Bello verbo el de crecer. Siempre es excitante y necesario. Sobre todo, si eres o has sido bajito de recursos o vivires. Sí. Romper. Eclosionar, tirar hacia arriba, siempre hacia adelante y con convicción. Salir finalmente de la cáscara.
Crecer, despegarse, coger mismidad, avanzar con seguridad hacia la vida de uno mismo y asumiendo la propia realidad. ¡Seguir! Continuar, marchar, obligarse a ir; participar en las cosas que en mayor o menor medida la vida propone.
Buscarse a sí mismo, y trepar por lugares difíciles y escarpados buscando un camino personal. La libertad de autogestionarse uno mismo sus propias consecuencias. Caerse, si procede,solo. Asumir caerse. Pero, también, levantarse con autonomía y sin muletas que se agarren al clavo impersonal de la dependencia.
Volar, saltar la rama del calor conocido, y dar el paso. Atreverse a soñar, y a imaginarse en el medio o al lado de las cosas que realmente existen.
Bailar, saltar, correr, danzar, vivir, sonreír, llenarse de metas, y dejar las huellas de los zapatos marcados en mil diversos lugares. Sí. Hacer lo que uno desee, lo que venga en gana, lo que le plazca. No tener que obedecer las consignas de otros, ni montar en sus vehículos, ni ser un adosado de sus libertades auténticas y reales.
Seguir creciendo. Siempre creciendo. Siempre rehacerse como en una primavera permanente con olor a sudor de uno mismo. Mismidad. Hacerse adulto y mayor, con la idea de que otros no viven ni van a vivir la vida por tí. Llama a las puertas que necesites realmente, y si no te las abren, quédate siempre con tu más que merecido plan B, que es tu habilidad de sujeto activo que es capaz de salir airoso de los laberintos sociales.
Sujeto de tí mismo, nuevamente libertad, placer de uno, amor propio, darse cuenta de que crecer es igual de natural que el agua que brota en las montañas llena de impulso y vida.
Crecer, es magia. Pero magia cotidiana. Sin trucos. Crecer en tí, en presentar en tu rostro la verdad de tu naturalidad. Con personalidad y sin dobleces torticeras. Ser uno mismo. Qué pronto se dice, y cuánto cuesta a veces lograrlo ...
La magia del verdadero crecer, es el moverse. El nunca detenerse, el aprender a seguir, a seguirse, a regatear, a fintar, a ser inteligente en uno mism@, y a proyectarse desde esa estructura fuerte y valiente.
Crecer es quererse. Amarse y amar. Soñarse y soñar. Peinarse, vestirse, ducharse, sonreír, calzar un zapato cómodo y consistente a un tiempo, amar a tu chica o a tu hijo, subir a un tren y viajar, llorar o reír tu emoción sincera, y luego de sacar el pañuelo protector nunca dejar de seguir andando.
Lo dijo el poeta sabio. La meta, es el camino. Progresar es pasar etapas y caminos necesarios y de fondo, nutrirse sin trampas, atreverse a comerse la vida con patatas, e incluso confesar que muchas veces estamos cagados de miedo. Sí. Crecer y vivir. Todo éso. Y, sobre todo, respirar el aire auténtico y permanente que procede de nuestra voluntad.
-MAS SIEMPRE, SEGUIR-
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