martes, 13 de diciembre de 2011

- LA PÉRFIDA MARGRET -



Margret Wiliams sufrió un enorme revés inesperado. Acababa de dar a luz a su segundo hijo, y..., ¿en dónde demonios se habría metido su marido Andrew?, ¿qué pasaba?, ¿ a qué tanta tardanza?, ¿por qué la ausencia fatal?
El porqué se llamaba, carretera. Sí. Su Andrew acababa de fallecer en el acto, chafado literalmente su automóvil por un enorme tráiler lleno de mercancías.
Por éso, la familia de Margret estaba tan enigmática, triste y esquiva, a pesar de la nueva noticia de haber traído a un nuevo vástago a su vida. Por éso no se alegraban de que hubiese parido, y hubiese tenido los ovarios y la convicción concreta y arriesgada    de   un    parto  excelente. ¡Todo, lacerante! ...
Sí. Margret, aún en el hospital, tuvo la certeza de la noticia. Y del disgusto, estuvo a punto de fallecer. Le sobrevino una enfermedad en el cerebro, la cual acentuó todavía más y para siempre, su dolor y su frustración.
Cuando Margret reemprendió su vida activa, nadie podía sospechar de su tremenda locura vengativa. Pero, sus objetivos, estaban bien claros y definidos: ¡sus dos hijos! ...
Sí. En ellos actuaría Margret, para tratar de redimir todo su fracaso personal y de rabia. Éllos, serían sus ratitas de laboratorio. Iban a arrepentirse de estar en el mundo, sus inoportunos Alfred y Johny. Sus hijos. La mujer ida, se guardaba demasiados ases inesperados en la manga.
Sometió a los niños a un enorme castigo. Pero sus palizas no eran físicas, sino psicológicas. Debían sacar en todo las mejores notas, pero nunca deberían intentar     ni    por    asomo  abandonarla ni ser libres. Y les negó la socialización básica.
En la adolescencia, Margret cimentó un castigo sobre sus chicos, que ya había comenzado muchos años atrás. Les negó el ocio. Les prohibió salir con sus amigos, les cortó los horarios y la libertad. Les hurtó la identidad y el afianzamiento en el crecer. "¡No haber nacido!",   pensaba una triste y fatal Margret, la cual nunca les dió ni un solo beso.
Pasó el tiempo. Su hijo mayor Alfred, quería ir a la discoteca. Pero Margret se negaba, y le amenazaba con echarlo a la calle. Y Alfred comenzó a quedarse pensativo y extraño. Empezó a no desear crecer como individuo. Se refugió esclavo en su casa, y sus amigos dejaron   de acercarse a él. Hoy en día es un ser asocial, vengativo y totalmente derrotado. ¡El primer trofeo de la pérfida Margret!
Su Johny, estuvo igualmente a punto de irse al abismo. Sin afecto ni horizonte, desembocó en complicadas patologías emocionales. ¡Maldito Johny!..., encima, ¿loco de atar? ...
No. La locura de su Johny era un gran punto de defensa contra su madre destructora   y biológica. El refugio en los médicos de su segundo vástago, chocaba frontalmente contra su deseo sádico de neutralizarle y de causarle dolor.
Margret rabiaba por adentro cuando veía vida real en Johny, y cuando le plantaba cara y batalla. Hasta que un fatal día, Johny se dió peligrosamente la vuelta, y entonces su madre Margret agarró una pistola y le disparó imparablemente sobre su cuerpo. Y aunque Johny no murió, ahora solo es un discapacitado sin calidad en su vida.
-GANÓ MARGRET-

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