domingo, 12 de enero de 2014

- CARTA A UN AMIGO -



Lo entiendes, Otoniel. Sí. Porque recelas mi relato asustadizo, y va y decides escucharme. Y jode, pero orientas. Y nos llevaremos mejor o peor, pero tú, cabronazo, acabas teniendo bastante razón en tus juicios e impresiones. Y eso es porque eres bueno, Otoniel. Por cierto, ¡qué nombre más inusual te pusieron, muchacho! ...
Te llamo, Otoniel, y sabes de lo que te hablo. Porque nos conocemos desde mi errada adolescencia, y aún estamos ahí peleando como los guerreros irreductibles. Y te das cuenta de cómo he cambiado y de mis dudas para el necesario crecer. Y no te dejo hablar y te cabreas, y es muy difícil que me cabree yo al verte enfadado de voz a tí, y en el fondo lo que pasa es que hay sinceridad en la comunicación. Y tu comprensión, fuertote Otoniel ...
No es que confíes demasiado poco o mucho en mí, sino que te limitas a estar ahí y hasta a ausentarte cuando sabes que te voy a bombardear para soltarte el rollo verbalizado de mi dolor. Pero notas que la mierda no va en tu dirección, y que no eres mi rival ineludible, sino que la cercanía en nuestros acuerdos y disonancias suena creíble y hasta certera.
Te cuento mis cosas como un nene temeroso de vivir, y va y tú nunca te ríes demasiado. Porque hay una raya de respeto. Sí. La hay, Otoniel. Y ha pasado muchísimo tiempo, y cuando mi madre se puso de ictus cerebral y a decir cosas duras, te llamé. Y viniste en seguida. Y eso que hacía mil tiempos que apenas nos veíamos físicamente. Pero como quedaba poso, me viste mal y te acordaste de mí y de mis cosas y risas como cuando jugábamos al fútbol en el cauce seco del río Turia hace más años que la Chata.
Sí. A veces pasa mucho tiempo y no lo notas. No se nota. Hay una magia de magma que no nos separa. Y eso que tú estás en las antípodas de mi ideología, y que somos más distintos que la leche. Pero se ve que la amistad está preñada de adversidad, y carente de efectos especiales. Debe ser eso, Otoniel. Debe ser que la verdad es atemporal y sobrevive a las vicisitudes, y se suaviza toda la abrupta tensión. Y acabamos contando cosas graciosas y desdramatizando la realidad. Que es lo único que me sucede, Otoniel: ¡la realidad! ...
Y tú eres más viejo y tienes más experiencia y hasta salud, y sobre todo,pasa que a veces pongo orejas y me fío de tí. Porque eres práctico y humano, claro y perspicaz, inteligente y tremendamente listo. Y mira que me cabreo contigo y sé que hay temas absolutamente intocables y tabúes, y que si los utilizara sería más para reñir que para seguir en una buena sintonía, Otoniel.
Te aprecio, amigo. Y lo jodido es que tú también me aprecias a mí. ¿Qué te he hecho yo para que me aprecies? Déjame descubrirlo. Ha de haber algo sutil y real, que intuyo qué es y que todavía decido tener dudas. Porque quizás es más de duro el tenerlas.
Otoniel, mira que la amistad es rara y a la vez envolvente. Lo puede mucho. No todo, pero bueno, sí y bastante. Hoy no me has hecho la pelota ni me has hecho rabiar como te gusta a veces. Y ante mi nuevo horizonte decidido y entusiasta, has esbozado ideas para que yo piense a través de ellas. Sabes lo duro que es empezar casi de cero en todo, a tí también debió de costarte mares, y ahora puedes hacer que te llegue mi espíritu tímido y presurosamente alterado.
Sabes lo que es el mundo de hoy. Lo supiste muy bien y lo cataste. Ya apenas queda nada de antes aunque sí la esencia, y eso no es demasiado adverso. Eso es lo que hay, Otoniel. Sí. El mundo de hoy es de color simplón, y a la vez muy complejo y tecnológico. Hoy se llevan otras cosas, y otros acentos, y otros refinamientos, y otros modus operandi.
Que es lo que me has dicho esta tarde por teléfono, Otoniel. Me has dicho que guarde algún silencio y que comprenda a los demás, y que las tardes de los findes son mucho más que un coñazo no elegido, y que me deje de putos dramas y que hay hasta propuestas novedosas de divertimento porque la gente y las situaciones se mueven.
Lo que me has dicho es que no sea sabihondo y definitivo, y que cuando le coja el gustillo a las cosas nuevas, va y resulta que me agradarán y todo. Y mira, fortachón, que tienes hasta razón. Porque lo dices real y naturalmente. Con buena intención. Y tus orientaciones son certeras dado que positivas y de buen alma. No me gustaría reñir contigo, Otoniel, y mandarte al carajo por mi culpa para siempre y definitivamente.
-NO SE DEBE HACERTE NUNCA ESO-

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