jueves, 16 de febrero de 2012

- CÁRCEL Y CASTIGO -



En casi todos los noticieros de hoy en España, y supongo que más por el morbo que producen estas noticias que por otra cosa, aparecía un hombre que salía de la cárcel tras haber pasado prácticamente todo su tiempo vital en el interior de un penal. El hombre, con acento andaluz y rodeado de sus hijas y una enorme cantidad de cámaras televisivas, utilizaba una máscara o pose de ironía o sarcasmo, haciendo aparentes bromas a los micrófonos. Afirmaba, que lo primero que quería hacer, era caminar y caminar hasta perder de vista la visión de la cárcel.
A propósito de este caso, me ha venido a la cabeza la maravillosa idea de la libertad. La cárcel. El castigo. Encerrar a los seres humanos en unas celdas. No dejarles salir al exterior.
Qué fácil idea. Qué sencillo o teológico parece resultar el que un ser humano    haga     la  penitencia. Terrible y desesperada idea. Los presos, los seres sin esperanza, metidos en   un  métálico cajón de seguridad. Los no presos, que temen al miedo y que no saben ingeniar una verdadera reinserción. Castigo entre los barrotes de una celda negra. Chabolo, celda, patio, inercia y negación de la luz. Crueldad y normalidad. Venganza y error. Todo el castigo más  defensivo y pueril. El Estado de alguna manera se lava las manos. La cárcel, parece que todos la aceptan. Consenso más o menos cerrado. Llaves.
Mientras pienso en la asfixiante idea de la cueva terrible de una cárcel, no puedo evitar evocar aquellas maravillosas excursiones de libertad, que podemos gozar los que no estamos presos.
Sí. Ese árbol natural y libre que te sorprende al lado de un sendero bellísimo de montaña, un enorme avión surcando todos los puntos cardinales con turistas felices, ese aire suave   y   acariciante que te ayuda a hacer ejercicio físico moviendo tu cuerpo y sudando al compás de tu libertad...
Somos afortunados si no somos presos. Podemos. Sí. Podemos dar un corte de mangas a lo instituído y consensuado, y admirar majestuosamente a una bellísima mujer. O mirar cómo los pájaros surgen desde la aurora y desde las ramas de los árboles camino hacia una nueva experiencia de vida. O vemos cómo ese bebé vulnerable sale de la vagina materna, y hace felices y embobados a unos padres primerizos y tremendamente ilusionados.
La música. La música de la paz, el respeto y la libertad, nunca puede estar en el interior de una cárcel. No. Es incompatible. La música es el sentimiento al viento, y nunca una mordaza carcelaria para portarse bien. Torturas.
Y, fijaos, en la cantidad de millones de presos que hay en el mundo. Los buenos y los malos. Los ricos y los pobres. Los maniqueísmos. Si, amigas y amigos que me leéis. Sé que soy totalmente incorrecto y todas esas cosas, pero sueño con un mundo sin cárceles    y     sin convictos.
No. Creo que la cárcel es una crueldad insana, y un fracaso de la disposición colectiva.  La cárcel es uno de los sitios más terribles en donde un humano puede estar. La cárcel es   una patada en los testículos o en los ovarios de toda libre aspiración humana.
Por éso, permitidme que hoy dedique estas breves líneas, a aquell@s que sufren pena de cárcel. Desde aquí, os transmito mi calor y mi esperanza.
-NUNCA DECAIGÁIS-

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