miércoles, 1 de febrero de 2012

- HOSPITAL -



Enfermeros, doctores, auxiliares, bata blanca y mucha realidad. Sí. En estos días que por razones familiares paso gran parte de mi tiempo en uno de los hospitales de mi Valencia, puedo darme cuenta de esta dinámica casi compulsiva de funcionamiento, y te puedes dar cuenta del valor de lo que significa estar bien de salud.
Sí. En el fondo el hospital es un lugar triste y desgraciado, a pesar de la enorme cantidad de sanitarios que lo pueblan. A la par que todo es el fruto necesario de un consenso humano, cuando pisas este sitio, te das cuenta de la tremenda gana  de irte que te acaba entrando más pronto o más tarde.
Veo mucha gente joven en este personal que tanto frecuento. No sé si es muy vocacional esto de ser doctor o enfermera, o ganas de independizarse económicamente y de ser libres. Lo real debe de ser su vitalidad. Se necesita casi ser un atleta para llevar el estrés que esta joven gente porta a cuestas,  a causa de la saturación del centro.
También es igualmente un trabajo el de ser de hospital. Sí. El hospital es un curro. Es muy laboral. Tiene sus horarios, sus turnos, y nunca para. En el hospital, nada se detiene. Es como si trabajaran a destajo, divididos a turnos. De modo, que es difícil conocer realmente quién o cuál es tu médico. Le conoces únicamente, por la eficacia o ineficacia de los resultados de los medicamentos que te receta. Y si te van mal y no te curan, por lo menos sueles recordar sus apellidos. Somos así.
El capitalismo y la sanidad. Frialdad. El hospital es un gran y potente curro, que se rige por reglas casi de mercado y de salario. Ves a gente muy independiente y en cualquier edad. Es interesante  ver la resolución y calle,  que suelen tener las enfermeras y los médicos jóvenzuelos. Parecen tener las ideas muy claras de aquello que quieren. Es verdaderamente extraño verles dubitativos o titubeantes. Los chicos y las chicas del hospital, son rápidos y muy actuales. Y tremendamente escurridizos.
No diré que están hasta el gorro de las saturadas masas de pacientes, pero sí es evidente que su mundo real es aquel que empieza cuando termina su jornada laboral. Se les ve. Se nota en ellas y en ellos.
Los pacientes. Los pacientes, y valga la redundancia, han de armarse de paciencia. De paciencia, de saladitos, de batería y saldo para los móviles, de botellas de agua de tamaños diferentes, y además no ser agorafóbicos ni estar en absoluto sordos. Si estás sordo, vas a  un hospital, y no te enteras de nada. Y pueden haberte pasado muchasa cosas, incluídas algunas agradables. Las menos.
No y no. Lo mejor que tienen los hospitales, es que puedes salir afuera y respirar. Parece, magia. Cuando veo los pinos libres y el verde césped que rodea al hospital, entonces pienso con todas mis fuerzas en que las cosas son a veces libres y santas. Sí. El exterior de  un hospital, es maravilloso y tremendamente deseable.
Y pensar, que en el fondo, lo que cuenta del hospital es que vamos cuando no hay más remedio y cuando seguramente nunca pensaríamos ir. Y por eso se impone la realidad y las esperas en los pasillos. Lo importante de nuestra salud y para nuestra salud, es que existen los médicos y sus medicamentos, y que solo ellos pueden salvarnos. Pero te aconsejo que vayas a un hospital, acompañado. Se pasa mucho mejor.
-SIN DUDA-

2 comentarios:

Espero, deseo que todo siga bien. A privatizar la Sanidad y otras áreas de gestión pública Mago. Besos

Gracias a tí, Obexa, por tus humanos deseos.
En cuanto a tu opinión sobre la Sanidad, queda reflejada, aunque no esté de acuerdo en absoluto y apueste por la Pública.
Más besos, amiga!!

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