No me lo termino de creer. Nada, casi. Ni que ayer Enrique me levantara la mano y me diera un bofetón, ni que hace varias semanas que me grita.
¡Oh, Enrique! ¿Enrique?, ¿mi marido con el que hace un mes me he casado y por vez primera?, ¿Enrique?, ¿esto puede estar pasándome a mí? ...
Complicidad y felicidad. Esto es lo que había entre Enrique y yo. Confianza, afecto, amor, vitalidad, sexo, proyectos, estabilidad, viajes, alegría, libertad, secretos inconfesabilísimos, más complicidad, nuestras travesuras de niños eternos, nuestros besos apasionados, y nuestra coincidencia prácticamente plena en todo lo más importante. Éramos una sola cosa ...
¿Gritarme una vez? Bien. Pueden ser cosas de su trabajo que está en vilo y que le pueden echar, y que le han recortado el sueldo, y que le hacen trabajar más horas que un reloj, y que le dejan con poco tiempo para descansar, y que no está a gusto, y que yo tengo un trabajo un poco más estable que él, y que todo lo que sea y tal ...
¿Gritarme más veces? Éso sí que confieso que me sorprendió. No se lo dije. Simplemente, le miré. Él sabe lo que significan mis miradas, y que todo se lo he dado, y que le he comprendido, y que le he aceptado, y que he llorado por mí y por él, y que he llegado a mentir por él y para favorecerle, y que siempre le he defendido porque siempre me ha parecido maravilloso y la cosa más increíble que me ha pasado en mis treinta años de vida que tengo.
Me enfadé. ¿Gritarme una y otra vez por cosas menores y vacuas?, ¿por tontadas que tenían consenso si se charlaba bien y cedíamos los dos? Porque yo a él nunca le he gritado. He podido no estar de acuerdo con Enrique, pero le he contado siempre el porqué. Le he dicho siempre que podía estar equivocado y que solo era mi forma personal de ver las cosas. Oye, mi opinión solo. Y yo nunca le hubiera gritado jamás a alguien que quiero ...
Pero, lo de ayer ... El bofetón fue una decepción y un adiós. Porque mi Enrique no es. Este oso no mira que me puede hacer daño. Éste, se ha ido ya muy lejos. Porque era risible ver cómo se me arrodilló a los pies, y cómo me suplicaba que le perdonara al verme con el ojo afectado del golpe. Pero no es el golpe físico el que lo ha roto todo ...
Lo he visto en la tele. Ya van creo que cinco mujeres muertas a manos de sus parejas, y eso que acaba de empezar el año. Y yo no quiero ser la siguiente. Porque Enrique es muy fuerte y es hombre, y un día me dará otra vez sin querer o como sea y me hará demasiado daño. No me quiere ...
Sí. Sé que estoy llorando, que él se ha ido a su casa de soltero a meditar dice, y que todo es una nebulosa inesperada porque está demasiado reciente. Pero sé que ya no está su amor. Se fue como vino. No me lo puedo creer todavía porque yo sigo queriendo a ese maravilloso bestia peligroso, y me duele todo mi corazón sincero ...
¿Denunciarle por malos tratos? ¡Uffff! Encima denunciarle por malos tratos ... Encima de que toda la magia se ha roto, ahora habrá que pasar al triste y postrero capítulo del mal rollo. Y empezará la película de policías, y comisarías, y abogados, y vendettas, y rencores, y todo el rosario de las acusaciones ... ¡Dios! ¿Te parece bien la gran cagada, Enrique? ...
¡¡Adiós, Enrique!! Me iré de nuestra casa que solo fue una rota ilusión, porque no te he conocido nunca de verdad. Volveré con mis padres y me rodearé de mi familia y de mis amigos. Porque quiero vivir y que no me mates o me dejes o me desgracies en una silla de ruedas para toda la vida, o me rompas un órgano vital. Ve a saber ...
Es normal que me lamente. Y ante mil millones de lágrimas mi hermana me va a acompañar a la comisaría, y estaremos juntos los que verdaderamente me quieren y me respetan bien atentos a sus movimientos. Está herido y es peligroso. Se acabó el amor pero no mi vida. He podido contar mi decepción y mi dolor. E intuyo femeninamente que ya es un algo en medio de la noche de un adiós. Enrique puede hacerme mucho más daño del que yo le creo capaz. Quiero y aspiro con él a ser de hielo.
¡A DEFENDERME!
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