domingo, 25 de diciembre de 2011

- LA FELICITACIÓN NAVIDEÑA COMO PUNTO DE CONTACTO SOCIAL -



Feliz Navidad. ¿Qué es eso?, ¿qué pretende defender ese saludo navideño? Es, interesante cuestión. Y, de éso, voy a tratar de reflexionaros en voz alta y en letra legible.
Sí. Deseos. Deseos en consenso. Algo, que nos nace, y que hemos decidido institucionalizar y darle fecha o fechas. La idea de nuestra expresión afectiva. Algo, que no sabemos muy bien porqué, pero que nos nace. Exactamente, lo mismo que el amor. El necesario enigma que nos socializa y conviene.
Eso es, ésto de la Navidad. Bien poca cosa de religiones o de nacimientos de hijos de ningín dios. Ni de portales de Belén, ni Reyes Magos, ni literaturas epifánicas. No. Es mucho más. Fue y es, mucho más que todo éso.
Imaginaos que no felicitamos las navidades a nadie. ¿Qué feo, verdad?, ¿qué señaladamente inadecuado y feo?, ¿cierto? Sí. Los demás. El acto de amor. Estamos en una familia de sangre, desde la cual abrazamos a los nuestros. A nuestra familia biológica e inmediata. Padres, hijos, madres, pareja, hermanos, primos, tíos y amigos. Por un orden similar a este.
A continuación, el afecto social primigenio, se ha expandido. Están los amigos, los conocidos, los que viven cerca de nuestros hogares, o sencillamente las personas de las  que    tenemos  conocimiento de existencia.
Y, ahora, ésto del ordenador y de lo virtual, agrega nuevos conoceres, afectos,  y    puede  adicionar gente  que podamos querer. El internet puede acercarnos más a la familia globlal de los afectos, desde nuestra libertad.
Sí. Lo importante es sacar el afecto, aunque no competir en tal felicitación navideña. La mejor felicitación, es aquella que nos sale desde nuestra verdad.
En paralelo, hay en estos días una atmósfera que nos envuelve, y que nos lleva a ser más  solidarios con aquellos que el resto del año nos pasan más inadvertidos.
Pensamos más en los pobres, les damos algunas monedas, nos apiadamos de los desgraciados o excluídos con una mayor potencia que en otros momentos, y los demás no nuestros nos dan más lástima.
En nuestra sociedad de sociedades y de actitudes, nos gusta y conviene la relación pactada por el saludo navideño y por los sentimientos más altruistas. Que es lo que sucede por estas fechas.
Necesitamos más que nunca ahora a los demás, e inventamos las cenas y los reencuentros. Nos metemos en la tribu de los nuestros, y desde ahí nos refugiamos y nos proyectamos hacia la huída de nuestra propia soledad. El individuo, es superado por el grupo, y se une a él con un turrón en la boca, unas gambas, o un presente de regalo.
Esto de felicitar la Navidad, es una excelente idea social. Algo que está muy bien, aunque no sepamos muy bien qué felicitamos o el porqué. Lo único práctico y real, es citarnos, quedar y compartir en conjunto nuestras presencias. Lo anual, lo costumbrista, o lo religioso, ha de quedar en mera excusa.
Sí, amigas y amigos que me leéis. No me valen los ermitaños o los eremitas solitarios. No son sociales. Yo, prefiero estar con gente, compartir, darles mi respeto o el afecto     que     yo  libremente decida. Pero, soy la familia, vengo de una familia, y quiero un día morir siguiendo siendo familia.
-ASÍ QUE, ¡FELIZ NAVIDAD! -

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