lunes, 27 de agosto de 2012

- EL ROSTRO REFLEJADO -



La mujer de la limpieza de la casa de Ricardo, le dio a éste el primero de los avisos: -"Señor, en la pared del cuarto trastero tiene usted unas humedades, ¿sabe?"...
Ricardo, asintió. Y le dijo a la mujer que gracias, y que pronto echaría un vistazo para así solucionar la contingencia. Decidió inicialmente no darle demasiada importancia, y postpuso el tema. Dos días más tarde, el hombre recordó lo que le dijo la limpiadora, y al llegarse al citado cuarto trastero, se quedó un tanto asombrado ...
No. Aquello que se reflejaba en la pared del cuarto de los trastos, no era una mera humedad de una casa ya vieja aunque bien cuidada. En absoluto. Aquéllo, era el rostro de   un    ser  humano, el cual, a medida que pasaban los días, se hacía más patente e indiscutible.
Ricardo, decidió finalmente hablar seca y claramente a María, que era el nombre de   la limpiadora: -" María, te voy a dar dos semanas de vacaciones. Luego, te reincorporarás de nuevo a tu cometido en este lugar. No temas. Te pagaré y muy bien tu tiempo de descanso..."
María, no comprendió mucho las cosas. Pero vio tal decisión y contundencia en Ricardo, que decidió no ponerle pegas, sonrió, y le dió antes de marcharse por el tiempo acordado, un fuerte y cordial apretón de manos.
Los días que se sucedieron, fueron una constante fuente de preocupación en Ricardo. Y el cuarto trastero, una extraña obsesión. El rostro que había  surgido en una de las paredes de dicho cuarto, se formaba y se definía cada vez más. Hasta que, más que asombrado, aterrorizado, Ricardo se percató de que aquel rostro, ¡era el suyo! ...
Ni parecidos razonables, ni coincidencias, ni manías. La cara que se había puesto en la pared, era la de él. Y Ricardo miraba de hito en hito a aquella asombrosa faz. Y, sin saber qué hacer, el hombre se pasaba los minutos sin adoptar ninguna decisión. Petrificado, dejaba pasar el tiempo,  y sin saber qué decisión tomar ni qué camino ingeniar    para      que    aquéllo     desapareciese de allí y para siempre. ¿Por qué aquéllo?, ¿para qué?, ¿ a qué se debía?, ¿qué pretendía comunicar la citada y reciente formación y aparición tan extraña como real? Mil preguntas, y Ricardo realmente atribulado ...
Finalmente, el hombre tomó una decisión. Pensó desde su conciencia que no había hecho nada malo a nadie en su vida, y que aquel rostro no debería producirle   la    más    mínima preocupación o perturbación.
Y Ricardo entró de nuevo en el cuarto trastero, y con otra actitud. Sereno, tranquilo, sin miedo, y hasta con una casi mágica sonrisa de paz en su rostro. Miró a aquella cara calcada a la suya, y no quitó de élla su mirada. Fue una suerte de combate en el tiempo, en donde ganó la serenidad del Ricardo vivo y activo frente a la efigie contumaz y rebeldemente persistente. Cuando el hombre abandonó el lugar, ya había tomado la decisión. Fuese aquello lo que fuese, no escondería nada. Comunicaría a todas y a todos tal extraño fenómeno, y que se decidiera en conjunto lo que fuera ...
No hizo falta. La limpiadora María, se incorporó a las labores de higiene     del     lugar, transcurridas las dos semanas acordadas. Y en cuanto le vió, le dijo a Ricardo: -"¡Ah! Veo que ya ha reparado las humedades" ...
Ricardo, asintió, y en cuanto pudo volvió al cuarto de atrás. El rostro reflejado en la pared, había desaparecido, de la misma manera con la que apareció. Y no precisó de nada ni de nadie para resolver el enigma. Más que seguramente, la superación de su miedo   había impuesto sus reglas del juego, y la sorprendente efigie se había esfumado. Ricardo, había decidido apostar por la valentía y la sinceridad ...
Días más tarde, disimuló, y le dijo a María: -"Oiga, no obstante, si vuelve a ver   algo   de humedad me lo hace saber "...
A lo que, María, respondió con una sonrisa de dientes blancos y cordiales: - "Oh,    por   supuesto, señor. Descuide. No tema, que ya se lo diría" ...
-PERO NUNCA MÁS HUBO HUMEDADES EN LA PARED-

0 comentarios:

Publicar un comentario