Fue un día hermoso y juvenil. Caminábamos por la montaña y sus senderos. Y había una chica con ojos achinados y cara de guiri. De, extranjera de piel blanca y amable sonrisa.
Era extrovertida y abierta, se podía hablar con ella sin rodeos o ambages. Se parecía a mi modo de ser. Un niña grande y bonita. Tierna y siempre saltarina y fugaz.
"Me llamo Arce y soy de Canadá", me dijo cuando le pregunté todas esas cosas que se hacen cuando te gusta alguien físicamente de verdad. Y a pesar de ser canadiense y del Quebec, hablaba un español fluído y claro. Era traductora y sabía varios idiomas.
A las pocas horas, "Arce" y yo ya estábamos hablando como si nos conociéramos de toda la vida. Era un bombón alegre y vital. Lista y pícara, muy europea y vanguardista. Y su acento francés era más que delicioso. Charme.
Nos pusimos a corretear por un sendero, como dos jóvenes cómplices que se están bien el uno con la otra. Y nuestros compañeros de grupo nos miraban entre la sorpresa y la aceptación.
Descendimos barrancos y ascendimos puertos y picos, y finalmente nos tomamos de la cintura y de la mano. Y "Arce" me seguía y me sonreía. Nos apartamos del grupo y caminamos totalmente solos ese día élla y yo. Era la mejor libertad. El mejor y más deseado disfrute. Juventud y más juventud.
Hablábamos de cosas intrascendentes, y ella me decía que Valencia y España eran muy bonitas y que la Naturaleza no era su Canadá, pero que ésto también era muy bello. Y con mi mano en su bolsillo posterior de sus pantalones vaqueros, solo sé que se estaba más que bien, y que yo le decía puyas y provocaciones. Porque solo quería que me diera un beso.
"Arce" no me dió un beso, sino un torrente. Se me tiró encima como un conejo de piernas interminables, y me lanzó una música sorpresa a base de sus risas nerviosas pero placenteras. Y entonces nos lanzamos sobre la hierba y sobre la tierra, y comimos juntos, y descansamos con sus piernas sobre mí.
E hicimos el amor como dos enérgicos salvajes. En plena naturaleza, "Arce" adimitió mi cuerpo y me dió todos los vistos buenos del mundo. Estábamos excitados y era la primavera, y hacía un calorcillo romántico y real. Jugábamos a apurar los minutos, y los segundos, y las medias horas. Y nunca pensábamos en romper nuestro hechizo. Pero los ojos de la guiri dulce y juguetona tenían ideas claras y nada dispersas. Solo quería lo que estábamos haciendo. Lo que pasaba aquella tarde. Lo que nos nacía ahora.
Al llegar la noche, pareció enfriarse el fuego de nuestro placer. Nos juntamos con el grupo y ella se alejó. Pero no hubo ni disgustos ni nostalgias. Porque "Arce" siguió su camino y se me despidió con la mano y con su sonrisa magnética.
La vida, siguió. Aquella aventura fugaz e intensa a un tiempo, había concluído. Nadie supo decirme bien quién era "Arce", que hacía en España, por qué había venido con nosotros, ni nada de nada.
De modo, que me senté sobre una roca al finalizar el recorrido y miré hacia lo lejos. "Arce" se despedía también del resto del grupo, nos daba las gracias por la bella excursión, y se iba con una amiga camino de otro lugar y de otro horizonte.
Nunca he sabido más acerca de "Arce", si es que alguna vez supe algo de élla. Pero me hizo pasar una de las jornadas más bonitas y vitales de toda mi vida. Canadá, Quebec, la juventud, la Naturaleza, el placer, la libertad, la complicidad, y los senderos valencianos. Ideal.
-INOLVIDABLE, "ARCE". -
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