Un enigma. Algo inicialmente difuso y extraño. Un no saber qué les están pasando a mis pensamientos. No tengo fuerzas, ni sé qué día es, ni recuerdo ahora mi nombre, ni qué casa es esta en la que estoy ahora, ni por qué estoy moviendo mi cuerpo.
Algo sé. Sí. Que me muevo. Pero no tengo muy claro hacia dónde y a causa de qué. ¡Menos mal! Sé que siento una necesidad fisiológica e imperiosa. En realidad, lo que quiero es llegar al wáter. O, al menos, intentarlo.
No será nada fácil. Me mareo. O son el efecto de las paredes sobre mí. Como un terremoto inusual y raro. No logro dominar el equilibrio. Me bamboleo de un lado a otro grotescamente. Exacto. Grotescamente. Muy bien. Lo de grotesco es normal. Voy bien. Por buen camino. Lo voy a lograr. Ya casi supongo que estoy. Esa puerta ha de ser la del aseo. Solo tengo ya que alargar la mano y estaré adentro.
Conseguido. Logro hacer mis necesidades. No solo orinar. Pero al levantarme pesadamente, casi me voy al suelo. Logro recuperarme, y siento una profunda angustia. Y se me sale todo lo que he ingirido líquido y sólido de la cena anterior. Es jodido vomitar. Pero peor eran los deseos de hacerlo y los momentos anteriores al vómito.
Por cierto, que no sé en dónde cené anoche. Sé o intuyo que la noche de Fin de Año la habré pasado con amig@s. Pero en este momento siento una amnesia potente y hasta arrebatadora. No sé. Son dudas. No sé si tengo deseos de recordar quiénes son mis amigos.
Nunca me había sentido así. Se me nubla la vista y me duele mucho la cabeza. Y eso que soy joven, y Sergio, y tengo treinta años, y soy separado, y tengo un hijo pequeñito, y, ¡oh, voy recordando cosas! ...
Pero me siento ajeno, tenso y embobado. Y yo no soy así. No encuentro mi teléfono móvil, y eso sí que es muy extraño. ¿Drogas?, ¿alcohol?, ¿muchas drogas?, ¿mucha mezcla de todo? Pero sé que yo no soy de ésos ...
Ayer, lo hice. Lo hice porque todo el mundo lo hacía. Sí. Me metí de todo lo que se terció. Esas compañías son frívolas. Sí. No me convienen. Soy un corderito en sus manos. Se me vuelve a nublar la vista. La cabeza me va a estallar. Debo ver a un médico. Estoy empezando a asustarme y a ponerme nervioso. Mi corazón late excesivamente rápido. No conozco a mis vecinos. Y en las lamentables condiciones actuales nunca me van a abrir la puerta. Estoy muy solo ahora. Me siento un niño desnudo y casi desamparado. Necesito un médico. Alguien que me saque de la sopa y me devuelva a mí. Que me diga qué pasa. De modo que me la voy a jugar, y arrastras trataré de bajar por las escaleras a la calle si es que logro llegar a mi puerta de salida. Es más que necesario que lo intente. ¡Dios! ...
En pie, es imposible. Empujo la puerta y logro salir. Me voy dejando casi caer reptando por los escalones. ¡Cuidado! No me fío de los movimientos. No hay ascensor y esto es como bajar por un sendero peligroso. Si me caigo no lograré alcanzar la puerta del patio.
Creo que esto ya da al zaguán. Sí. Estoy pegado al suelo como una serpiente. Arrastrándome, como una necesaria lagartija que sufre demasiada pena. Pongo la mano y salgo afuera. Hace un frío de espanto a pesar de la luz del día. Y, viento. Pero es igual. Alguien pasará. Aunque no se ve a nadie. Estarán descansando. No veo vehículos. Ya pasará algún agente de la policía. Pero no voy documentado. Estará todo arriba. No sé si podré decirles lo que me ha ocurrido. Necesito mano amiga. Pero, me estoy entristeciendo ...
Porque eso que tengo delante de mí, es una pandilla con mala pinta. Llevan palos, bates de béisbol, una cosa así ... Y se ríen y caminan hacia mí. A risotadas mascullan una idea. Me tienen. Golpean mi cabeza con un palo y todo se me hace oscuro. Muy gris.
-NO PUEDO SEGUIR CONTANDO NADA-
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