Parece que le he cogido yo gustito otra vez a salir en el mismito blog del mago. Porque aquí estoy de nuevo y lamentándome pero que muchito. ¡Caramba, caramba! Ya sabéis. El tema de la factura de la luz. El once por ciento ese que querían subirnos. Mi andaluz "onse por siento". Asustado estaba. Y asustadito estoy aunque lo hayan borrado de las pretensiones, y digan ahora que ya está y que lo han retirado. Porque segurito que nos suben otra vez la luz y más que pronto. ¡Por éstas! ...
Si es que me lo dice mi Lourdes. Que no me fíe de nadie. Ni así de chico. Que si esto y que si lo otro. Y es que mi Lourdes es mala pero realista. ¡Nooo! Quiero decir que traviesa y lista, mujer. No vayas a interpretar mal ésto que escribo.
Mirad. ¿Ustedes se creen que en un país de siete millones de parados y con gente escarbando en la miseria para poder llevarse algo a la panza aunque esté malo, es para subir la luz? ...
Pero, allá va mi indignación, y juro por la sepultura de los míos que yo no sé nada de economía. Oye, que ni ganas tengo. Pero solo me lleva la lógica. Y la lógica del cabreo, por algo que ahora el menda os va a contar. Atended.
¡Va y resulta que todo era de capricho y hasta una guasa! ¡Me leo en casi todos los diarios que no había ninguna razón objetiva o cabal para meternos la subida del once por ciento! Que querían hacer éso, porque les daba un pito que pasáramos todos necesidad.
¡Qué menos que hacer la corrección y el regate del gobierno! Pues claro. Esa gente son mala cosa. Lo peor. Y son los jefes de esas eléctricas, que se ponen de acuerdo para no tener escrúpulos ni pensar en los demás. ¡Hay que ser mala gente, leñe! Y mira que mi Lourdes me está mirando lo que escribo y con lupa, para que no me desate y ponga las burradas que me bullen por adentro de los espíritus de mi cuerpo.
Para mí, que por amor, hasta mi Lourdes se había resignado al nuevo hachazo del "onse por siento" de la factura de la luz. Ya la vi el otro día cómo me hablaba de que íbamos con demasiada poca ropa por casa, y que nos convendría algún día al menos ir de compras a un buen mercadillo a hacernos con unas mantitas, y de paso comernos media docena de castañitas tostaditas.
¡Ya me extrañaba a mí! Y me digo yo, que solo faltaría que volviéramos a aquel brasero con carbonilla que tenían los abueletes cuando de niños. Lo único que ha de tener eso de bueno es la nostalgia. Sí. Y jugar a disfrazarnos de esquimales en iglú, y a escondernos para ganar la tarde y el frío haciendo manitas en esos cines de barriada que ya nos han birlado para hacerlos multisalas de palomitas a muchos kilómetros y allá en la periferia junto a los grandes centros modernos comerciales. ¡No me gustan! ...
Yo, modestamente, soy algo antiguo para todo ésto. Estar con mi Lourdes una tarde del fin de semana los dos solitos haciendo de las nuestras al lado de la estufa, es mi gran placer.
Os chivo que mi Lourdes me sonríe y que me llama cosas cursis y amorosas desde el otro lado de la mesa del escribir. Y además, me dice que me deje de onces por cientos, y que la de un beso.
¡TOMA QUINCE, MI LOURDES!
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