sábado, 28 de diciembre de 2013

- LA PLANTA -



En un extremo casi olvidado de mi balcón. Una planta excesiva e irregular. Múltiples circunstancias. Sus tallos son de variadas alturas. Pero todo parece inicialmente un misterio. Cuanto le sucede, es lejano y casi inadvertido. Pero su porte e impresión primerizas son saludables.
Hay un gran magma vegetativo que le da presencia a la planta. Parece que resiste y triunfa su abundancia y su monumentalidad. Pero yo la sigo viendo olvidada y demasiado sola. Decido jugármela. Intento que me diga qué cosas le pasan.
Y me invita a venir, a llegar, a aproximarme, y hasta a esforzarme de cara a su encuentro. Es como si nos echáramos de menos la planta y yo. Como si el tiempo hubiera distraído nuestro real contacto. O como si ya no me importara tanto.
Trato de levantar a una mano la maceta potente que le da casa y lar. Pesa como siempre. Como un diablo, de grande que es. Y yo cojo la rutina de hacerme el hércules y de no concederle credibilidad a mi humildad. Porque hago lo mismo y sin delicadeza. Aso la maceta de nuevo con una mano, y sufro porque no estoy seguro de hacerme con ella sin que me ceda y se me vuelque. Arriesgo y utilizo las dos manos. Ahora habrá seguridad y decisión por mi parte.
¿Qué hacer cuando ya la tengo y cuando la deposito delante de mis pies? Definitivo es observarla. Pero, antes, levanto la cabeza. Me siento cansado y necesito aclararme las ideas. Debo estar bien para tratar con ella y acometerla. Ser claro.
Porque me da mucha pena el quitarla tronío. Cortar sus ramas largas y atrevidas, de potentes y flexibles tallos, me da pereza y envaro. Pero sé que he de hacerlo. El ayuntamiento me ha dejado demasiada población de palomas revoloteando cerca de mi balcón. He de poner orden en las alturas de la planta para hacer ver que no todo está permitido. Igualo y busco terrenos. Hurgo, sigo y escarbo.
Encuentro mucha materia, y seca y cansada. Tierra vieja y tapada. Raíces extrañamente dudando. Y de repente recupero la vista de un posible nido de hormigas casi furtivas que viven en la clandestinidad jugando con la hez contínua de las palomas y pegada a las hojas de los tallos. Vida clandestina y rastrera. No son míos. Tomo el frasco antihormigas, trato de localizar la oquedad animal, y reparto tóxico en buena cantidad. Hay que elegir y decidirse. No son compatibles ambos géneros.
Y me decido a seguir explorando, y concluyo que voy a cortar mucho la altura de los elevados tallos. Voy a ayudar y a limpiar. Es el mejor momento. Llamo profundamente a mi concentración. Necesito tener mucha más clara la estrategia.
Tomo las tijeras y me dejo de dudas. Comienzó a podar. Corto con decisión, en busca del suelo y de la proximidad de la maceta. Sí. Hay dudas en la propia planta y no tantas en mí. Hay como un enrrejado de dudas entre todas las conexiones de las raíces. Trato de buscar y respetar los puntos y troncos centrales. Solo lo logro con diagonales y sin mayores remilgos. Ya voy llegando.
Hay mucho que eliminar. Hay que sacrificar mucha vida de ahí para poder llegar a las conclusiones claras. El tema es dar y ordenar, podar y perdonar con astucia, descubrir los focos y temas inanes de la seguridad y de la muerte. Va a crecer de todo fuerte y bien, si remato con audacia. La planta tiene más que fuerza para seguir.
Llega un momento en el que pienso que voy a excederme con la poda. No. He de seguir llegando bien abajo. Descubro que algunos tallos toman su forma alta pero ya en equilibrio. Son los más fuertes, y aunque contrasten con el resto rasurado, la planta necesita creerse esa vanidad. Esos tallos exitosos seguirán ahí. Reducidos, pero en su sitio.
Y finalmente tomo agua y riego el suelo de la planta. Lo mojo con humedad y le doy respeto. Es una buena prueba. Sé que volverán a crecer y con convicción. Necesitan hacerlo.
-Y QUE YO LA AYUDE-

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