jueves, 16 de enero de 2014

- VICENTE FERRER Y EL AMOR A LOS DEMÁS -



El otro día le vi en la tele en una de esas series que recrean su vida. Siempre he considerado que Vicente Ferrer fue un hombre santo, en el sentido más humano y laico del término. Era muy difícil entender a un hombre así y con la grandeza de su corazón. Estuvo por encima de cualquier ética religiosista, e incluso renunció a ser jesuíta como estrategia para que le dejasen ayudar a los demás. Se fue a uno de los lugares más pobres y abandonados del planeta, e ideó proyectos y más proyectos de mejoras y desarrollo de la gente más necesitada. Marchó dejando su España, su Europa desarollada y su Cataluña, camino de la India y concretamente a la comunidad de Anantapur. Allí desarrolló la grandeza efectiva e inteligente de un corazón humano y mágico que no le cabía adentro. Creó infraestructuras y esperanza, donde olía a derrota y tristeza.
No solo era muy difícil comprender en la India y en aquellos momentos al gran Vicente Ferrer. Hoy en día es igualmente difícil y complicado. Porque desgraciadamente, el mundo no camina por esa senda de la solidaridad. Y Vicente Ferrer hacía el bien sin desear nada a cambio. Lo hacía, porque le salía de bien adentro. Fue realmente un ángel y un regalo que tuvimos un tiempo entre nosotros. Pero se nos hace muy cuesta arriba recoger el ejemplo desinteresado de su amor y de su solidaridad. Es verdad. O, así lo pienso.
Vicente Ferrer se enfrentó a todos los sentimientos y a todas las dudas inevitables. ¿Tan bueno podía ser un extranjero y por conocer?, ¿seguro que solo pretendía hacer el bien?, ¿no escondía bajo su halo santo intereses espúreos?, ¿cómo podía ser posible darlo todo sin pensar en recibir compensación por ello?, ¿estaría mal de la cabeza? ...
Esas dudas pivotaron sobre su colosal figura, como recelo de los síntomas de nuestro tiempo. Un tiempo de desconfianzas, de luchas tribales, de defensa acérrima de los localismos, o del avance imparable de los mercaderes privatizadores neoliberales. Todo en contra de su pensar amoroso y sublime.
Lo de Vicente Ferrer con el tiempo de hoy fue un suave choque frontal y abismal. ¿Amor en los tiempos de la globalización, en la cual se abren todavía más las distancias entre las clases ricas y las pobres? No puede ser más que una afortunada y sensacional utopía la idea humana de Ferrer. Qué distinto todo. Qué diferente sería para todos si pensáramos solo un poquito como él lo hizo.
Vicente Ferrer desarrolló la idea de que otro mundo, luchando y sin pedir nada a cambio en el amor, es posible. Amar a los que poco o nada tienen. Qué difícil es ser Vicente Ferrer. Dejarlo todo con una convicción aplastante, y decidir amar y darlo todo a los que nada tienen. Ayudar a los demás. Dedicar toda su vida a hacer por los otros. ¡Asombroso! ...
En tiempos de crisis, de paro, de politiqueos interesados, de corrupción, de desaparición paulatina de las clases medias, de la desprotección económica y sanitaria de los ciudadanos, del dominio y dictadura de los poderes financieros y bancarios, qué poca parece la mano de un hombre que diga no a todas esas cosas. Ser tan grande parecería mentira ...
Ahora, y cuando España y tantos países son un hervidero de recortes y de desprotección, cuando no se les da un futuro a nuestros jóvenes, o cuando los hospitales aparecen hacinados y nuestros ancianos fallecen entre la indiferencia del poder, veo a Vicente Ferrer y le quiero todavía más. Me doy cuenta de que hay que ser demasiado modesto y colosal para tener ese coriáceo cerebro de cariño hacia quien sufre realmente. Hacia quien más sufre.
A mí, José Vicente Ortí, que ésto firma, me gustaría que hubiesen muchos Vicentes Ferrer sobre la Tierra. Me gustaría que la gente no fuera tan egoísta y acaparadora. Que repartieran el dinero haciéndolo social, y que no fueran tan indiferentes e individualistas.
¡Qué lujo fue tener entre nosotros a este ser especial! Y cuando me entra el lógico indignado que he de llevar dentro en estos tiempos de obscenidad y malestar social, pensar en Vicente es un gran consuelo. Él marcó una senda y un camino escarpado y de muy difícil acceso. Pero senda sin duda obligada y necesaria.
-BÁSICA PARA TOD@S-

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