Valladolid, Tordesillas, España, finales de Septiembre, un toro linchado a lanzazos por los mozos del pueblo y su tradición, y un gran bombazo mediático. En las imágenes y tertulias de la tele, se verá bastante el hecho feroz. El toro linchado. El peso y el poder de la tradición siguen aferrados a un atavismo sin aparentes fisuras.
En España tenemos una intensa relación con este bóvido. El toro. Utilizamos su efigie para hacer una marca que se exhibe en las carreteras como una identidad y una cercanía. El toro es nuestro. Español y hasta querido y muy admirado.
Raro es el pueblo en el que sus fiestas mayores no incluyan vaquillas para juguetear con ellas al riesgo. Es el fuerte de dichos festejos. Y como gran olimpo mediático del torismo, la Fiesta. Las corridas de toros, y sus mitos los toreros y matadores.
Hay una escisión generacional y de sensibilidad. Ya no todo el mundo piensa así ni acepta el consenso. Se desmarcan. En Cataluña están prohibidas las corridas de toros. Se considera un mal trato a los animales, y además rechazan el españolismo patriota que parece que va parejo al evento. Banderas y demás.
Valladolid, 2013, Tordesillas, España, fiestas mayores. El toro de la vega. Lanceros tras un toro para matarlo. Recuerdo cuando tiraban una cabra desde un campanario y ese era el gran momento. Les vieron. Les denunciaron a todo nivel. Y se acabó el despeñe de la cabra.
Ahora ya hay firmas. Sale el sentimiento y la sensibilidad. Se recogen firmas para acabar con la salvajada de Tordesillas. La idea es que esto se acabe. De una vez.
En el pueblo hay contestación. No están de acuerdo. Piensan que viven en una atmósfera realizable y no ven pena. Se limitan a ir tras el toro, a divertirse a su estilo habitual, y luego vuelven a casa. Nada sucede.
Y cuando ven a un micrófono o a una cámara de televisión, se ponen demasiado nerviosos. No quieren nada de eso. Dicen que solo se acuerdan de Tordesillas para dar por el saco. Y hay una ley del silencio en la discrepancia. Mejor no hablar.
El toro de Tordesillas sigue siendo la España profunda. El Puerto Hurraco del toro en donde las cosas se hacen con un par, en silencio, y sin deberse explicaciones a nadie.
Más pronto o más tarde, les pararán su morbo y libertinaje particulares. A un animal no se le hace éso. Las imágenes hablan por sí solas. Es el poder. Es la guerra. Es la lucha entre el hombre prehistórico y el toro. No le matan por hambre, sino por nivel. Ser más hombre les parece que es matar a un toro indefenso. El hombre es más poderoso que un astado. Las pruebas, Tordesillas ...
En los debates hay pasión. Se busca al que defiende al toro de la vega, para atizarle argumentación de sapiens. A mí, lo que me extrañan son estos juegos de poder. Quizás en el fondo esto del hombre y el toro tenga una mítica especial. El miedo al toro es la perfecta excusa para arrearle y disimular. El temor nos hace salvajes, y la sofisticación e ingenio maquillador puede convertir la barbarie en un acto pretendidamente lúdico y festivo.
Sí. La relación entre el hombre español y el toro, es muy contradictoria y paradójica. Es difícil la cohabitación entre la modernidad y la tradición. Como lo es la del atavismo con la realidad. El toro. El toro como fiesta y hasta como venganza. El toro como toreado y dúctil, manejable, y que puede sucumbir ante nuestro prestigio y poder.
Si se para ésto del toro lanceado hasta la muerte, se entrará en una reflexión necesaria. ¿Se quiere menos a Tordesillas si se le corta la cruel tradición? En mi opinión, es al revés. Si se para la salvajada, entonces el paisano se vuelve más tranquilo y ralentiza su instinto.
-SE CONTIENE MÁS-
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