jueves, 5 de septiembre de 2013

- EL CHICO MÁS MALO -



Dicen que de muy niño tenía la manía de dar patadas a todo lo que se encontraba en su camino. Y de esas fuertes patadas, no se libraban ni personas mayores ni niños de su edad.
A los ocho años, David ya era el niño más agresivo de su barriada. En el colegio no podía estar. Los recreos estaban hechos para su afición, la cual consistía en golpear a sus compañeros de clase y de todas las clases. Y durante el trancurso de las citadas clases, interrumpía a los profesores, y hablaba constantemente. A veces saltaba a la tarima camino de la pizarra, y se ponía a dar saltos, a incordiar, y a provocar a todo bicho viviente.
Una de sus aficiones, cumplidos ya los diez años, era matar insectos. Cuando David veía un hormiguero, no se conformaba con perder la noción del tiempo matando meras hormigas obreras, sino que hurgaba con pinchos en el suelo para excavarlo y abrir galerías. Lo que pretendía era dispersar y cargarse el hormiguero entero. Y cuando lo lograba,-que era casi siempre-, esbozaba una gran sonrisa y le daba al viento y al mundo varios y eufóricos cortes de mangas.
Le llevaron a un correcional. Decían algunos que estaba poseído. Pero los curas eran bastante reacios a curarle. Temían recibir una mano de palos si se le acercaban con las santas oraciones. Con quince años, con un vigoroso físico, y con una actitud desafiante, los escarceos con los funcionarios del duro correcional son constantes. Unos dicen que hay empate técnico a violencia, y otros le dan una cierta ventaja a David. ¿De dónde diantres habrá salido semejante y agresivo salvaje? ...
Lleva el odio en sus hermosos ojos verdes y claros. El orgullo, y la revancha. Domina las nuevas tecnologías como un experto, y dicen que conduce a más riesgo y audacia que los automovilistas profesionales cada vez que logra fugarse. Pero en el correccional hay muchas dudas. Porque todo lo que aprende lo hace para hacerse fuerte y refinar su agresividad. En dicho centro ya ha herido a más de veinte personas,-incluídos funcionarios-, y su camino franco parece que es el de la cárcel.
Si es que llega. Hay apuestas sobre los años de vida que le quedan a David, ¿lo matarán en cinco?, ¿en séis?, ¿morirá en diez años?, ¿llegará realmente a cumplir veinte años? ...
Insultos, todos. Se ha cagado en todos aquellos que se han cruzado en su camino. Su boca es un fuego imparable. Necesita mostrarse como un lobo líder de una manada. Se cree el mejor, el dios, el más guapo, el que hace las leyes, el que marca territorio, y el que dice ser libre. Actúa sin dudas. Es zurdo y seductor cuando quiere, condicionador y terrible. No cree absolutamente en nadie.
Afortunadamente, todavía no ataca mujeres. Él va de solitario y sobrado, y mira a las chicas como a meras hembras a las que no está dispuesto a dar verdadero amor por no suavizarse y porque no sabe. Él pasa de las mujeres, y cuando alguien le llama despectivamente homo con afán de herirle, cuentan que David llega a abrir la boca y sacar los dientes antes de atacar. Su brutalidad alcanza entonces el cénit, y han de sedarlo durante unos días hasta que se va calmando.
Dicen que no le quiere absolutamente nadie. Pero, no es verdad. Hay una chica veinteañera que le ha tomado una extraña ternura. Y David, lo sabe. Cuando la ve, se hace el loco y simula que no existe. Pero luego y en la realidad anda desconcertado y pensativo.
Y la chica, de nombre Mildred, ¿por qué le pone ojitos gratos?, ¿para tirárselo y juguetear con él?, ¿para seducirle? ...
Porque, querer a una bestia como David es como lamer un rayo o adorar a un cristal puntiagudo. Amar a David es sencillamente una audacia demasiado loca.
¡VE CON CUIDADO, MILDRED!

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