Ya estamos dentro del agua de la Navidad. Me mojo los pies desnudos en el interior del gran sentimiento. Vuelvo a mi infancia, a mis raíces, a mis recuerdos siempre distraídos, y a mi gran verdad.
Vuelvo a mí, a los míos, a los que ya no son los míos, a los que se me fueron, a los que nunca estuvieron, y a los que de vez en cuando están. Entro en mi realidad, sin trampas, y huelo a cena de tradición y de recogimiento. A cosa nueva y a mil cosas. Vuelvo a volver. Recorro la sinceridad de mi expresividad camino del yo inevitable. La Navidad me pica, me empuja, me lleva, me arrastra y me define.
La guinda, el pastel, la autenticidad, la cumbre, la cuna, mis manos y mis ojos afectados, y todo mi horizonte. Mi navidad.
Mi nacimiento, mis primeros lloros, mis primeros pasos, mis excelentes notas en los estudios, el circo, el franquismo, aquel tiempo tamizado por el colorín y la iglesia, mi primera comunión, mi adolescencia y juventud que se cayeron por un abrupto barranco, y mi suerte. Porque yo tuve mucha suerte. La suerte de seguir vivo. De levantarme del suelo y de no rendirme nunca cuando vi mi panorama desolador. Sí. Me puse de pie. Era mi navidad.
Enfadado, crispé mi rostro y escupí al suelo. Me importaban todos un sano carajo. Me habían aislado y convertido en un niño olvidado que daba luz a un hombre sin identidad. Mi realidad era bien dura. No tenía padres reales, ni familia, y ni siquiera podía ser yo. Y entonces se me debió de aparecer en mí una estrella parecida a esa de Belén y de los textos sagrados. Algo así.
Era una bombillita, que no hay que exagerar. Y yo, cual minero ahí abajo, me puse duro y con convicción, y me dejé llevar por la pequeña estela de la lucecita casi anecdótica pero con más verdad que un Sansón o un Hércules. Era mi yo real que aparecía lleno de frío y de terror. Y decidí ser práctico y arriesgado. Mi navidad era sobrevivir desde aquel infierno siempre inesperado. De mi verdad casi de pánico había que defenderse y alejarse. Y algún tiempo después, pude ver algo raro por inesperado.
Estaba amaneciendo. Las claritas del día. Empezaba, algo. Se abría un espectro y un nuevo panorama en el que creía a pies juntillas. Seguía siendo mi navidad, mi referencia, mi camino, mis pies, mi continuar, mi futuro y mi todo yo.
Camino por esta navidad del 2013 que me lleva al bebé 2014, con unas nuevas actitudes y señas de identidad. Y lo hago con la determinación que me dan unas nuevas luces propias y verdaderas. Lo hago por mí. Lo hago por mi salud y por mi inteligencia. Lo hago por mi verdad y por mi progreso, por mi libertad y por mis mejores sentimientos.
Es mi navidad de las nostalgias y de los turrones, tiro hacia adelante buscándome y palpándome lo mejor de mi realidad. Porque yo también he renacido como dicen que hizo un Dios para hacerse un hombre.
Yo también he protestado y me he indignado contra mi adversidad. Me he removido y ha salido un nuevo manantial de esperanza. Ahora mi luz soy yo y no los de Iberdrola o los de las eléctricas liberadas. Ahora soy yo conmigo mismo, y trato de hacerme mi vida auténtica y concreta. Me tomo mi tiempo y asumo mis errores, acierto y la cago, me desespero y avanzo, tengo ansiedad y ganas de cantar, y me debato entre la inseguridad y el buen progreso.
Esta es mi navidad. Soy, yo. Y aquí os presento mi gusto y mi verdad, y todas mis felicitaciones y recuerdos. Me deseo la mejor de las navidades, y me acuerdo de todas y de todos vosotr@s que me conocéis o que me leéis. Porque me acuerdo de mí. Siempre me acuerdo de mí. Siempre me acordaré de mí y de todo lo que me rodea.
¡BON NADAL/ FELIZ NAVIDAD!
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