En estos días, ha saltado el gran escándalo a los medios de comunicación españoles. El Duque de Palma, Iñaki Urdangarín, esposo de la infanta Cristina de Borbón y miembro de la Casa del Rey, es imputado por un juez, al considerar que ha cometido irregularidades económicas, y aprovechando su influencia y prestigio, para quedarse con el dinero. Será pues, juzgado.
Mi reflexión de hoy, trata de ir por otro camino. Veréis. Urdangarín fue un extraordinario jugador de la selección nacional de balonmano y del Barcelona. Al parecer, un día se enamoró de la infanta Cristina, y se casaron.
Tremendo paso. ¿Qué es ser Duque de Palma?, ¿qué es formar parte de la Casa Real?, ¿las normas de la Casa Real?, ¿ha de serse profesional de dicha institución?, ¿qué pinta hoy ese anacronismo dentro de la Constitución y en el año casi 2012? Muchas preguntas.
Iñaki Urdangarín deja el deporte. Un deportista no se puede estar quieto. Es un hombre vital y acostumbrado a emprender retos. Su primer reto, es acatar las normas de una institución tan parecida a Disneylandia, con reyes, princesas y personajes así. Seguramente, es este el primer desconcierto de Iñaki.
Y luego, la idea de las cuatro paredes. Un chico vital y deportista, quedando restringido a las cuatro paredes de su instancia monárquica. Sometiéndose a un sitio no privado solo, sino regido por unas normas selectas y un tanto abracadabrantes.
No. Iñaki no está de acuerdo. Seguramente, Jaime de Marichalar tampoco lo estuvo. Y entonces, Iñaki decide que él marcará sus propias reglas. Y, además, sus propias reglas de definición de su acción privada frente a la monárquica. Iñaki, deseará ser nuevamente libre...
Menudo reto. Como para labrarse una proyección entre los sacros barrotes de un trono... ¡Para volverse loco! Lo mejor, ha de ser no creerse prácticamente nada del entorno de lo que ve. Optar por la calle de en medio. Si su mundo es Disneylandia, ¿por qué no pergeñar su Disneylandia particular, para no sentirse toda la vida un inútil? ...
Según cuentan, Urdangarín decide echarle excesiva audacia a su vida. Y les dice a unos y a otros que él es él, y que hacer negocios con él, ha de ser lógicamente muy legítimo. Y va, y le obedecen. Y se someten. Lo logra. Su Disneylandia de pícaro triunfador, le permite ganar dinero a espuertas, y hasta se malicia que meterlo incluso en los paraísos fiscales.
Sí. Urdangarín parecía asfixiado entre las reglas monárquicas. Necesitaba utilizar su vitalidad pícara, y su vertiente menos carnavalesca. Precisaba de caminar por la calle paralela, para no sucumbir al tedio insoportable de su condición cotidiana.
Tiene que ser muy duro estar en esa Casa Real. Éso, debe marear bastante. Ha de serse estático y aceptador. Ha de serse buenazo y pasota. Lo que ocurre, es que Urdangarín es un atleta joven y de hoy. Un hombre de su tiempo. Un buscador de otra aventura y fortuna.
Cuando le llegue su hora, el juez le juzgará por los delitos en que anda imputado. Dicho juez tendrá la última palabra. El pueblo español ya ha emitido sentencia. Y la Casa Real, seguirá como siempre sin hacer apenas ruído.
-LAS REGLAS, SON LAS REGLAS-
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