miércoles, 22 de febrero de 2012

- DOÑA PAULA, ¡NUNCA MÁIS! -



Mire, doña Paula Sánchez de León. Le voy a contar una historia muy común, señora Delegada del Gobierno en Valencia. Verá. Yo he tenido la fortuna y el gozo, de haber estudiado en el emblemático Instituto Luís Vives de Valencia.
¡Oh, qué tiempos! Yo era un adolescente, casi un niño, y allí conocí a unos profesores    y catedráticos maravillosos. Seguramente, mi felicidad más entrañable tiene que ver  con   aquellos tiempos mágicos de enseñanza y aprecio del saber y del conocimiento.
Sí, señora Paula. La calle Játiva, la Plaza del Ayuntamiento o la Calle de San Agustín. La pujanza de la juventud y del corazón de mi Valencia del alma. ¿Sabe lo que aprendí allí, señora Paula? Pues aprendí mil millones de cosas. Aprendí a aprender, a reflexionar, a ser libre, a tener coraje para luchar por algo difuso y lejano que posteriormente llamaríamos Democracia. O, lo que sea ésto ...
Pero lo que mejor aprendí, y desde la libertad, fue algo que siempre llevaré en lo más profundo de mi corazón. Que, ser estudiante era ser un tesoro y una rosa a cuidar y hasta a mimar. Sí. Mis colores verdes del Luís Vives me dieron la oportunidad de crecer. De crecer en algo mucho más,-que ya es decir-, que en el amor a aquellas entrañables e históricas aulas cuyo recuerdo permanece vivo en mí para siempre.
Lo más importante que aprendí en mi/nuestro Luís Vives, señora Paula, fue a odiar profundamente aquello que pudiese oler mínimamente a violencia. Que ser violento, no era otra cosa que ser un burro. Y que la mayor hostia que se le podía dar a un salvaje, era una idea de paz y de afecto humanos.
Sí, señora Paula. Estoy indignado. Soy valenciano y del Luís Vives. Siempre seré del Luís Vives. Hasta que palme. Por éso no he tenido más remedio que ver los vídeos de las cargas policiales que usted dirige a través del señor Moreno, Jefe de la Policía de aquí.
No, Paula. Ese no es el ejemplo para unos jóvenes que están aprendiendo a discernir el oro de la paja. No, señora. La brutal porra de un policía adulto, no debe golpear la inocencia y la libertad de nuestros niños y jóvenes. De nostres xiquets, Paula ...
Ni de nadie. Se han pasado ustedes varios pueblos, señora Paula. Y yo, le pido en nombre de la inocencia y la verdad de tantos y tantos niños y jóvenes, que son también un trozo de mí y de mi Valencia, que pida usted perdón por lo que se hizo, que depure responsabilidades a los salvajes que se excedieron, y que deje a los jóvenes estudiantes valencianos en paz y en sonrisa.
Y de paso, no les deje fríos en las aulas, ni los aparque en barracones, ni les meta el miedo en el cuerpo antes de hora. Sea valiente, señora Paula y señor Moreno. Rectificar y pedir perdón, es un acto valiente, noble, humano y hasta maravillosamente mágico. Ah, y perdonen por anticipado mi indignación valenciana.
-JOSÉ VICENTE ORTÍ-

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