Borrascas irregulares y desequilibradas, excesos y rarezas, episodios inesperados y mucha sorpresa. Nubes negras que enmarcan el horizonte y lo determinan. Va a jarrear sobre el pueblo, sobre la ciudad, sobre los montes y sobre los valles.
A cántaros. Tiene que llover. Lo dice el hombre del tiempo cuando nos muestra sus isobaras y sus mapas. Y también lo afirma el anciano de la aldea que comienza a tener pinchazos inusuales en los pies. Algo se masca.
Vientos. Vientos sorprendentemente inéditos. Nubes que van y vienen, pero que terminan volviendo. Mucha gente se refugia en las casas, pero otros no pueden o incluso no quieren. No se ve nada claro. Todo parece inédito. A veces ataca el sol y parece que el encapotamiento es un espejismo vano y fugaz. Pero nunca se sabe.
Llueve sin llover, chorrea sin apenas mojarse, y el gentío está muy descontento. No llueve sobre el rico, y el pobre está calado y en extremo nervioso. Pájaros y ranas.
Rayos, rayos, truenos, más truenos. La tormenta es irracional, imperfecta, tullida, deforme, bizca, injusta y hasta cabrona. ¡Pedrisco! Granizado, nieve que se forma desde el ambiente frío de la niebla. Nunca en ningún Instituto Meteorológico se ha visto tanta confusión. Nadie da con la clave de lo que está pasando. Nadie dialoga ni acierta. El tiempo loco está sin domar. Todo es una incertidumbre.
Aguas del pasado que caen sobre la actualidad, manos arriba saludando a Franco y a la Falange, violencia e irrupción. Impotencia larvada y mucha desfachatez. Llueve a mares, pero muy raro. No llueve bien. Es la otra lluvia. La lluvia social negativa y desfavorable que se marca en el entorno y sin previsiones a corto plazo. Ni a largo ...
Ordenadores que son borrados del mapa, jueces hostigados, maquinistas solos y desesperados, corruptelas debajo de demasiadas mesas; lluvias de indecencia y de golferío.
Estudiantes que desprecian al ministro, presidentes que salen en plasma, y un ladrón jodido en el medio de una cárcel de estrategia. No hay preguntas. Sobran las preguntas. La democracia hace aguas mientras filtra el ruidoso e intrusivo agujero de la verdad en todo el Parlamento. No hay paraguas.
Paro. La prima de riesgo. La economía y los euros, los tertulianos y toda la lluvia de la tormenta evidente que a veces siempre se deja para segundos después de la publicidad. Porque también llueve sobre las televisiones y la precariedad. Hay barracones donde no hay colegios, y siguen las tensiones. No llega un anticiclón de confianza.
En Cataluña se dan la mano y se alejan de España. Prefieren otras cosas. Otras maneras, lenguas y modos. Otros acentos aparecen en el mapa, las minorías salen a la palestra y son noticia. Las unidades resbalan tras los juegos olímpicos y el café con leche de una alcaldesa con entrenador. La vida nunca se detiene a pesar de las tormentas o los vientos, de los soles o de los nublados del llorar.
Ya está el otoño del color ocre en los árboles de los senderistas que se escapan los fines de semana para hacerle el amor a la naturaleza y al ocio del bienestar y de la satisfacción. Y en los campos de fútbol que ya no se embarran sigue el fútbol de pago.
La ropa necesaria anticonstipado sale del armario camino de la piel. Pero la vacuna contra la insatisfacción general no sale. Hay que esperar. Quizás nos cueste hasta cara. Y mientras tanto, un Luís Candelas valiente y comunista, entra a un carrefour y les da libros a los niños pobres.
-METEOROLOGÍA Y DESESPERACIÓN-
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