A Juan Carlos de Borbón se le ve desmejorado y raro. Le duelen los huesos de su cuerpo. Su cadera le lleva a mal traer. Parece que las prótesis no le sientan bien, y no hace otra cosa que entrar y salir del post operatorio.
En realidad, al Rey no le pasa nada especial. Es un hombre que envejece como todos, se hace mayor, y le sobrevienen todas las teclas propias de su edad. Y además, parece que le cuesta aceptar el inevitable proceso de la ley de vida, y él quisiera ser eternamente joven. Ese tiempo de adaptación a lo inevitable, es mucho más común de lo que se cree.
La gran respuesta es que Juan Carlos de Borbón es un ser humano. Un hombre como todos los demás, pero que siempre ha representado un cargo de Poder que anda cerca de la disneylandia. Ha hecho funciones de mediador, de pacificador, de autoridad que le confiere la Constitución, y es el Jefe del Estado. Y aunque no es el Presidente del Gobierno y esas cosas, su tradición pesa mucho todavía en los tiempos actuales.
Decían del Rey que era campechano, espontáneo y un tanto heterodoxo. Hasta claro y cercano. Lo puso Franco en su momento, actuó defendiendo a la Democracia en el intento de golpe de Estado de 1981, y se ganó nuestra aceptación. Y nos hicieron simpatía su acento peculiar y sus más que consabidos Mensajes de Navidad. Tuvo legión de imitadores.
Lo que sucede es que Cronos no teme a los Reyes ni a los Emperadores. Les planta cara y es voluble el dios del tiempo. Porque las hijas del Rey no acertaron con sus siempre mediáticos e institucionales matrimonios. Una de ellas se casó con Marichalar, y la otra con el más que presunto chorizo Iñaki Urdangarín.
El Rey cometió errores. Una figura irreal y de sueños, siempre potencia los morbos hacia los privilegiados y los idealiza.
Comenzó a fallarle la rodilla, no hizo caso a los médicos acortando los tiempos de descanso, reinar la gente no sabe muy bien qué es eso porque no tiene mucha explicación, y un día se fue a Bostwana a cazar elefantes prohibidos y le pillaron. Pidió perdón.
Se le nota muy achacoso, pero no quiere el relevo. Abdicar, que es como se llama jubilarse a esta circunstancia. Su hijo Felipe, debería convencerle para que lo dejara y llevara una vida más reposada. Pero parece que estas cosas no son por ahora posibles. Juan Carlos dice que no, y que se recuperará más pronto de lo que se cree. Y la verdad, es que Felipe y su mujer, Letizia, podrían suplir a los actuales Reyes, porque no andan manchados en el terrible caso de las corruptelas.
Sí. La Casa Real no está en su mejor momento de juego. Afirman en Cataluña, que el otro día el Rey se metió parece que insolentemente en política con un líder catalanista, y dicen que casi hubo hasta violencia. Parece que el Rey anda límite y terriblemente enfadado. Su cargo tiene mucho que ver con la unidad española, la cual se suma al tremendo dolor de huesos que sufre. Y no digamos, todos los sobresaltos de los últimos tiempos de la gran Casa Tradicional.
Cronos, siempre gana. Es, la vida. Los republicanos nunca le querrán porque ellos ven a Franco cuando le miran. Y sobre todo, al pasado extraño y bien poco democrático que tuvo lugar.
Yo también pienso que la ficción debería dejar paso a la realidad de lo evidente. Juan Carlos es un hombre que envejece y no lo acepta. Siente temores, y su figura literaria e histórica quiere diluírse entre ausencias y hospitales, tan necesarios como inoportunos.
Yo quiero que Juan Carlos de Borbón se vaya para que descanse y se cuide más. Seguramente, hay otros agentes políticos y económicos que me caen mucho peor y que nunca se irán del todo. Como Franco y sus nuevos seguidores, que parecen ser unos extraños brotes verdes que salen alzando el brazo anticonstitucional y fascista.
-SIN MONARQUÍA TAMPOCO SE ACABA EL MUNDO-
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