Lluvia en la tarde de un fin de semana. Silbatos frenéticos de policías de tráfico, regulando el caos de una ciudad desmadrada y viva. Lluvia natural y desorden. Lluvia de crecer y de romper con todo lo previsto. Sí.
Agua que cae del cielo ajando el guión. Lluvia de sorpresa inesperada. Cae la lluvia. Agua de la vida. Limpieza de la ciudad en la anarquía del bien hacer. Valencia se limpia sobre sí misma. Mi ciudad, crece. Se renueva.
Y mientras tanto, en la calle, parecer mandar el ceño fruncido. El imperio del dios comodón, es inflexible con el contratiempo. Ahí están las vacaciones iniciales rotas de un puente festivo. Y los bomberos se afanan en llenar la tarde preocupante, con sus pericias de atletas necesarios. Qué labor tan poco agradecida socialmente efectúan los bomberos, a pesar de que limpian los cascotes y atraen la seguridad física y real, a los habitantes. Solo agrada la paz y el silencio esperado.
La calle, no es amiga nuestra en la tarde del agua incesante, cayendo sobre nuestros paraguas o chubasqueros. ¡Nunca la lluvia!, parece sentenciar la mayoría del pueblo gruñón. Viva la calor, el refugio, los pies secos, y la vecinita sexy haciéndote fácil el mesenger con webcam en los oídos. Dulce reality. Tarde interior.
La verdad, me la da la Naturaleza. Casi blasfemo al decir que me encanta la lluvia copiosa y pertinaz. Es la revolución, y bajo el manto del agua, todo parece más real, valiente y descarnado. Auténtico.
Las plantas de mi balcón se relamen ante tanta agua, y quieren más y todo. Las pérfidas palomas, las miran impotentes y ansiosas. No pueden tener su habitual ensalada vegetal, ni bombardearnos corrosivamente ante la laxitud de especuladores espabilados y funcionarios impotentes ante el aumento de la población de aves. ¡Se jodan!
El guión de la tarde, se hace añicos felices. Todo es nuevo y abundante. Alguien del norte y no de mi Valencia, podría asistir indiferente al mágico espectáculo del ver llover. Porque esto no son cuatro gotas, sino mi señora la lluvia. Hoy no puede salir el sol. Hoy es lluvia, lluvia y más lluvia ...
A lo lejos, los aspirantes a viajeros del fin de semana, reflexionan sobre el momento más oportuno para escapar hasta de sí mismos. Desde luego, ahora no. Las carreteras secundarias pueden ser una trampa. Quizás mañana. Seguramente mañana, habrá venganza y exceso. y entonces nada podrá importar al vulgo desesperado y ansioso de nuevas. Sueños y gasolina.
Escucho el sonido acompasado del llover, y me acuerdo de los náufragos sedientos, acalorados y desesperados. Toma corte de mangas, sequía pertinaz. Porque también la tarde de la vida y de la lluvia, tiene brillo. Y tiene higiene, y fuerza, y deseos, cruces de piernas de mujer bellísima, y todas las sorpresas prenavideñas con las que puedas soñar e imaginar.
-AUNQUE SEA CONSUMIENDO EN UNA GRAN SUPERFICIE-
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