miércoles, 28 de diciembre de 2011

- DE PSICOANALISTA -



Me he despertado esta mañana bien tempranito como todos los días. Silencio. Sí. En la casa de mi hermano donde pernocto, y en donde pasa mi madre los últimos tiempos de su vida con un más que incipiente alzheimer.
Sí. Silencio total mañanero y estratégico. Silencio, hasta que se hiciera,-alguna hora después-, el momento de traer a casa el pan y los periódicos. Como habitualmente sucede. Como  yo  hago.
Pero, en esta ocasión, había un tercer protagonista en liza. Sí. Mi hermano aparentaba un sueño real y convencido, aprovechando que goza de una semana de vacación. De modo que yo no era libre para caminar por la casa, caldearla, encender la luz para no tropezar, etcétera ...
Decidido. A pesar de mi rodilla limitada, he decidido abrigarme bien, y bajarme al cauce seco del río Turia, para soltarme y hacer una hora larga de deporte. Y para que mi madre no  se asustara, le he comunicado lo que iba a hacer. Que no se preocupara, y que en cuanto volviese, iría a comprarle el pan del día y todas sus cosas que ella siempre demanda. Sí.  Le convenía decirme que sí. Lo más importante para ella, era que mi      hermano      siguiera  durmiendo en su cuarto y sin nadie vagando por la casa. Mejor así.
Al llegar yo de regreso a la casa tras practicar deporte, todo había cambiado.    Se    había  modificado. Ya no había silencio. Mi hermano ya estaba en pie, preparado, vestido, y listo para ir a comprar el pan tierno del día a mamá.
Visto así, parecería normal y lógica la reacción de mi madre y de mi hermano, perfilando lo que iba a tener lugar, y a mis espaldas, por supuesto. Como habitualmente.
Pero, no. Habían pasado muchas más cosas. La ganadora del pulso, había sido   mi   madre predemente y con ochenta y cinco años. Al ser ya cerca de las nueve de la mañana, mi madre no toleraba la frustración, y comenzaba a anular la voluntad de mi hermano. A comerse  sus pensamientos e ideas. Mi hermano, era consciente de la que se le venía encima   si     no  complacía a la viejita.
Cambio de planes. Mi hermano no ha podido superar la adolescencia. Ha dejado su sueño extraño, y se ha centrado en levantarse para complacer a mamá. Lo que no quiere calcular, es que está dorminado por élla, y que si se limitaba a comprar únicamente las piezas de pan justas para el día, mañana le tocaría interrumpir de nuevo su sueño para complacerla.   La dignidad y voluntad real y libre de mi hermano enfermo, es devorada por     una   anciana   predemente, como desgraciadamente es mi madre. Un observador psicoanalista, podría   alucinar en colores ...
Ése, es mi panorama familiar y cotidiano. Desolador. Quien manda y dirige, siempre fué mi  madre. Nunca quiso tener hijos, y trató por todos los medios de no dejarnos crecer y   ser  mayores. Con mi hermano, lo ha conseguido por completo.
A mí, me hizo un daño tremendo, del que lucho día a día como un audaz y temerario rebelde, para romper ese patológico apego y poder ser yo mismo. Pero mi sacra viejita ve su triunfo total sobre mi único hermano, y entonces se pregunta que cómo   no      logró      dominarme  a mí por completo igualmente. Yo, no lo sé. Escapé vivo de ella y de sus cosas.
-SOLO SÉ QUE ADMIRO A DARWIN-

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