El mundo casi paralelo e intocable del fútbol, se ve de repente acercado desde su realidad de opulencia hasta la dimensión de la crítica.
Porque también existen otros poderes que lo pueden vigilar y censurar. O esa es la sana idea que aparece. El juez Pablo Ruz ha visto posibles irregularidades en los millones del traspaso de Neymar del Santos al FC Barcelona, y acusa al presidente azulgrana Sandro Rosell de asuntos poco claros, mientras decide imputarlo en una causa. Rosell reacciona rápido y deja la presidencia. Hace bien. Es su libertad y el paso franco a otras personas. El maquillaje aparente de limpieza, debe renovarse y continuar.
Desde luego, nadie puede negar la casi sacrosanta pátina de intocable que tiene el gran negocio del balón redondo. Porque el fútbol es un tremendo poder fáctico, en el cual grandes empresarios y constructores viven su vanidad y toman relevancia y protagonismo social. Y no digamos un presidente de una máquina colosal de dinero y de impacto como es el Barcelona.
Son grandes, enormes trasatlánticos, que están al alcance de bien pocos. Está el fútbol de quien se saca el pase y va a ver a su equipo los domingos al campo, y el fútbol como gran gestión e inversión en el que solo se mueven los elegidos y poderosos.
Son empresas privadas, a las que se tiene acceso siendo socio. Pero es todo piramidal y de dinero. Manda el dólar, como en toda gran multinacional. Y acceden a la cúspide de la gran montaña, bien pocas e influyentes personas.
Escandaliza éticamente,-y no digamos en medio de la crisis-, las astronómicas y aéticas cifras que se pagan por los jugadores. Una verdadera locura de millones. Lo que pasa, es que como toda pasión es emocionalidad desbocada, nos suele parecer bien. Porque queremos que nuestros equipos sean potentes y que tengan los mejores y más brillantes futbolistas. Queremos ganar. Escaparnos hacia el éxito como fantasía de ocio.
Yo creo que es bueno que el Poder Judicial de vez en cuando le de al fútbol un buen tirón de orejas y le haga ver que también él es vulnerable o puede serlo. Y no es envidia de pobre. Lo que creo que se trata, es de sanidad para algo que en algún tiempo fue deporte puro y riguroso.
El Barcelona y su credibilidad salen a la larga ganando con el "caso Neymar". Siempre es bueno que las dudas se las lleve el viento y que otras personas tomen el mando y el timón.
Hay ciertamente mucha hipocresía. Un gran pulso. Los grandes equipos de fútbol tienen un músculo colosal. Mucha fuerza. Parecen máquinas imparables y sin barreras. Lugares inaccesibles, y hasta en el fondo inexpugnables y esotéricos. Y nos suele importar bien poco la verdad. Hacemos la vista gorda ante lo sucio o lo obsceno en el fútbol, y pasamos la página en busca del glamour de los grandes atletas y de sus goles y hazañas.
Por eso pienso que de vez en cuando un palo es profiláctico y sienta bien. De vez en cuando hay que aterrizar en la realidad de los movimientos subterráneos y dejar de contar a ver cuántas Ligas o Champions se tienen y poseen. A veces viene muy bien darse una tremenda ducha y quitarse los grandes trajes de marca y de tronío. Un despelote con olor a luz es siempre conveniente.
Necesitamos un deporte limpio y real. Caiga quien caiga. Se enfade quien se enfade. Precisamos que de vez en vez alguien se inflitre en los grandes espacios selectos, y cuestione todas las cosas aparentemente impepinables, perfectas y estupendas.
-POR SI ACASO-
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