jueves, 26 de septiembre de 2013

- MI DÍA "D" -



De dedo. Me ha salido una bambolla en el dedo índice de la mano izquierda. Solo fue la adversidad y seguro que las malas energías. El objetivo cocina, había encontrado una cierta y fuerte oposición en el enemigo bisoño. Os lo voy a contar.
El otro día me fui al Mercadona y me decidí a comprar unas patatas fritas precocinadas. Y, más cosas. Compré sal, aceite, y en la ferretería me hice con una sartén y todas esas cosas imprescindibles.
Mas, no me decidía. Pasaban los días, y el paquete de patatas fritas permanecía asustado y bunkerizado en el interior de mi frigorífico. Pero ayer me puse mi uniforme de soldado cotidiano y universal, abrí la cocina de un manotazo incontestable, y no lo pensé dos veces.
Estaba muy nervioso y muy contento. Muy feliz interiormente. Había llegado mi hora D, mi día D, mi momento mayor y supremo. Y a continuación abrí la puerta del frigorífico, y extraje el paquete de las patatas precocinadas. Di dos pasos hacia adelante, y luego avancé sin dudar hacia los muebles de cocina. Lo cogí todo. Le arranqué las etiquetas. Lo preparé todo, y me dije a mí mismo que, "ahora o nunca" ...
Ataqué mis recursos, casi me temblaban las manos, pero eso no importó. Nada iba a importar en mi gran contienda. Tomé la sartén y le puse aceite. Después, cogí el paquete de patatas y volqué algunas de ellas en el interior del recipiente. Y le tiré un puñadico de sal. Y me definí sobre el hornillo eléctrico. Lo puse en marcha. Tutto finito. Ahora había que esperar. Tomé una espátula para remover cual espada flamígera cuando llegara el momento, y revisé los elementos para la higiene posterior.
Los tiempos de reloj. Aquello no pitaba. El aceite se estaba quieto y mimetizado como un vietnamita de bosque. Moví la fuerza del hornillo, y hasta lo apagué en dos ocasiones sin querer. Y luego ya lo puse de nuevo bien y en funcionamiento.
Algo pasaba. El aceite, comenzaba a cobrar vida bulliciosa. Las patatas, empezaban a crecer y a nacer para mi personal patrimonio de la gastronomía. Eso eran unas patatas fritas, doraditas, sabrosas, y extremadamente mágicas. Casi temblaba de contento. ¿No podía ser? ...
¡Anda, las dudas! Comencé a mover y a remover. ¿Ya estarían? Traté con el tenedor de pescar una patata y probarla. Bueno, bien, vale, yo creo que ya. Quizás fuese el momento de concluír la fase final. Mis patatas fritas y primas. ¡Oh, mis patatas! ...
Pareció acabarse la larga contienda. Apagué el hornillo. Y en cuanto pude, tiré dichas patatas primerizas a un plato. Pero al coger la sartén para limpiarla, me quemé el dedo. Pero, ¡si el mango tenía protección! ¿Qué pasaba aquí? Mal cálculo ...
Horas después, todavía tengo fuego de calor en el dedo. No ha podido ser. Bambollazo al canto. El debut con picadores nunca sale bien. Ya se irá horas más tarde el dolor de bambolla. Éso, es lo de menos.
Lo jodido han sido las patatas. Más quemadas y duras no pueden verse en el Hemisferio Norte. Todo para tirar. Es igual. Lo importante era afrontar el miedo y la virginidad culinarias. La próxima vez será bien diferente. Que vayan temblando Arguiñano o Ferrán Adriá. Domino ésto. Me vengaré. Y el próximo día no necesitaré los premios de la guía Michelín para demostrarle al mundo que soy grande.
-O POR AHÍ-

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