En mi aprendizaje imparable que me lleva hacia la responsabilidad sobre mí, observo con gratitud hechos y sensaciones cuya antesala era la inseguridad y el temor.
Por ejemplo, mi constipado. Mi afección en la garganta. Y mis descuidos hacia mi salud.
Voy regateando el acudir a mi médico, reacciono cuando no tengo más remedio y mal, y luego me entra una desazón impropia. Y allí que voy a las cuatro de la madrugada, y la médica me da unos medicamentos que re revelan con el tiempo como ineficaces.
Me surgen las alarmas y los enfados. El ibuprofeno tiene sus limitaciones y no es el antibiótico que sí hubiese precisado para mis males de garaganta. El curarme de una vez, ¡coño! ...
Por la noche, me empieza la maldita tos, fruto de una garganta seca e incapaz de expeler la mucosidad. No quiero ir al ambulatorio de las urgencias por si sale la enfermera y me vuelve a decir que esto no es urgente y todo ese mal rollo. De modo que tomo un taxi y me voy a una farmacia. El boticario, acierta algo. Me da unas pastillas que me paran la tos. Puedo dormir ...
Van pasando los días. Mi afección de garganta no se termina de ir. El porqué es bien claro. Necesito otra clase de tratamiento.
Llamo por teléfono a una amistad que conservo de la infancia. Me dice que no pasa nada. Yo, le digo mil cosas nerviosas. Finalmente, decido escucharle. Me voy al supermercado, me compro caramelos, limón, miel y mil cosas que suavizan, y tras darle las gracias, me pongo en marcha. A día de hoy, sigo con el rollo de la garganta. Pero estoy más tranquilo y más auténtico. No solo se trata del hecho puntual de un constipado, sino de muchas más cosas.
De lo que se trata es de que yo me voy haciendo cargo de mí mismo. Y de que hace bien poco no me sentía capaz. Ya sé que son las dejadeces personales en temas de salud, que he de cuidarme solo y mucho más, y todos los riesgos que implica el no ser responsable.
Ya me voy familiarizando con paracetamoles, con antibióticos, con ibuprofenos, jarabes, mejunjes, trucos o preparados. Porque me quiero más.
Mañana me iré al médico. No sé si pediré cita o que me atienda ya. Dependerá de mi estado. Y le diré todo lo que me ha pasado. Seguramente, me dará el antibiótico que preciso, y como nuevo.
Mi convicción es fuerte. Como mi toma de decisiones. Mi crecer pasa por tomar las verdaderas riendas de mi salud. Por decidirme a pensar más en mí. Por decidir que con la salud no se juega. Por cogerle el hábito a cuidarme más y a prever las cosas.
Y os confieso que me preocupa mi salud todavía más por el efecto en los cuidados de mi madre que por mí mismo. Craso error. No solo mi madre debe tener al cuidador más sano del mundo. Sino que he de dejarme de fantasías heróicas provinientes de las nostalgias de juventud. Ya no soy un muchacho. Debo espabilar. Soltarme, y hacer.
En esa línea, sigo aprendiendo de mí y de mis errores. Ahora ya me asustan menos los constipados. Porque mi principal rival, soy yo. Y en la medida que gano recursos, palos y experiencias, me curto y me valen las experiencias certeras. Mi salud es la cosa más importante del mundo y tengo que empezar a creérmelo del todo.
-EN ESA LÍNEA ANDO-
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