Sí. Quizás sea vuestro puto amo, muchachos. El malo de la película. Sí. Soy vuestro entrenador. Me pagan por ello. Sería fácil guardar silencio y no deciros nada. Pero yo, puto amo, quiero ser honesto con vosotros. Y quiero que por favor, me obedezcáis.
Ya sé en qué estáis pensando, chicos. Y no me hace falta ser un adivino para eso. Estáis pensando, y hacéis bien, que cuando piséis el verde césped no estaré yo, y que entonces seréis libres para entonar vuestra ética. En otras palabras, cuando salgáis al verde campo de juego, tendréis la summa voluntad y libertad para hacer lo que os pase por vuestras individuales cabezas. ¡Lo que os dé la gana, coño! ...
Pero, siendo consciente de lo anterior, me sale de la sangre y de la honra deciros lo que viene. Verán, señores. O, veréis. Decidid el trato. Ya sóis mayorcitos y no puedo ser más sincero con vosotros ...
Salid ahí. Sí. Pero pensad que lleváis una camiseta que tiene cien años de historial y de honradez. Pensad que es un lujo llevar esa camiseta, y que son muy pocos los seres humanos que han tenido la inmensa suerte de llevarla.
Y, ¿sabéis por qué es que la lleváis? Yo os lo diré. Porque sóis muy buenos en esto del fútbol. Porque sóis grandes y lo sabéis. Y además, porque vosotros y yo, somos honrados.
Os lo digo, porque váis a saltar al campo con la idea del labrador, del paleto que lucha siempre en las peores condiciones, que nos va a importar un pimiento si llueve, jarrea, hace vendaval, hay niebla, o si la nieve no nos deja ni ver la pelota. Tema bemoles, ¿okey? ...
Sí. Váis a sudar como cerdos, váis a dejaros la piel en cada pelota, váis a esforzaros como si ésto fuera un cásting de juveniles, y nunca daréis un balón por perdido. Sí. Váis a tener muchas razones para que la gente se levante de sus asientos y os aplauda a rabiar.
Pero, la razón número uno, va a ser que os vean enrabietados, con orgullo, con personalidad, serios, sin concesiones, con dominio de la situación, con ganas de apretar, que vean que sufrís, y que os dejáis la vida en cada acción. Que sepan que estáis haciendo exactamente todo lo que sabéis y hemos entrenado, para que nuestro rival muerda el polvo. ¡Ganamos, coño! ¡Lo sabéis! ...
Me dará igual el resultado final, muchachos, si cuando el puñetero tipo del silbato diga el final del choque, os veo cara de agotados, de cansados y hasta con las pulsaciones para preocupar.
Sí. Cierto, muchachos. Esto no es la guerra. Es solo fútbol. Pero, por lo menos, yo, vuestro puto amo, os pido noventa minutos de fútbol y de tesón, de fuerza y de juventud, de orden y de valentía, de obediencia debida y de toda la tensión.
¡No os digo más! ¡Vamos a por éllos, coño! Y sé, lo veo, que cuando termine el partido, será para mí un orgullo el abrazaros a todos y a cada uno. Pero éso, será después. Se acabó el romanticismo. ¡Al ataque! ...
-Y AHORA HAGAN LO QUE SABEN-
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