Mi madre está tranquila tendida sobre la cama del hospital. Todo es remanso de paz a su alrededor. Llega el médico. Está sorprendido. Me dice que mi madre está mejor, y que tiene mejor cara, y que ha llegado el momento de que haga gimnasia. Debe pasar a la silla, y dejar su cómodo catre, o se avagará, y con lo gordita que está, siempre es mejor que tire energía y se mueva y se mueva. Debe dormir por la noche y esas cosas.
¡Congratulations! Felicitaciones y enhorabuena. Sí. Imposible. Hay que alegrarse porque mi predemente favorita, esté mejor y avance en su salud y a paso firme.
Pero, no todo es la felicidad. De repente, comienza a agitarse y a no poder estarse quieta. Quiere bajar de la cama, y además, ¡ya! Y empieza a dirigirse a mí en busca de sus objetivos desordenados. Yo soy su eterno y más fácil esclavo. Debo obedecer. Pero como la quiero, y no quiero verla agitada, y mucho menos que se caiga, entonces comienza la gran batalla de negaciones. ¡A desobedecer, mamaíta!
Mi madre navega como un extraterrestre desde la ingravidez de una nave espacial o interestelar. Toda la cama, es su objetivo. Ha de ser. Sí. Ha de ser lo que ella quiera, y sólo lo que ella quiera. Se pone a jugar. A jugar cual niña traviesísima sobre mí y sobre toda la piel de toro de su incómoda superficie.
Ya le puedes decir que se esté quieta. Es totalmente contraproducente. Si le dices que sí, el árduo resultado de tu insistencia para que no se caiga de la silla y se haga daño, será que no. Y toda la viceversa , que la paciencia jobiana puede abarcar. ¡Agitadora!
Trato de echar de menos aquella maravillosa inmovilidad y sedación inicial. ¡Oh, qué paz! Se estaba inquieto por si le pasaba algo durante el extraño letargo, pero aún así y de vez en cuando se escuchaba el trino de alegría de algún jilguero pacifista y vital.
Ahora ya no es posible por ahora el tomarse los románticos tiempos para la paz. Los nervios, van cediendo. Estoy tan agotado, que me duele el alma. No me deja ni respirar mi pequeño volcán. Está en el positivo guión. Quien no se consuela es porque no quiere.
Hora de comer. No le da la gana probar bocado. Su agitación no conoce lucidez. Quiere no saber qué significa la palabra alimentación. Si me acerco con comida en la mano hacia su boca que sea siquiera con un vaso de agua, me ve mi mami como al mismo Jack el Destripador, dispuesto a hacerle las peores fechorías.
El resultado final, es de prever. Todo por el aire. Fuera mascarilla, el caldo por los aires, no come nada, y encima las enfermeras me dicen que he sido yo el todo culpable. Por cierto que una de éllas, trata de levantarla sin percatarse de que su brazo izquierdo está ligado a la cama por seguridad. Al decírselo yo, me grita y me monta en cólera la joven y desconcertante auxiliar de enfemería. Su profesionalidad, debe crecer.
Trato de concentrarme en el presente escrito. Nada de sedación. La compañera de habitación tiene tres hijas que no miran por nadie, y van a la suya. Ya sabéis. Voces fuertes las tres a la vez, y desconsideración con las dos pacientes. El mundo más joven, es sin duda el mundo más joven. Perogrullo. ¿Lograré terminar este mismo escrito? No, a no ser que tome la decisión oportuna: salir de la habitación aprovechando el relevo de mi hermano.
-COSAS QUE PASAN-
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