Desde la sorpresa casi inesperada de la felicidad, yo puedo hablarte, amor mío, con la convicción y el sentimiento real de que estoy profundamente enamorado de tí, y que es más que una evidencia que te quiero. Siempre te querré. Sé que lo sabes.
Pero lo más bello, y hasta muchas veces sorprendente una y otra vez para mí, es la correspondencia neta y sincera del amor que me tienes. Y cuando como hoy miro a las estrellas, encuentro un aserto y una verdad todavía más poderosa. Sí. Cuando miro en dirección al firmamento, veo la magia de un amor compartido, y la inexplicable y maravillosa percepción del amor entre nosotros dos.
Sí, amor. Yo te quiero y tú me quieres. Y no hacemos nada especial para amarnos. Sencillamente, nos gustamos, nos aceptamos, nos sentimos dos seres humanos libres y gozosos en el amor nuestro, y sentimos que deseamos estar juntos, que se está muy bien aquí entrelazados en abrazo, que se entienden nuestras miradas, y que sencillamente es un lujo querernos ambos dos. Una magia real.
Si te soy sincero, amor mío, yo te diré que nunca pude imaginar que ésto podría sucederme. Pero no pienso taladrarme las neuronas cerebrales en busca de un porqué que no lleva a ningún sitio feliz. ¡Oh, mi amor! Me es igual todo cuando estás conmigo. Es lo único y más importante que me vale la pena. Todo lo demás que me sucede, es consecuencial. Es, a causa de mi y de nuestro amor más que real, cariño mío.
Ya sabes, amor. La palabra y la literatura, tratan de reflejar un sentimiento y una fortuna de felicidad vivida. Pero no hay códice ni ley escrita o de letras, que pueda mínimamente acercarse lo suficiente como para poder revelar científicamente y con rigor una forma de sentirse. El Amor con mayúsculas...
Porque, ¡cómo explicar tus manos!, o tus labios, o tu sedoso danzar en la playa debajo de la luna, amor real. No se puede. Es absolutamente imposible siquiera, relatar el amor. Totalmente, mentira. Ni los grandes poetas pueden desnudar por completo la seducción del amor adulto y sincero.
La buena verdad, es que te quiero. Que te quiero mil veces, y que mil veces te querré y me querrás más todavía. Ni San Valentín, ni gaitas, ni papel celofán con sorpresa de perfume francés. No, amor. Bien lo sabes. El amor, es que tú y yo estamos juntos y mirándonos embobados como dos adolescentes cursis, pijos, románticos y eternos. Reales y envidiados.
Esa es nuestra ternura, chicaza mía. Nuestra ternura es nuestro secreto. El secreto de tu cuerpo entregado a mí, o la inevitable atracción que siento, y que me permite besarte y amarte apasionadamente. Lo mejor de mí es cuando te veo sonreír, y lo mejor de tí es cuando me ves radiante. Ese es el secreto y el sendero.
Sí. Ya sé que soy redundante e iterativo. Pero el amor también lo es. El amor es un sol y un regalo de oxígeno que nos permite ganar siempre. Ganar salud y felicidad. Y somos inteligentes mientras nos amamos tú y yo. Sí. Porque mientras el amor está en nosotros dos, no imaginamos una desgracia o una distancia. Eso es imposible. No nos dice nada ahora. Por eso yo te amo en presente de indicativo, y tú en futuro más que perfecto.
- ¿A QUE SÍ? -
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