sábado, 25 de agosto de 2012

- PABLO Y LA SONRISA DEL NEGRO -



Hacía más de una década, que no veía al bueno de Pablo. Sigue viviendo en la barriada valenciana de Nazaret, la cual tuvo playa antes de que la ampliación del puerto se la comiera cruda.
Curiosamente, de pequeño, mis padres me llevaban en el tranvía al complejo "Marazul" de la citada barriada marítima nazareteña. Hoy he vuelto al atrás, desde la reflexión    y    el entrañable calor amical. Y también climatológico ...
Pablo es bajito, se demora un poco cuando habla, es realista y positivo, y siempre ha tenido para mí su atención y su tranquila sonrisa. Ahora, sigue casado como siempre, y sus hijos ya andan por la veintena y buscan imparables el camino del crecer natural de su libertad. Como yo, pero a otra edad ...
A Pablo le conocí en una etapa de mi vida, en la cual los sueños a la desesperada   se     me  imponían a mi realidad cruda de pies en el suelo. Pablo afirma tener algo de videncia, y esa circunstancia me llevó a conocerle,  y a constatar en varias ocasiones su buen corazón y sus animosos consejos. ¡Oh, tiempos! ...
Ahora, la cosa se ha modificado. Pablo ya no va por la vida de vidente, y yo ya no busco con ansiedad el futuro de la esperanza. Sí. El tiempo no se ha detenido, y ha hecho de las suyas. Nunca Cronos se está quieto ...
Pablo me ha hablado, y yo le he contado de inmediato cómo va mi vida, y mis profundos asentares y anhelos en la confianza en mi futuro. Sí. En el mío, y no en el de sus cartas del tarot. Y el bueno de Pablo, ha captado en seguida la esencia de mi parloteo veloz     y     casi  impulsivo.
El menudo Pablo, me miraba al principio y no se decidía por poner ninguna cara especial. Más que preocupado, estaba expectante y bien atento. Yo, le hablaba cada vez   con  más insistencia y blablablá de mi realidad, apenas le dejaba meter baza, y el hombre mostraba una evidente generosidad y comprensión. Y dejaba que transcurriera el tiempo,    y  que   la frialdad de la realidad dictara sentencia.
Relativizador, real, sin alardes, de andar por casa, muy normal, y finalmente aconsejando y opinando desde su buen talante amical. Sin duda, un buen tipo ...
Para mí, hablar de mi pasado, no es fácil. Me sigue afectando demasiado, aunque todo es y fue la vicisitud llamada adversidad. Mi emoción se imponía al discurso y a mi palabra, pero Pablo seguía tranquilo y como al principio del encuentro. Normal, y relajado...
Cuando más emocionado estaba yo contándole a Pablo mi tiempo del atrás, un hombre de raza negra que vende objetos de playa, nos ha interrumpido brevemente. Yo sé que era un aviso de la vida y de la mesura. Sí. El moreno se ha hecho con mi brillante sonrisa alegre, y yo no lograba desprenderme de tal sonrisa. Quería el moreno venderme productos de los suyos, y yo no sabía ponerme seriote que no fuera bruscamente. Pablo, empero, no tenía la necesidad de la brusquedad. Miraba al negro vendedor como si nada, con inteligencia y astucia de no comprador ...
Cuando le he imitado, ya era demasiado tarde. Mis emociones se habían extendido más allá del bueno de Pablo. Y entonces he comprendido que debía relajarme más, y mirar hacia mi alrededor, y no hacer de mi pasado una fuerza que a veces me avasalla.
Pasado. Pasado, ¡voy en busca de tu derrota!... Sí. Pablo lo sabe y puede dar fe. La idea es devolverle a mi pasado el sosiego del tomillo o de la comprensión de un café bien caliente. El pasado es una referencia actual, que no debe ser obstáculo para mi crecer.
Al final de la cita, yo tenía ganas de irme, pero Pablo no deseaba tales prisas. Nunca hay prisas. Ya irá escampando. No hay que huír de uno mismo, sonreír, y por todo lo contrario darle al pasado un gran abrazo de comprensión e inteligencia.
-EL MISMO ABRAZO QUE PABLO MERECE-

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