Ayer estaba cansado. Solo fue eso. Y al llegar a casa procedente del ensayo del Grupo Coral del que formo parte, me pasó algo subconsciente, extraño a priori, y bien curioso. Aparentemente, raro o extraño. Pero todo en esta vida suele tener una explicación. Veréis.
En vez de tomar mis propias llaves y disponerme a abrir la puerta de mi casa como siempre, me venció un impulso y le di al timbre de mi propia puerta. En casa, no hay nadie dado que vivo yo solo.
Me asusté. Si no hay nadie, ¿por qué el llamar a dicho timbre? Sí. Absolutamente absurdo desde un punto de vista lógico y aparente. Entonces, ¿qué diantre de lapsus me pasó, o qué me llevó a hacerlo? ...
Más tranquilo, reflexioné. Había sido un día muy duro y ajetreado. Ya era tarde, aún me tenía que hacer la cena, el electrecista me había cambiado dos lámparas y había tenido mucho trajín, y los cuidados de mi madre me tienen siempre alerta de las cosas como es natural. Se juntó todo.
Pero me intrigó el porqué del lapsus. Era como si necesitara que alguien abriese mi propia puerta. Sí. Siento a veces esa necesidad de ayuda, aunque no la necesite en absoluto. Es como una especie de ninguneo a mi realidad. Como si mi reto personal de autogestionarme, me hubiera abrumado en exceso. Y, azorado, pensé en qué pensarían los vecinos si me hubiesen escuchado llamar a mi timbre.
Me senté en una silla, y logré descansar. Tomé aliento y me dispuse a prepararme la cena, aunque la verdad es que estaba tan exhausto que no me hacía mucha gracia el preparármela.
Una vez preparada dicha cena y mientras la degustaba, me sentí más aliviado y pude pensar acerca de mí y de mi llamada al timbre. Sí. Y descubrí en mí, aspectos y cuestiones del pasado que aún debo superar.
Aún está la idea de los demás y de sus ayudas. Sí. Yo llamé al timbre de mi casa para que alguien me abriera. Pero ese alguien no existe y solo es un mero deseo evocador y nostálgico. Porque quien existe, soy yo. Yo soy ese alguien que lucha y crece para autoconvencerse de su realidad.
Comencé a sonreír. A hacerme gracia mi lapsus defensivo. Mi yo, volvía a salir y a imponerse. El deseo no es la realidad necesariamente. El deseo es una ansiedad y hasta un victimismo, una queja, o una inseguridad que a veces se vuelve pesada y vehemente.
Me cuesta hacerme a la idea de que en mi casa no tiene porqué haber absolutamente nadie. Quizás todavía no la considere del todo mi propiedad y mi disfrute. Tengo que aterrizar mucho más en mí y en mis cosas.
Porque es muy bello y hermoso recuperar mi iniciativa y mi ser. Y aventurarme por entre senderos absolutamente personales, y que pertenecen única y exclusivamente a mi identidad y a mi patrimonio mío y no de nadie.
Es muy hermoso aunque suene a tristeza. El pasado es una rémora ineficaz, y ahora es precisa toda la convicción. En esa idea camino. En mi idea de la libertad y en la resolución de mis iniciativas y de mis proyectos. En que crezca mi planta, y se serene, y que cumpla sus tiempos, y que mi futuro se construya con agua y buen y sano abono.
Una vez cené y entré en el calor que mi estufa le daba a las estancias, pensé que en mi casa está todo el futuro, y que es el campamento base en el que he de pergeñar todas mis expediciones camino de la vida. Y que no depender de nadie es una satisfacción que no se puede describir a través de la palabra.
Llamar a mi propio timbre no es llamarme a mí, sino a un comodín fatuo. A quien debo llamarme y me llamo, es a mí. Me llamo yo. Soy yo y mi circunstancia, y mi personalidad, y mi derecho, y mi suerte de tener un habitáculo que me da intimidad y me defiende de los temporales exteriores, y debo valorar muchísimo más mis activos y mis posibilidades.
Todo requiere un tiempo de adaptación y de reposo. El desierto ahora es árido y a veces existe alguna traviesa duda. Pero me congratula cansarme, y equivocarme, y sacar de nuevo las llaves para abrir mi puerta, y dejar que el lapsus ponga de manifiesto mis estados de cansancio, y permitidme un mejor y mayor sueño y descanso reparador.
Crecer, créermelo, caminar, ser más atrevido y audaz, concretar mucho más mis ideas y mis anhelos, y tenerme también la paciencia de mi autoestima. Rectificarme es de valientes y de necesarios. Por eso mis errores también han de ser dulces y asumidos.
-QUE EL TIEMPO ES SOL Y NUBES-
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