viernes, 27 de diciembre de 2013

- ME PLANTO UN BOY -



El regalo. La sorpresa. Cansada con las compras. Soy Elisenda, casada, liberada, catalana, viva, brillando como un enigma en el campo maduro de las sorpresas e incógnitas.
La fiesta navideña. La vanguardia y mi modernidad. Profesora de Literatura, y asesora en casa de un envejecido y localizado matemático que es mi marido Roger. La Universidad es mi batalla laboral y alimenticia, el amor mi reducto eterno, y mis hijos ya mayores vuelan solos a su Fiesta de Nochevieja. Hacen bien. Son altos y más que veinteañeros. ¡Que se apañen! ...
Yo ya no haré los cuarenta y cinco años, pero los sesenta me quedan bien lejos y ni siquiera los atisbo ni me los planteo. Yo lo que sé es que todo tiene una caducidad y que pocas cosas son eternas y definitivas. Todo es modificable, y las aperturas hacia la sal me sacan de los tedios y de las inacciones bobas.
Roger se va unos días por ahí. Le he dejado consensuada la mala conciencia. Casado, solo, con amig@s, y crápula. Dice que me quiere y yo sé que no me miente, pero le vence esto de las navidades. Sé que necesita respirar y más que renovar. Le conozco porque mis inquietudes van por ahí.
¿Es que nunca cambia nada del todo? Me niego. Si las cosas no cambian me las trajino yo y tomo mis decisiones. Mi amiga Tessa es una bruja fantástica, y yo sé que me gana y que nunca la alcanzaré. Es sabia, retadora, guerrera y audaz. Y el otro día me habló también de las medias y de los encajes, de los abrigos, de su trabajo en una empresa de diseño, y de que no saben crear. Y que cuando crean, todo es previsible. Me dice que no solo es una aceptada bruja en el terreno mundano, sino una vidente. Afirma que ya sabe por qué la imaginación no se halla en el poder, y que todo lo cursi a veces engaña más que demasiado.
¡Boy! Con b. Esa es una palabra recurrente que me soltó el otro día porque me conoce. Sabe que me aburro. Y va y se abre la puerta de una de sus fastuosas y personales habitaciones, y sale Pierre. ¡Sí, sí, sí, sí! ... El Boy, el juguete carnal, un confidente, un pecado, una vanidad, un ventajismo, un erotismo, y un no me callo. ¿Solo para Tessa?, ¿eh? ...
Se lo dije a Roger y me miró haciéndose el estupefacto. Luego, se encogió de hombros. Sabe lo de Pierre, "el Boy", y que voy a hacer siempre lo que me dé la gana sin hacerle daño. Ya somos mayorcitos y seguro que pecará mucho en esos días necesarios e imprescindibles que se ha tomado. Porque Roger acaba de partir.
Y con las llaves de mi amiga Tessa he abierto la casa amical, no sin antes llamar desde mi oculto al teléfono del joven muchacho. Y cuando entro, va y no necesito empujar casi la puerta. Tessa tiene duplicados de llaves por lo que se ve. Es grande la ausente.
Pierre es eslavo, y yo le he dicho que me deje verle y admirarle. No se llama Pierre, es de donde le dé la gana, pero aquí mando ahora yo y me entronizo a la vida de mi yogur regalo.
Labios carnosos y sensuales, misterioso, joven como una bestia, ojos bálticos, grande como un apolíneo oso, y seguramente gigoló. No quiero ponerme moralista sino descriptiva. Y entonces tiro los prejuicios a la basura y me acerco a su sofá enorme, cálido y confortable. Él me mira y me sonríe. No solo le gusto, sino que se le nota que sabe su cometido. Es un buen actor. Pero a mí me gustan sus películas de serie privada y todo su balbuceo que envidiaría cualquier joven ambicioso y conseguidor.
Me planto este Boy y me lo zampo. Me lo calzo y lo seduzco, le dejo hacer, y me hago el mantra de la isla desierta de la eterna edad y del mar en calma. Y en la casa de Tessa hay jacuzzi, y sauna, y mucho cava, y también vodka y pasión con carmín. Y más carne que en todo el Mercado de la Boquería.
-MI GUIÑO-

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