El mundo, empuja. Apenas quedan ya imbéciles que padezcan el síndrome de la desesperanza. El hambre es más que sabio y decidido, evolutivo, real y poderosísimo.
La necesidad es revolución, y África existe todavía más de lo que defensivamente queremos pensar. El mundo pobre está sobre la Tierra y ha mucho que se mueve.
El rico y miope, dice no verles. Afirma que son gente inexistente y que todo es literatura con final previsto. Previsto para los poderosos, porque cada uno ve una película distinta y hasta feroz y necesariamente enfrentada. Los pobres miran a los ricos, y los ricos hacen la vista gorda mientras hablan de lo establecido y de las reglas del juego de sus privilegios.
Vallas rotas, fronteras de cristal asaltadas, espaldas heridas y mojadas, y una enorme energía. Una gigantesca ruta de terror y de ilusión a un tiempo, aborda a los desheredados de la Tierra. Ésto es Darwin ...
Barreras de cartón, superioridades de risa ética de párvulos, argumentario de burgueses, y siempre la palabra invasión o terrorismo para hacer de la selva del lenguaje un defensivo ardid.
El Tercer Mundo, hierve. No está dispuesto a aguantarse. Crece. Cada vez tiene más dignidad. Osa, sabe, aspira, desea, proyecta, imagina, salta, corre, vuela y sueña. Nadie se rinde. El verbo rendirse es un chiste que huele a sarcasmo. Un pobre excluído no puede tener demasiados miramientos. Sabe que las leyes del mundo son sus principales enemigos. El mundo está militarizado en medio de preocupaciones que no se solventan. Hay una guerra larvada. Siempre la hubo. Si se ha de volver a lo primario, a los iniciales deseos de conquista y de reconquista, se hará. Se empezará por no querer perecer. Siempre fue así y será así.
Estados, fronteras, clases, fuertes, lujos, casinos del capitalismo, y recreo de los grandes mercaderes. Es el nuevo Medievo en pleno siglo veintiuno. En el corazón del ocaso de 2013.
Siempre África. Los negros corren en busca de los imperios del placer y de la mejora. Las vallas son una anécdota en el paisaje y una tontería de los señores de la guerra. No hay fronteras. No hay paz. No hay sosiego. Hay ansiedad por ser blanco y por tener lo mismo o parecido a lo que nosostros tenemos.
Hacen bien en romper los obstáculos que hallan a su paso. No quieren morir de miseria en sus lugares de cuna. Esa es la historia de todos los hombres y de todos los países del mundo. Españoles en Estados Unidos, italianos en Argentina, y miles y miles de lógicos movimientos pluridireccionales. El emigrante solo busca una salida, un sendero, una oportunidad, una ayuda, una teta, un arrullo, una lotería, un canto alegre y un mantra de comprensión. ¡¡Una Justicia!!
Por eso todo lo hacen cisco. Porque cabalgan sobre tierra quemada y robada, porque no tienen nada, porque no tienen por qué temer a nadie más que a la muerte o al fracaso de la ilusión.
Hierros por los suelos, campos de batallas, grescas, luchas por ser alguien, manotazos sobre las ramas que tapan el placer, cabriolas aparentemente imposibles, y récords mundiales diarios que se fabrican dentro de la masa ingente de la desesperación. Magia nerviosa.
No les ayudamos, nos importan un pito, somos racistas hasta las trancas, tenemos miedo a asumir que hemos construído un mundo mal hecho, preferimos hacer el hipócrita y hacernos los sordos, parecemos necesitar la fantasía y el reality, y cuando se saltan las órdenes les golpeamos con todo nuestro lujo que viene de nuestra presunta superioridad. "Dense prisa. Se acaba el verano. Tenemos de oferta las últimas pateras..."
-MUNDO DE DECEPCIÓN-
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