lunes, 30 de septiembre de 2013

- STAR MONEY -



¡Oh, yes! Soy una mujer dinero. No es poder ni vanidad. Es la libertad. Mirad, me da igual que me envidien porque tengo money y puedo funcionar. Sí. Me llaman Star Money. La mujer que solo vive por y para el dinero, y todas esas envidias. Y yo les digo mediocres a todos esos. La que vale, vale ...
La energía más potente que hay en el mundo, es el dinero. Que no me vengan con rollos. Hay que sobrevivir. Pero también, vivir, y supravivir, y hasta si se puede, vivir como una reina.
Veréis. Yo he sido pobre. Sí. De pequeña. Porque mis padres son obreros y siempre serán pobres, y estarán condicionados por un salario. Nunca podrán ser nada. Y menos, en el tiempo de hoy. Porque el tiempo de hoy es el dólar, el euro, el dinero, el poder, y la puerta de la libertad. Todito, todo ...
Yo, Star Money, no me resigné. No me domaron ni le tuve temor a las circunstancias desfavorables. Lo que me di cuenta, es que si otorgaba un sí a todo, nunca podría tener una mansión al lado de la playa ni comprarme la ropa de Armani o Versace.
Me sacrifiqué. Entré a trabajar en una multinacional. Sí. La última mona. La doña nadie. Y pronto comencé a mostrar mis armas de mujer. Afortunadamente, mi físico es potente y llamativo. De modo, que poco a poco le fui limando centímetros a mi ropa. Había mucho tío desesperado y loco por las oficinas. Pero mi objetivo era uno de mis jóvenes jefes.
Edward siempre estaba de viaje. Y un día que se hallaba en el despacho y a punto de hacer una nueva escapada laboral, me metí en dicho despacho vestida para matar. Aún recuerdo su mirada sorprendidamente feliz. Era mentira. Estaba más que encantado que yo me acercase mucho a él y que le pusiera mi mano sobre su lujosa y funcional mesa. Ni siquiera me preguntó que qué quería yo. Lo sabíamos los dos. Me abrí el escote y hubo toda la comunicación interpersonal del mundo. Desde aquel día, Edward me dejó pasar siempre a su despacho. Y, por supuesto,-y a sabiendas incluso de su secretaria particular-, me comenzó a proyectar y promocionar en la empresa.
Me importaron bien poco los odios ajenos. La envidia casi no les dejaba articular la palabra. Y yo digo, que cada uno es libre para ser siempre un miserable o para aspirar a lo grande. ¡Yo, puedo!
No creo en el amor. Creo en los hombres, en algunas personas, en el sexo, en el placer, en el confort, en las aventuras, y en el descubrimiento de las mágicas sorpresas. Y, sobre todo, creo en mí.
Ahora ya tengo mi propia empresa y muchísimos amigos. Amigas, también , pero menos. Soy una triunfadora en plena crisis. Edward me odia, pero eso es una página del pasado que ya cerré hace mucho. Los bobos son mediocres.
Ahora tengo a Tom, a Gene, a James, y a quien se me entoje. Y todo están muy contentos de estar conmigo. Algunos son casados, y otros solteros o separados. ¿Qué importa todo eso? ¡Nada! ...
Lo que importa es que soy feliz y que mi cuenta corriente está llena de dólares. Conozco todos los Continentes, y esto no ha hecho sino comenzar. Ver el mundo desde las alturas te vacuna de muchas menoridades. Estableces prioridades reales y prácticas.
Estoy encantada cuando los sin nada me llaman Star Money. Y, me gustaría tener un agujero en los bolsillos para que se me cayesen las monedas cuando al enemigo le sale la envidia por entre los ojos. Quiero vivir, y vivir. La crisis me la veo yo desde la distancia. Y os digo más. Yo creo que ahora es cuando más me cunde el dinero.
-PARADOJAS-

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