montañas buscando al dios de las alturas, para implorarle como fuese, un empujón de fortuna a su vida errada y lastimera.
Allí, en lo más alto del cerro, se hallaba el citado dios de las alturas. Y Juan Lobón, se lanzó a los pies del dios, llorando su miseria y pidiéndoselo todo.
- Oh, dios de las alturas. ¡Ayúdame! Haz que cambie mi suerte, procúrame un futuro mejor, y a cambio te adoraré siempre y cumpliré todo aquello que me impongas. ¡Promete, y serás satisfecho! ...
Pero el dios de las alturas no se pronunciaba, y guardaba un silencio seriote y solemne. Hasta que, finalmente, habló a Juan Lobón.
- Mira, Juan. Sé que estás desesperado, amigo. Pero yo, también ...
Lobón se le quedó mirando atónito, mientras le preguntaba: - Pero, señor. Si usted es el dios de las alturas, ¿cómo algo puede afligirle? ...
Mas el dios de las alturas, no mentía. Estaba llorando desconsoladamente. Hasta que finalmente, logró calmarse. Y hablo así a Juan Lobón:
- Sé que no te vas a creer nada, Juan. Pero estoy cansado de ser un dios. De estar arriba. De ser un ente superior. Solo deseo volver a ser un hombre como los demás, Juan ...
- Pero, señor ...
- Déjame llorar mi pena, Juan. Quiero ser un humano como tú. No puedo soportar mi trono, mi poder, mi estatura, mi perfección, mi todo ...
Lobón, seguía atónito: - ¿Entiendo bien, dios de las alturas?, ¿es que usted está tan desesperado, que desea dejar de ostentar todo poder? ...
- Tú lo has dicho, Juan. Voy a ayudarte. ¡Tu fortuna, variará! Pero, a cambio, a partir de hoy tú vas a ser mi amigo, ¿aceptas? ...
- Por supuesto, señor de las alturas. ¡Acepto, amigo! ...
A partir de ese día, la desesperación se hizo a un lado. Juan Lobón recuperó el trabajo, el amor y la autoestima. Y, asimismo, el dios de las alturas reconquistó paulatinamente el gozo y la satisfacción. Desdendió del cerro, sus poderes divinos cedieron, tocó tierra, y se convirtió en un hombre más, amigo de Juan y de muchos seres humanos igualmente. El dios de las alturas logró desprenderse de todas sus mágicas riquezas, gozar de las cosas cotidianas y menores, y más que pronto, logró alcanzar la grata felicidad.
-COMO SUENA-
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