Aquella noche navideña, sonó el teléfono de Juan Sinfar. Era Silvia Cort. Apenas se conocían, pero ella le invitaba a cenar en su casa y acompañada de unos amigos, seguramente para alejar los navideños fantasmas de la soledad.
Ilusionado, Juan Sinfar llegó a casa de su casi amiga, Silvia Cort. Se sentó en una de las sillas, cerca de ella, pero todos los demás comensales eran unos perfectos extraños, los cuales iban cada uno haciendo grupito por su cuenta, a pesar de estar siendo invitados a la misma cena.
Juan Sinfar se fijó en la persona que se había sentado delante de él en la mesa. Estaba como silenciosa y cohibida. Y le miraba a hurtadillas, y a continuación bajaba los ojos rápidamente y llena de apuro. Al preguntarla finalmente Juan a la mujer cuál era su nombre, pudo saber que se llamaba Lydia y que era profesora de piano. Al igual que él, la tal Lydia solo conocía a la anfitriona Silvia Cort, la cual andaba animada en otro grupo más cercano y afín. Y pronto, Lydia le propuso a Juan Sinfar presentarle a una amiga suya, que tenía bien cerca de la casa de la citada Silvia Cort, esa misma noche.
Juan, aceptó. Se despidieron los dos de Silvia, y partieron a casa de Beatriz, que así era como se llamaba la amiga de su nueva conocida Lydia.
Al llegar a la casa de Beatriz, Lydia le presentó brevemente a Juan Sinfar. Éste, le dió dos besos y penetró en la estancia. Estaba llena de gentes que cantaban y bailaban. Y cuando trató de seguir a Lydia, la dejó estar, al ver cómo la mujer andaba ya totalmente suelta e inmersa en una camarilla carcajeante, y con vasos en la mano. Lydia había encontrado su sitio.
Y, de repente, alguien pisó sin querer a alguien. Y, se lió parda. La gente, comenzó a empujarse y a lanzarse todo tipo de objetos. Una mujer, cayó desvanecida sobre Juan Sinfar, mientras algunos vecinos habían llamado sin consultar y prestos, a la policía. En la fiesta de Beatriz, un Juan Sinfar estupefacto y cuioso, contemplaba el espectáculo insólito de unos extraños ya mayores, zurrándose entre sí, y profiriéndose insultos constantes. El alcohol, había dictado triunfante sentencia.
La policía, entro en la casa casi sin avisar. Al primero que vieron, fue a Juan con una mujer desvanecida sobre sus brazos y con un fuerte moratón en el ojo izquierdo. Comenzaron a interrogarle. Juan no sabía qué contestar. Y, se lo llevaron a la comisaría.
Allí, y mientras le seguían interrogando, Juan Sinfar solo acertaba a decir una y otra vez que él no conocía a nadie de cuantos estaban en aquella fiesta. Y, como al parecer,las noticias que llegaban desde el hospital sobre la salud de Eugenia,-que era el nombre de la mujer que había caído desvanecida sobre Juan-, no eran nada positivas, los policías se pusieron muy severos con él.
- "Vamos, ¡vas a decirnos toda la verdad! ¡No tenemos prisa!" ...
Alguien sacó una porra de goma, y comenzó a atizar a Juan Sinfar. Lo molieron a golpes. Hasta que de repente, dejaron de zurrarle. Una llamada de teléfono aclaraba las cosas. Silvia Cort, había defendido a Juan Sinfar antos los guardias y con pruebas. Podía el hombre salir libre de allí.
-¡Y EN ESE MISMO INSTANTE, FALLECÍA EUGENIA!-
0 comentarios:
Publicar un comentario