- MUERE EL PRIMER HOMBRE QUE PISÓ LA LUNA -

El gran comandante espacial y astronauta Neil Armstrong, acaba de fallecer. Se   va   su  estancia con nosotros, pero arranca y se enrraiza el mito y el hito. El gran héroe, junto con Yuri Gagarin, nace y se expande camino del pensamiento histórico e imborrable.
La luna. The moon. Sí. Todas las noches la vemos si miramos hacia arriba. Una cosa redonda y de color luz, que aparece cuando las sombras derrotan al día que ya cede. Los humanos somos muy cabezotas. Cuando vemos algo, necesitamos explorar y tocar. Al homo hábilis siempre le pasó lo mismo. Del mono al hombre, la cadena de saltos de progreso ha tenido idéntica filosofía: la del tesón y del inconformismo. Valores, netamente humanos.
El hombre, no puede volar. Y siempre ha mirado con envidia a las aves, y con misterio casi adorador e impotente, al firmamento. El cielo, las estrellas, el espacio exterior, las hipotéticas inteligencias, la curiosidad mágica, y el deseo imparable de culmen de las grandes cumbres fuera de nuestro alcance.
De los pájaros, se pasó a la ingenería de los aviones. Ya podíamos despegar del suelo. Esa  excelente metáfora del despegue y de la casi definitiva salida de la caverna. Superado el miedo a volar. Más que superado. El hombre pionero y valiente, comenzó a perfeccionar sus máquinas de volar, y logró pasear por el espacio exterior. La magia casi imposible, empezaba a tomar cuerpo. Gagarin el ruso, era capaz de hacer funanbulismo galáctico. Los americanos y los rusos, competían a degüello por el dominio de los hilos del mundo. De    esa     extraña competitividad y antagonismo, el progreso espacial se consolidó y vió la luz.
Sí. Pero la Luna estaba ahí todas las noches. The moon. Nuestro satélite esclavo, atrapado y cercano. Y Venus, y Marte, y todas las estrellas lejanas. Todo estaba y está ahí afuera ...
El 2o de Julio de 1969, Neil Armstrong, comandante supremo de la nave tripulada terrestre Apolo XI, puso su pie en la superficie de la Luna, y su huella ya forma parte de toda la gran memoria colectiva del progreso de los seres humanos. La Luna, ya era posible. Luna al bote. Nuestra euforia, podía tener sentido. Ya estábamos allí, porque se nos metió entre las cejas llegar a esa bola circular y brillante que sale nocturna.
Armstrong y todos los astronautas, se juegan la vida cada vez que despegan. Dan la vida por la Tierra. Muchos, mueren. En la Luna pudo haber seres adversos u hostiles que le podían haber matado, junto a Aldrin y Collins. Pero, afortunados pioneros, no pasó nada de éso ni fallaron sus máquinas. Volvieron sanos y salvos a la Tierra.
La hazaña prodigiosa y el gran éxito del comandante Armstrong, se simbolizan en él, pero son de todos. El mundo sabe ahora que tecnológicamente se pueden conseguir muchas más cosas que antes podíamos imaginar. Tenemos más libertad espacial para jugar sobre ella desde el logro del genio Armstrong. Ahora, los sabios actuales son más de cifras que de letras, más de electrónica que de literatura, pero ésto es un gran error.
La curiosidad, venció al gato. Nuestro humano tesón, es de todos. Todos somos humanos. La bandera que se puso sobre el Satélite, fue una anécdota de fiesta. El ser humano fue bandera de sí mismo, y a la vez de todas y de todos. La mítica proeza del gran astronauta, es la gran concreción de un deseo universal y común: ser más libres e inteligentes.
Sí. Plenamente felices y libres, exploradores, buscadores infatigables, y aplicadores de los éxitos desde lo social y hasta lo social.
-SOLO ASÍ SE CONQUISTAN LUNAS. ¡THANKS, MR. ARMSTRONG!-

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