domingo, 18 de agosto de 2013

- MOSCÚ 2013 HOMENAJEA AL DIOS BOLT -



Lo más alto del podio, parecía hasta mediáticamente menor para el gran tarzán jamaicano. Quizás, un trono le hubiese sentado mejor. Usain Bolt se ha paseado por el glamour, ganándolo fácilmente todo.
Pero la organización del evento moscovita y atlético no ha podido ser más que decepcionante, con su regidor de retransmisiones cometiendo errores garrafales, y con dichos errores han desangelado los momentos vivos y brillantes de los enormes atletas.
Ver a unos marathonianos corriendo cual pordioseros entre las vacías calles, tiene una explicación. En el ex Estadio Lenin, no habían a esas horas más pruebas ni más salsa. La gente, pues, se limitaba a ver las cosas desde su tele. ¿Para qué ir a ver las cosas que se hacen tan mal? ...
Ha sido un mundial muy ruso. Sus atletas se han trabajado muy en serio y a fondo este importante evento, y han logrado muchos éxitos. Igualmente, se han visto quilates en la pértiga, y maravillas en la velocidad femenina con vallas y sin ellas.
Yelena Isinbayeva ha sido la mágica y bella reina de su pértiga, ha ganado sin despeinarse, y si hubiese contenido su exceso y su poco cuidado con los homos, el mundo se lo hubiera agradecido.
Para mí, el gran atleta y no mediático de estos juegos, ha sido somalí. Sí. El africano de origen que representa a Reino Unido, y que se llama Mo Farah. Su carrera en el 5.000 denuestra magisterio y talento fuera de lo común. Sus fantásticos rivales keniatas y etíopes trataron de machacarle la mente tirando de él nada más empezar la carrera. Pero el gran Mo Farah, no les hizo caso. Pasó de éllos, y cuando le vino en gana se fue hacia hacia arriba. Superó todos los mordiscos posteriores, y yo le admiré. ¡Qué grande!
Bolt. Usain Bolt. Casi diciendo su nombre se dice todo. El atletismo que vende se llama Bolt. Todo el mundo le conoce. Ganó sus series en el 100 haciendo footing, y se contuvo en la final al no forzar. En el 200 jugueteó igualmente con sus rivales, y se sintió muy cómodo por la gran criba por dóping que hubo recientemente en Estados Unidos y en su Jamaica. En el relevo, hizo lo que quiso.
Bolt estuvo contenido y como gandulón. No quiso saber nada de récords mundiales ni de grandes alardes, y decidió veranear en este aparentemente extraño de Moscú del 2013.
Usain tiene cara de más mayor, pero sigue siendo el niño eterno. Lleva la magia de los grandes majaras a los que todo el mundo idolatra. No hay que pedirle nada. Bolt se pone a bailar, y hasta a vacilar como hacen los superclases. A Usain se le acepta. No tiene por qué quitarle seriedad a este deporte maravilloso.
No. Usain ha vuelto a hacer sonreír a todos. Con más o menos gracia atlética esta vez, pero la ha hecho. Necesitamos a bestias fantásticas y a ídolos que rediman nuestro tedio y aburrimiento en lo cotidiano.
Usain Bolt es caribeño, niño grande, "el relámpago", el sueño, la velocidad, el hijo de todos los hijos del viento, no hace guerras y sigue bailando mientras mueve la cabeza como si se fuese a ir de botellón o estuviese en la calle con sus amig@s.
Usain contagia y atrapa. Es mucho más que un atleta que enamora a los derechos televisivos. Es un exotismo que sentimos casi como nuestro; ese juguete hercúleo que viene de lejos para hacernos felices.
-Y LO CONSIGUE-

0 comentarios:

Publicar un comentario