Así con su sonrisita y sus gafitas, el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, se ha convertido al igual que su colega Wert, en uno de los personajes más criticados del actual Gobierno.
Montoro, sonríe. Sí. Como, pícaramente. Como desde un río alto que sabe inexpugnable e inalcanzable. Ahí arriba, se está bien. Ayer mismo culpó a los mensajeros de ser los malos de la crisis. ¡La prensa! ...
Montoro, feíllo, con aspecto de funcionario gris, tecnócrata hasta las trancas y sin el menor glamour político. Vocecilla queda, un tanto agudilla, y tratando de ver siempre el lado propio y lógico de las situaciones que el neoliberalismo propone.
Por encima de todos los dramas, más allá de los sufrimientos cotidianos, las tijeras de los recortes de Montoro son de bisturí calculado. Gobierna para la Macroeconomía, para los grandes flujos económicos, para las direcciones de los vientos del Poder, para los suyos, y hasta para la indiferencia.
Últimamente quiere ser más polémico que gris. Y nos preocupan sus decisiones. Porque, ahogan. Dejan a la gente muy atribulada y hasta perpleja. Cada vez hay más desequlibrios. La mayor parte de las personas de este país nos estamos empobreciendo y retrocediendo en esperanzas. Y los ricos no encuentran el tope a sus privilegios. Ése es Montoro ...
Un tipo frío que dice que hace los deberes de Bruselas. Un escribidor de la ideología que tiene a las personas como meras anécdotas, y que parece hacer una apuesta flagrante y expectante hacia los Mercados.
En la prensa y los medios, le dicen de todo. Le hacen parodias, le dicen que no debe andar con mentirijillas, y que por favor se acerque mucho más a los temas sociales. Pero parece que Montoro y el periodismo no se llevan demasiado bien.
Yo, cuando le veo, pienso en seguida en la importancia del brillo y del carisma. No se lo puedes pedir a un hombre que no es de magnetismo o de pegada. Montoro solo es contumacia y sin concesiones. Insistencia.
Te das cuenta de que está a años luz del político que se espera. Y, con él, a tantos políticos del Parlamento que están y son muy lejos, muy a la suya, a sus verdades, a su burbuja, a su atmósfera y a su club selecto.
En Montoro veo a un instrumento más del Sistema. A un peón de esos que se mete en un despacho y te puedes esperar de él cualquier cosa menos que te va a hacer feliz con alguna decisión que guste al pueblo.
Los políticos, son meros utilizados. Unos rostros anónimos, casi fugaces, irrelevantes, y tremendamente esperables. Anodinos, de inercia, que están ahí arriba porque han de estar y nada más, porque las cosas son como son, porque se ha decidido que esto es así y al que le pique que se rasque, y un imperio absoluto y blindado de la frialdad.
Sí. El poder de los políticos decide ser obediente y frío, mirar su euro y sus cifras, sus números y su distancia, y hacer exactamente lo que les dicen.
Están ahí para hacer la labor de otros que nunca veremos. Y para hacer amistades influyentes para luego recalar en sus negocios privados. Pasar un futuro activo y desahogado gracias a los servicios prestados. Un juego de amiguetes y de conveniencias casi pactadas.
Montoro es, además de ministro, todo un síntoma de cómo va todo. Oscurantismo, argucias, jergas, palabras, interpretaciones, ausencia de autocrítica, y mucho esperar y esperar para posicionarse en donde la corriente fluye mejor. Todo un verdadero oportunista.
-Y ECONOMISTA-
0 comentarios:
Publicar un comentario